Todos contra AMLO
Gerardo Lozada Morales[1]
El silencio tiene su
lenguaje: sabe hacerse entender…
Príncipe Siddhartha Gautama, Buda
El debate rumbo a la presidencia de la República Mexicana develó
mensajes insertos en la teoría sistémica, en donde se corrobora con gritos de
desespero la grave crisis que envuelve al país desde hace muchos años; crisis
económica, política, social, de partidos, de representación y principalmente,
la crisis generalizada que presenta el sistema político mexicano. Un parangón crítico
inimaginable.
Lejos de hacer un recuento de las
célebres frases que sobresalieron en el debate —porque la política actual es un show
para incentivar la ignorancia—, Robert Michels hace casi un siglo
aseguró que cuando los partidos políticos, y obviamente sus candidatos tienden
a desacreditarse entre ellos, es decir, a insultarse, atacarse, denostarse,
entre más, quiere decir que no existen propuestas claras ni reales. La lógica
del debate fue sencilla: “Todos VS AMLO”.
Este fenómeno ilustra a la perfección
el periodo de autopoiesis (retroalimentación)
que tiene el sistema político mexicano en la actualidad. Y cabe señalar que
aunque un sistema ejerza una dominación masiva a través del poder, el propio Foucault
develó que existen puntos vulnerables en este, o mejor dicho: resistencias.
Aquellas que AMLO supo aprovechar desde su origen humilde en Tepetitán
(Tabasco) y que hoy le permiten ser un protagonista de la novela rumbo a la
presidencia mexicana del presente 2018, pese a que la política en el país aún mantiene
prácticas autoritarias como secuelas del Sistema
de partido hegemónico pragmático (PRI y sus partidos satélites como el PAN-
PRD y anexas…), tal y como se manifestó con el desafuero que se utilizó por el
gobierno panista de Fox para bloquear su carrera política, o los dos procesos
electorales fraudulentos a nivel presidencial orquestados en su contra. Esto
sin contar con el desprecio RACISTA que
la ultraderecha panista ha canalizado hacia su imagen desde hace varios años
(prácticas comunes de sus agrupaciones intransigentes secretas como el YUNQUE,
TECOS, Numerarios, Sinarquistas, Caballeros de Colón, etc., etc., etc…).
Para el agrado o descontento de
muchos, AMLO ha podido capitalizar el hartazgo social de varios años de
ineptitudes políticas, de abusos de poder, de corrupción e impunidad, de años
de malos manejos políticos, de la traición que el PAN le hizo a la sociedad
civil al burlarse del sueño de la transición democrática en el año 2000.
La lógica que hoy envuelve a la
elección presidencial mexicana gira entorno a una fórmula sencilla: SISTEMA o
continuidad (Meade, Anaya, Zavala y Bronco) VS ANTISISTEMA (AMLO). Es en la
segunda donde se congrega y se capitaliza absolutamente la CRISIS DE
REPRESENTACIÓN DEL PAÍS.
Tanto Meade como Anaya sostuvieron
una retórica que siempre se viene pronunciando en la continuidad del sistema dominante,
es decir, promesas e ilusiones que intentan incidir en los espectadores más distraídos.
Esto sin exceptuar los ataques directos a AMLO mediante fakenews (noticias falsas) y el cinismo de ser ambos los partícipes
de los casos de corrupción más escandalosos como el desvío multimillonario de
SEDESOL, inyectarle agua en vez de quimioterapias a niños con cáncer, enriquecimiento
ilícito, lavado de dinero, o la famosa “nave industrial”. Empero, a sabiendas
de que los medios de comunicación en México estén alineados al gobierno y sean
antidemocráticos, la reflexión es clara, en esta era de la posverdad si algo malo tuviera Obrador ya sería un escándalo
nacional y estaría muerto políticamente. Cosa que no es así, puesto que se
mantiene como puntero en las preferencias del electorado.
En cuanto a Margarita Zavala y el
Bronco, en la misma lógica de ataque a Obrador, no presentaron nada fuera de lo
común salvo la ignorancia que los hace ser el hazmerreír de las redes sociales.
La dificultad de Zavala por articular ideas y palabras, el pensamiento
ignorante del Bronco ante su denostación sobre el sistema de partidos y su
perfil de “Dictador de un califato ortodoxo” al señalar la mutilación como pena
para criminales, los 57 ataques a AMLO sólo ilustran la situación tan crítica
que tiene el país y sus imágenes como marionetas vulgares del sistema.
¿Qué es lo que nos espera?
Que tanto el PRI y el PAN se sigan
peleando para designar al segundo lugar en preferencias —cosa que no va a ser nada sencilla por los costos políticos— y al final puedan echar a andar a la maquinaria del régimen
a nivel federal, para intentar maniobrar la elección como en los últimos dos procesos
presidenciales o como lo hicieron en 2017 con el Estado de México, y con ello,
impedir que la voluntad social se imponga y permita que AMLO llegue a la
presidencia a generar cambios drásticos que tanto necesita el país para salir
del atolladero. La guerra sucia continuará articulándose desde el poder federal
y con los Estados con los que se logre pactar, pero esto no garantiza que el
descontento social cambie, sino que, por el contrario puede beneficiar aún más
a López Obrador. Como aquella vieja idea para inducir MIEDO a los sectores más
ignorantes al señalar que: “nos convertiremos en Venezuela o Cuba”. O por otro
lado, asumir de manera inepta que Anaya y Meade son más capacitados para
gobernar por sus títulos de “doctores”, cuando hace casi un siglo el sociólogo
alemán Max Weber definió bien que la política es muy distinta a la ciencia, “o
se es político o se es científico”, rasgo que también Giovanni Sartori señaló rotundamente
al diferenciar entre un buen político y un político profesional, es decir; el
arte de gobernar no depende de la capacidad de estudios. Obrador fue muestra de ello en el buen gobierno de la actual CDMX.
Si no se orquesta un escándalo
electoral y AMLO llega a la presidencia, solamente quedaría recordar el destino
de la mitología mexicana que el propio Obrador pronunció abierta la
interpretación de cualquiera: el destino del apóstol de la democracia como lo
fue Francisco I. Madero, el del Benemérito de las Américas Benito Juárez, o el
del General Lázaro Cárdenas. Cualquiera de las tres vertientes podría ser el
futuro del país asumiendo sus consecuencias.
Lejos de vanagloriarse ególatramente por señalar quién
ganó el debate presidencial, AMLO supo aplicar una máxima milenaria presente en
todas las culturas y civilizaciones: la de GUARDAR SILENCIO.
[1] Nacido
en la ciudad de Puebla, licenciado en Ciencias Políticas y maestro en Ciencias
Políticas por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla respaldado por el
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT). Actual candidato al
doctorado en Ciencias de Gobierno y Política por el ICGDE-BUAP (CONACYT).
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