jueves, 12 de abril de 2018

REFLEXIÓN BUDISTA TRAS UN SIGLO DECADENTE: Schopenhauer el primer budista y la negación de la filosofía de la vida por el Occidente Europeo.


Gerardo Lozada Morales[1]



Me verás volar,
por la ciudad de la furia,
donde nadie sabe de mí,
y yo soy parte de TODOS.
Gustavo Cerati

De los primeros filósofos occidentales que entraron en contacto con el Budismo se tiene como referente a Arthur Schopenhauer. Personaje malbaratado por los que ignoran su obra hasta el grado de ser catalogado como un pesimista antropológico, misógino y oscuro vitalista y o hasta vulgar existencialista.
Sin salir a la defensa de sus ideas, Schopenhauer aprendió bajo la filosofía budista a leer su propio pensamiento y el de los demás seres humanos, bajo la mecánica del comportamiento ordinario, mediante de una gran fineza para percibir y describir cómo; tanto hombres y mujeres seleccionan a sus parejas de manera visceral por medio de una voluntad de vivir que guía a la conciencia humana a través de la "maia"; es decir, la ilusoria-razón dominada por los instintos primitivos y las pasiones. 

No sólo Schopenhauer fue un gran pensador presa de la radicalidad que conllevó la modernidad (S. XVI-XVIII) con el espejismo del bienestar y progreso humano; con la tecnificación del mundo industrial y la imposición de la razón ante la sensibilidad humana. De ahí sus lúgubres planteamientos. Empero, pudo experimentar en carne propia la trampa que tiene el Ser y la existencia tras condenarse por los fieles acompañantes que pasan invisibilizados por toda vida humana: la mente, el ego y sus deseos.
La negación de la sensibilidad humana fue la clave para encontrar que la realidad-ilusoria proveniente desde el pensamiento de los griegos tuviera su cumbre con el idealismo de Immanuel Kant (2012) al afanarse por depurar a la razón a priori, es decir: pura e instintiva. No por cualquier razón, uno de sus discípulos directos como Nietzsche (1976) en El Ocaso de los ídolos o Cómo se filosofa a martillazos  vapuleó vorazmente a Sócrates, Platón, Kant, Hegel, y más filósofos, escritores y novelistas, por el hecho de exaltar la razón, la ciencia y la objetividad como paradigma dominante completamente reconfigurado durante la Modernidad.
¡Cuánto daño genera a diario promover dicha imposición en las vidas humanas!, las que jamás han dejado de sensibilizarse, y como  consecuencia producen: suicidios, depresiones; desvalorización humana y miseria (no precisamente material, pero sí alimentada por las sociedades industrializadas)... Tal y como aquella voluntad de vivir del melancólico Schopenhauer que para las enseñanzas budistas lograron coincidir en el concepto del apego.  "La realidad que vemos no es la verdadera y todas las diferencias que observamos corresponden a una misma entidad que las trasciende: la voluntad" (Arnau, 2016).
Hasta hoy el pragmatismo científico tiene tintes de hegemonía Occidental. Decía John Gray (2015) que este se nutre de misticismo y magia, de rituales, sacrificios y de violencia, haciendo la dualidad ORDEN-CAOS invisible al ojo humano. Después de la posmodernidad y con la crisis de paradigmas que se viven en la actualidad no es casual que los viejos saberes milenarios salgan uno a uno a la luz pública, y que también se descubra que una gran dosis de mentira se encuentra alimentando a la ciencia desde hace muchos siglos. La reconfiguración de nuestro presente nos deja entrever que todo es una parte interconectada del TODO.
Lo que oculta Occidente europeo, son verdades milenarias que resurgen para otorgarles a los individuos los alivios para solventar las vidas caóticas que han provocado la modernidad y la radicalización de la razón y la ciencia. Eso sí, en ayuda de la religión cristiana —a la que le guardo mucho respeto— con sus prácticas imperiales y con esa capacidad histórica de sincretizar todo saber para lucro o supervivencia histórica. "No obstante, el filósofo estaba convencido de que «por las venas del cristianismo corría sangre india» y que el conocimiento del pensamiento indio permitía acercarse más cabalmente al cristianismo" (Arnau, 2016)
Tampoco es casual que: La primera noble verdad del príncipe Gautama: el SUFRIMIENTO o Samudaya fuera también disfrazada por Heidegger (2003) en su obra Ser y tiempo a través del Dasein: como aquel Ser que es arrojado al mundo —al maia patentado hace 2500 años— y que nace PARA MORIR, o el ciclo del Samsara; nacimiento, vida, enfermedad, vejez, muerte y renacimiento.
Schopenhauer fue para algunos de sus contemporáneos el gran sacerdote de la religión atea. Un santo que predicó la castidad y renunció a las trampas del deseo. Se había acercado al budismo al constatar la «maldad del mundo», en una época de su vida en la que el mundo le parecía miserable y fugaz, la creación de un demonio maligno que se deleita con el sufrimiento de sus criaturas. Ante las visitas le gustaba presentarse como budista. Sakyamuni le parecía el único que había comprendido la esencia del mundo, y en su estudio mandó colocar una estatua de Buda, que hizo dorar en oro de la mejor calidad y encargó tallar una peana para sostenerla (Arnau, 2016).

Nunca se reconocerá abiertamente la influencia de la India al mundo. Mucho menos por las religiones surgidas posteriormente a dicha filosofía de la vida, porque hasta hoy las rémoras del colonialismo cobran factura negando a la Otredad.
Ante la crisis actual que atraviesa la humanidad sólo queda recordar otro principio budista, el de la impermanencia, es decir; todo está en constante cambio y nada es para siempre. NADA ES ETERNO. Aquel viejo concepto que pareciera haber sido copiado a tabula rasa por Zygmundt Bauman a través de la liquidez.
En suma, huelga decir que el budismo será por siempre un punto de convergencia entre las grandes filosofías, religiones, así como el camino de encuentro entre grandes escritores como Schopenhauer, Nietzsche, Heidegger, Jorge Luis Borges, Octavio Paz… y muchos más. El gran secreto se encuentra detrás de las estructuras del pensamiento y del ego. El primer paso para el reencuentro con el Ser. ÉTICA/MORAL, MEDITACIÓN Y SABIDURÍA.
El melancólico Schopenhauer afirmaba que “el mundo es un sueño del que se tiene que despertar”.
Frente a esa perspectiva que equipara ser y padecer, el budismo sostiene que cada ser vivo lleva inscrita la naturaleza de buda, la promesa del despertar, el logro de un estado de la mente donde no tiene cabida el sufrimiento. La representación puede imponerse a la voluntad (Arnau, 2016).

Bibliografía:
Arnau, J. (2016). Schopenhauer: el buda de la voluntad. La opinión de Málaga. Disponible en:http://www.laopiniondemalaga.es/cultura-espectaculos/2016/08/27/buda-voluntad/872476.html.
Gray, J. (2015). El alma de las marionetas. Un breve estudio sobre la libertad del ser humano.España: Sexto piso.
Heidegger, M. (2003). Ser y tiempo. México: Trotta.
Kant, I. (2012). Crítica de la razón pura. México: Porrúa.
Nietzsche, F. (1976). El ocaso de los ídolos: o cómo se filosofa a martillazos. Argentina: Siglo XXI.
Schopenhauer, A. (2009). La sabiduría de la vida, En torno a la filosofía, El amor, Las mujeres, La muerte y otros temas. México: Porrúa.




[1] Nacido en la ciudad de Puebla, licenciado en Ciencias Políticas y maestro en Ciencias Políticas por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla respaldado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT). Actual candidato al doctorado en Ciencias de Gobierno y Política por el ICGDE-BUAP (CONACYT).



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