viernes, 25 de noviembre de 2016

REFLEXIONES DEL AMOR TRAS UN SIGLO DECADENTE I.


El peligro de la idealización

Gerardo Lozada Morales[1]



Uno de los temas antiquísimos del pensamiento y de la vida, es aquel que puede remitirnos a la aproximación de uno de los enigmas más grandes del ser humano: el amor. Hace ya mucho tiempo el filósofo que teorizó sobre el ser y la nada como lo fue Platón (trad. 2014), abarcaría también debates sobre la concepción del amor. Cómo no recordar el banquete y la idealización sobre el concepto del amor que la circunstancia griega llegó a concebir.

Para Platón y para el mundo antiguo la teorización y el idealismo decretaba que el amor entre hombres podía ser auténtico o trascendental, no obstante a esto, también logró concebir la cercanía de la pureza del amor a lo que hoy se rechaza como aberrante: la pedofilia. ¿Y qué se le pudo pedir a la idealización griega cuando el propio Platón buscaba una República (trad. 2001) con leyes que regularan la vida de los ciudadanos para finiquitar los órdenes dionisiacos?, eso sí, sin dejar de lado la estética misógina que hizo a un lado a la mujer no sólo de los órdenes políticos, sino también de la importancia vital.
Lo cierto es que desde el comienzo del razonamiento humano se ha buscado interpretar, traducir y definir cosas que sobrepasan el significado simbólico que las palabras o los conceptos nos pueden otorgar. De la misma forma, es constante encontrar una dificultad para describir con palabras o símbolos al propio sentimiento que del ser puede emanar.
No obstante, otro personaje conocido por su misoginia fue capaz de encontrar argumentos más lógicos para concebir al amor. El viejo y amargado Arthur Schopenhauer (trad. 2009) también se lanzó a idealizar tanto a la muerte, como a la mujer y al propio amor, basándose en una fina apreciación sobre el comportamiento de los individuos, lo cual lejos de dirigirse bajo preceptos racionales —mencionó—, es parte del instinto o lo denominado como voluntad de vivir.
Muy similar a la selección natural de Darwin, Schopenhauer observó cómo tanto el hombre como la mujer eligen a sus parejas con el fin de perpetuar la especie dependiendo de los defectos propios —biológicos y de carácter— para buscar contrarrestarlos con las virtudes ajenas. Es decir, una mujer inteligente no siempre buscará a un hombre inteligente, afirmaba y se lamentaba el filósofo, sino por el contrario el efecto instintivo llevaría a la mujer a elegir o buscar a un hombre robusto, fuerte, con carácter duro, aquel que le asegurara protección para ella y para los futuros hijos a pesar de que éste fuera similar a una bestia. Por otro lado, el hombre buscaría mujeres con caderas anchas y senos grandes, porque también instintivamente aseguraría la fertilidad y el buen cuidado de los hijos.
A su vez, también el filósofo afirmó que una mujer alta podría estar con un hombre más pequeño de estatura, alguien con mentón grande con otro que fuera pequeño, etcétera. Empero, en un segundo intento por idealizar y encontrar parámetros en el comportamiento humano sobre algo tan complejo como lo es el amor, no se salvan de ser intentos por idealizar y determinar lo que sobrepasa hasta los propios estándares estéticos, sensibles y metafísicos.
Por otro lado, Friedrich Nietzsche (trad. 1989; trad. 2008), aquel que filosofó a martillazos comprendió que los errores de la idealización hicieron que el hombre se encadenara a diversas condiciones, religiosas, políticas, culturales, científicas y más. Pero comprendió también gracias a su búsqueda por la superación humana en los diálogos de Así habló Zaratustra (trad. 1989) y contrario a Schopenhauer que el matrimonio debe ser una fuente creadora, no la búsqueda por llenar los vacíos y defectos, sino de complementar la fortaleza humana, la voluntad de poder que se le heredará a los propios hijos, es decir a las futuras generaciones. No obstante, este pensamiento hoy puede comprenderse como principios estéticos abrumadores puesto que tienen una vertiente próxima al racismo que mal interpretó el nazismo en su búsqueda por la supremacía aria, y que otras culturas retomaron para justificar a los nacionalismos e identificar a la sociedades a sus respectivos proyectos de nación, tal fue el caso del nacionalismo mexicano y la teoría del Estado estética que don José Vasconcelos forjó y que lo vinculó al nacional socialismo alemán.
Asimismo, José Ortega y Gasset (1941) en sus ensayos sobre el amor, concibió algo sumamente rescatable y que define en gran parte a todos los intentos que ha hecho el ser humano por interpretar la complejidad que guarda el amor. Él rescató la teoría de la cristalización de Stendhal, la cual señala que el ser humano idealiza de manera exacerbada a la otredad, es decir; asume en el otro todos los anhelos, sueños y deseos de las concepciones que durante toda la vida se le hacen creer que es el amor verdadero. Como capas de vidrio que una a una van moldeando un cuerpo hasta dejarlo cubierto de algo externo a él. Asimismo, aclaró Gasset que el amor no es la ruta precisa que conduce a la felicidad, y si bien, tal y como Santo Tomás o San Agustín lograron aproximarse a la línea divisoria del amor y el odio, el propio amor es capaz de conducir al ser a la propia destrucción e infelicidad.
Si la idealización es parte del ser humano, el siglo XX y la cultura popular actúan de manera hegemónica sobre nuevos estándares de idealización. Las películas románticas que lejos de situarse en el romanticismo, denotan una vasta cantidad de cursilerías que redirigen el pensamiento humano a falsas concepciones sobre el amor. El papel tan Cuestionado que tiene Disney en los estudios de género hoy revela mensajes alarmantes, hasta el grado de buscar “desprincesar” a las niñas que consumen potencialmente comportamientos difundidos por el capitalismo, como aquel arquetipo de la mujer sumisa, abnegada, en espera del príncipe azul para ser rescatada de las desgracias, etc.
La idealización del otro suele ser tan peligrosa como lo ha sido la idealización del amor en el pasado, sin embargo, y contrario a pronunciar que el ser humano reproduce comportamientos difundidos por las élites mundiales, existe algo rescatable que planteó un viejo filósofo, matemático y activista social el siglo pasado, Bertrand Russell (trad. 2006) con su Conquista de la felicidad, obra que lejos de reflexionar por la infelicidad que le ocasionaba la vida bajo valores cristianos, se opuso a la misoginia y al rechazo que se tiene sobre el complemento de lo que es el ser para el otro, y el otro para el ser, aclarando que sólo aquellos que no han experimentado la dicha de estar con el ser amado son capaces de crear injurias sobre el amor —como le pasó a Schopenhauer y a Nietzsche, pues afirmó, que esta es la clave de la propia felicidad.

¿Qué es el amor?, la respuesta es completamente imposible de describir bajo la sensibilidad humana. De la misma manera en que se ha intentado dar respuesta por definir lo que es el ser y la otredad, puesto que más allá de definir muchas veces se cae en el peligro del determinismo. Puede que la clave esté no sólo en la felicidad sino en el complemento y la superación de uno mismo. Puede que el amor sea tan complejo que ni las propias palabras logren explicarlo. Lo cierto es que, tanto el hombre como la mujer son capaces de irradiar dicha virtud hasta el grado de afirmar en la historia sus propias existencias a partir de la convergencia de virtudes y defectos.
Los textos bíblicos en las cartas hechas por Pablo a los corintios ya manifestaban que el amor es comprensión, no tiene celos, complementa el espíritu humano y está fundamentado en la justicia y la verdad. Y si las claves simbólicas del cristianismo nos ayudan a la aproximación por su significación, es cierto mencionar que el amor es aquello que realmente complementa la existencia del ser y se funde con la del otro.
Empero, el amor no puede ser idealizado porque impide mirar las verdaderas y auténticas virtudes del ser. El cual no puede ser alienado a nada. Y si el amor tiene tiempo de vigencia debe ser aprovechado, exaltado e inmortalizado como lo mencionó alguna vez el poeta Octavio Paz (2014) tras la erótica de la Llama doble que se funde en un cuerpo para ser trascendental.

Es necesario apartar la idealización mundana, servil y vulgar. Es necesario tener la madurez suficiente para estar conscientes de que las modas; las limitantes culturales; religiosas; sociales; los valores; el capitalismo; la televisión, el cine, la literatura y más, pueden dañar la auténtica sensibilidad que no puede descifrarse ni con símbolos, ni con palabras, puesto que la apreciación estética humana se encuentra limitada ante dicha temática.
El primer tránsito del amor, parte del amarse a uno mismo para poder amar a los demás. Así lo expresó Nietzsche en el Anticristo (trad. 2008), en oposición a una de las máximas de Jesucristo: el amar a los demás como a uno mismo. El amor ligado al alma, a la pasión, la estética y al vitalismo, vale la pena vivirse. El amor vano sólo llevará a la destrucción y la podredumbre. Conducirá al ser a lo superfluo, a un siglo decadente.



“El tema es mucho más vasto, y Dante creía que el amor mueve el sol y las otras estrellas”.
José Ortega y Gasset (1941: 553)

Bibliografía:
Nietzsche, Friedrich (trad. 1989) Así habló Zaratustra [1883], México, Alianza.
Nietzsche, Friedrich (trad. 2008) El anticristo [1895], México, Tomo.
Ortega y Gasset, José (1941) “Estudios sobre el amor”, en Obras completas Tomo V [1933-1941], Madrid, Revista de Occidente.
Paz, Octavio (2014) La llama doble: amor y erotismo [1993], México, Planeta mexicana.
Platón (trad. 2001), La República o de lo justo; Fedro o del amor; Timeo o de la naturaleza; Critias o de la Atlántida; el sofista o del ser, México, Porrúa.
Platón (trad. 2014), Diálogos de Platón : Apología de Sócrates ; Fedro o del amor ; Simposio (Banquete) o de la erótica ; Fedón o del alma ; Protágoras o los sofistas ; Critón o del deber ; Ion o de la poesía ; Menón o de la virtud ; Parménides o de las ideas ; Cratilo o del lenguaje, México, Editores mexicanos unidos.
Russell, Bertrand (trad. 2006) La conquista de la felicidad [1930], México, Tomo.
Schopenhauer, Arthur (trad. 2009) La sabiduría de la vida, En torno a la filosofía, El amor, Las mujeres, La muerte y otros temas [1851], México, Porrúa.





[1] Gerardo Lozada Morales
Catedrático de la Universidad de las Américas de Puebla (UDLAP).

Dr. en Ciencias de Gobierno y Política por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, con el respaldo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT)

ESTANCIAS DE INVESTIGACIÓN

-El Colegio de México (COLMEX): Centro de Estudios Sociológicos (CES) en 2014.

-La Fondation Maison des sciences de l'homme (FMSH) del L'École des hautes études en sciences sociales (EHESS) en 2018 en París Francia.

Miembro Colaborador del Cuerpo Académico 281-BUAP 

“Estudios Multidisciplinarios de Política y Derecho”, en actividades de investigación, consultoría y desarrollo educativo. 

Correos: gerardo.lozada@udlap.mx, lozadaac@hotmail.com

4 comentarios:

  1. muy buenos los consejos y reflexiones de amor muchas veces necesitamos ayuda y palabras de aliento

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    1. Muchas gracias por leer este ensayo, hay más en este blog sobre la misma cuestión del amor... Espero con firmeza que en un futuro sean libros. Saludos y GRacias!!!

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  2. El amor! Tiene caducidad? Porque el amor carece de tiempo? O es suficiente!! Saludos Doctor lozada

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    1. el amor del vulgo sí, aquel que consiste en decidir dirigir el eros y la filia denominado ágape es eterno. Pero debe ser siempre en correspondencia con el otro. Saludos y un fuerte abrazo!

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