El peligro de la idealización
Gerardo Lozada Morales[1]
Uno de los temas antiquísimos del pensamiento y de
la vida, es aquel que puede remitirnos a la aproximación de uno de los enigmas
más grandes del ser humano: el amor. Hace ya mucho tiempo el filósofo que teorizó
sobre el ser y la nada como lo fue Platón (trad. 2014), abarcaría también
debates sobre la concepción del amor. Cómo no recordar el banquete y la idealización sobre el concepto del amor que la
circunstancia griega llegó a concebir.
Para Platón y para el mundo
antiguo la teorización y el idealismo decretaba que el amor entre hombres podía
ser auténtico o trascendental, no obstante a esto, también logró concebir la
cercanía de la pureza del amor a lo que hoy se rechaza como aberrante: la
pedofilia. ¿Y qué se le pudo pedir a la idealización griega cuando el propio
Platón buscaba una República (trad.
2001) con leyes que regularan la vida de los ciudadanos para finiquitar los
órdenes dionisiacos?, eso sí, sin dejar de lado la estética misógina que hizo a
un lado a la mujer no sólo de los órdenes políticos, sino también de la
importancia vital.
Lo cierto es que desde el
comienzo del razonamiento humano se ha buscado interpretar, traducir y definir
cosas que sobrepasan el significado simbólico que las palabras o los conceptos
nos pueden otorgar. De la misma forma, es constante encontrar una dificultad
para describir con palabras o símbolos al propio sentimiento que del ser puede
emanar.
No obstante, otro personaje conocido
por su misoginia fue capaz de encontrar argumentos más lógicos para concebir al
amor. El viejo y amargado Arthur Schopenhauer (trad. 2009) también se lanzó a
idealizar tanto a la muerte, como a la mujer y al propio amor, basándose en una
fina apreciación sobre el comportamiento de los individuos, lo cual lejos de
dirigirse bajo preceptos racionales —mencionó—, es parte del instinto o lo
denominado como voluntad de vivir.
Muy similar a la selección
natural de Darwin, Schopenhauer observó cómo tanto el hombre como la mujer
eligen a sus parejas con el fin de perpetuar la especie dependiendo de los defectos
propios —biológicos y de carácter— para buscar contrarrestarlos con las
virtudes ajenas. Es decir, una mujer inteligente no siempre buscará a un hombre
inteligente, afirmaba y se lamentaba el filósofo, sino por el contrario el
efecto instintivo llevaría a la mujer a elegir o buscar a un hombre robusto,
fuerte, con carácter duro, aquel que le asegurara protección para ella y para
los futuros hijos a pesar de que éste fuera similar a una bestia. Por otro
lado, el hombre buscaría mujeres con caderas anchas y senos grandes, porque
también instintivamente aseguraría la fertilidad y el buen cuidado de los
hijos.
A su vez, también el filósofo
afirmó que una mujer alta podría estar con un hombre más pequeño de estatura,
alguien con mentón grande con otro que fuera pequeño, etcétera. Empero, en un
segundo intento por idealizar y encontrar parámetros en el comportamiento
humano sobre algo tan complejo como lo es el amor, no se salvan de ser intentos
por idealizar y determinar lo que sobrepasa hasta los propios estándares
estéticos, sensibles y metafísicos.
Por otro lado, Friedrich
Nietzsche (trad. 1989; trad. 2008), aquel que filosofó a martillazos comprendió
que los errores de la idealización hicieron que el hombre se encadenara a
diversas condiciones, religiosas, políticas, culturales, científicas y más.
Pero comprendió también gracias a su búsqueda por la superación humana en los
diálogos de Así habló Zaratustra (trad.
1989) —y contrario a Schopenhauer— que el matrimonio debe ser una fuente
creadora, no la búsqueda por llenar los vacíos y defectos, sino de complementar
la fortaleza humana, la voluntad de poder
que se le heredará a los propios hijos, es decir a las futuras generaciones. No
obstante, este pensamiento hoy puede comprenderse como principios estéticos
abrumadores puesto que tienen una vertiente próxima al racismo que mal
interpretó el nazismo en su búsqueda por la supremacía aria, y que otras culturas retomaron para justificar a los nacionalismos e identificar a la sociedades a sus respectivos proyectos de nación, tal fue el caso del nacionalismo mexicano y la teoría del Estado estética que don José Vasconcelos forjó y que lo vinculó al nacional socialismo alemán.
Asimismo, José Ortega y Gasset
(1941) en sus ensayos sobre el amor, concibió algo sumamente rescatable y que
define en gran parte a todos los intentos que ha hecho el ser humano por
interpretar la complejidad que guarda el amor. Él rescató la teoría de la
cristalización de Stendhal, la cual señala que el ser humano idealiza de manera
exacerbada a la otredad, es decir; asume en el otro todos los anhelos, sueños y
deseos de las concepciones que durante toda la vida se le hacen creer que es el
amor verdadero. Como capas de vidrio que una a una van moldeando un cuerpo
hasta dejarlo cubierto de algo externo a él. Asimismo, aclaró Gasset que el
amor no es la ruta precisa que conduce a la felicidad, y si bien, tal y como
Santo Tomás o San Agustín lograron aproximarse a la línea divisoria del amor y
el odio, el propio amor es capaz de conducir al ser a la propia destrucción e
infelicidad.
Si la idealización es parte
del ser humano, el siglo XX y la cultura popular actúan de manera hegemónica
sobre nuevos estándares de idealización. Las películas románticas que lejos de
situarse en el romanticismo, denotan una vasta cantidad de cursilerías que
redirigen el pensamiento humano a falsas concepciones sobre el amor. El papel
tan Cuestionado que tiene Disney en los estudios de género hoy revela mensajes alarmantes, hasta el grado de buscar “desprincesar” a las niñas que consumen
potencialmente comportamientos difundidos por el capitalismo, como aquel arquetipo de la mujer sumisa, abnegada, en espera del príncipe azul para ser rescatada de las desgracias, etc.
La idealización del otro suele
ser tan peligrosa como lo ha sido la idealización del amor en el pasado, sin
embargo, y contrario a pronunciar que el ser humano reproduce comportamientos difundidos
por las élites mundiales, existe algo rescatable que planteó un viejo filósofo,
matemático y activista social el siglo pasado, Bertrand Russell (trad. 2006)
con su Conquista de la felicidad, obra
que lejos de reflexionar por la infelicidad que le ocasionaba la vida bajo
valores cristianos, se opuso a la misoginia y al rechazo que se tiene sobre el
complemento de lo que es el ser para el otro, y el otro para el ser, aclarando
que sólo aquellos que no han experimentado la dicha de estar con el ser amado
son capaces de crear injurias sobre el amor —como le pasó a Schopenhauer y a Nietzsche—, pues afirmó, que esta es la clave
de la propia felicidad.
¿Qué es el amor?, la respuesta
es completamente imposible de describir bajo la sensibilidad humana. De la
misma manera en que se ha intentado dar respuesta por definir lo que es el ser y la otredad, puesto que más allá de definir muchas veces se cae en el peligro del determinismo. Puede
que la clave esté no sólo en la felicidad sino en el complemento y la
superación de uno mismo. Puede que el amor sea tan complejo que ni las propias
palabras logren explicarlo. Lo cierto es que, tanto el hombre como la mujer
son capaces de irradiar dicha virtud hasta el grado de afirmar en la historia sus
propias existencias a partir de la convergencia de virtudes y defectos.
Los textos bíblicos en las
cartas hechas por Pablo a los corintios ya manifestaban que el amor es comprensión,
no tiene celos, complementa el espíritu humano y está fundamentado en la
justicia y la verdad. Y si las claves simbólicas del cristianismo nos ayudan a
la aproximación por su significación, es cierto mencionar que el amor es aquello que
realmente complementa la existencia del ser y se funde con la del otro.
Empero, el amor no puede ser
idealizado porque impide mirar las verdaderas y auténticas virtudes del ser. El cual no puede ser alienado a nada. Y si el amor tiene tiempo de
vigencia debe ser aprovechado, exaltado e inmortalizado como lo mencionó alguna
vez el poeta Octavio Paz (2014) tras la erótica de la Llama doble que se funde en un cuerpo para ser trascendental.
Es necesario apartar la idealización mundana, servil y vulgar. Es necesario tener la madurez suficiente para estar conscientes de que las modas; las limitantes culturales; religiosas; sociales; los valores; el capitalismo; la televisión, el cine, la literatura y más, pueden dañar la auténtica sensibilidad que no puede descifrarse ni con símbolos, ni con palabras, puesto que la apreciación estética humana se encuentra limitada ante dicha temática.
El primer tránsito del amor, parte
del amarse a uno mismo para poder amar a los demás. Así lo expresó Nietzsche en el Anticristo (trad. 2008), en oposición a
una de las máximas de Jesucristo: el amar a los demás como a uno mismo. El amor ligado al alma, a la pasión, la estética y al vitalismo, vale la pena vivirse. El amor vano sólo llevará a la destrucción y la podredumbre. Conducirá al ser a lo superfluo, a un siglo decadente.
“El tema es mucho
más vasto, y Dante creía que el amor mueve el sol y las otras estrellas”.
José Ortega y
Gasset (1941: 553)
Bibliografía:
Nietzsche,
Friedrich (trad. 1989) Así habló
Zaratustra [1883], México, Alianza.
Nietzsche,
Friedrich (trad. 2008) El anticristo
[1895], México, Tomo.
Ortega y
Gasset, José (1941) “Estudios sobre el amor”, en Obras completas Tomo V
[1933-1941], Madrid, Revista de Occidente.
Paz,
Octavio (2014) La llama doble: amor y
erotismo [1993], México, Planeta mexicana.
Platón
(trad. 2001), La República o de lo justo;
Fedro o del amor; Timeo o de la naturaleza; Critias o de la Atlántida; el
sofista o del ser, México, Porrúa.
Platón
(trad. 2014), Diálogos de Platón :
Apología de Sócrates ; Fedro o del amor ; Simposio (Banquete) o de la erótica ;
Fedón o del alma ; Protágoras o los sofistas ; Critón o del deber ; Ion o de la
poesía ; Menón o de la virtud ; Parménides o de las ideas ; Cratilo o del
lenguaje, México, Editores mexicanos unidos.
Russell,
Bertrand (trad. 2006) La conquista de la
felicidad [1930], México, Tomo.
Schopenhauer,
Arthur (trad. 2009) La sabiduría de la
vida, En torno a la filosofía, El amor, Las mujeres, La muerte y otros temas
[1851], México, Porrúa.
[1]
Catedrático de la Universidad de las
Américas de Puebla (UDLAP).
Dr. en Ciencias de Gobierno y Política por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, con el respaldo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT)
ESTANCIAS DE INVESTIGACIÓN
-El Colegio de
México (COLMEX): Centro de Estudios Sociológicos (CES) en 2014.
-La Fondation Maison des
sciences de l'homme (FMSH) del L'École des hautes études en
sciences sociales (EHESS) en 2018 en París Francia.
Miembro Colaborador
del Cuerpo Académico 281-BUAP
“Estudios
Multidisciplinarios de Política y Derecho”, en actividades de
investigación, consultoría y desarrollo educativo.
Correos: gerardo.lozada@udlap.mx, lozadaac@hotmail.com
muy buenos los consejos y reflexiones de amor muchas veces necesitamos ayuda y palabras de aliento
ResponderBorrarMuchas gracias por leer este ensayo, hay más en este blog sobre la misma cuestión del amor... Espero con firmeza que en un futuro sean libros. Saludos y GRacias!!!
BorrarEl amor! Tiene caducidad? Porque el amor carece de tiempo? O es suficiente!! Saludos Doctor lozada
ResponderBorrarel amor del vulgo sí, aquel que consiste en decidir dirigir el eros y la filia denominado ágape es eterno. Pero debe ser siempre en correspondencia con el otro. Saludos y un fuerte abrazo!
Borrar