Gerardo Lozada Morales[1]
Publicado en: http://quoruminformativo.com.mx/index.php/2016/11/29/en-que-momento-los-simpsons-y-volver-al-futuro-han-podido-predecir-hechos-sociales-y-la-ciencia-politica-no/
Sería
posible afirmar que ni siquiera las Ciencias Sociales han podido determinar el
futuro. Muy a pesar de afanarse durante siglos en descubrir los hilos
conductores de la humanidad, es decir; de aquellas leyes universales y verdades
absolutas que den las claves para manipular, controlar, y dirigir el actuar
humano hacia diversos fines.
Los
grandes metodólogos han intentado esto al paso del tiempo, y aunque suenen
seductores los ideales trascendentales de Kant, Hegel, Marx, Comte, o Durkheim
y en contraste otros como Weber que observaron la
complejidad del hecho social para delimitar tipos
ideales, la finalidad de sus intentos convergen en lo mismo. No obstante,
en pleno siglo XX detrás de las Guerras Mundiales que devastaron la paz humana,
se encontró otra guerra invisibilizada que fue la de los parangones
(paradigmas) metodológicos. Aquellos mismos enfrentamientos que iban desde
defender el método cuantitativo o cualitativo a ultranza y rechazar a su
oponente de manera radical.
Asimismo,
dicha radicalización del pensamiento quedó totalmente plasmada en la postal del
terror causado por la aplicación de aquella ciencia que desde la modernidad se
pensó que beneficiaría a la humanidad y a la preservación de la paz, y aquella
postal no fue más que la explosión de la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki.
Posteriormente el emanar de la Guerra Fría y el mundo bipolar fue la
continuación de los radicalismos del siglo XX. Y es durante esta época en donde
las Ciencias Sociales comenzaron a tener una formalidad dentro de las academias
universitarias siempre con la finalidad oculta de promover y difundir ideologías, para así suceder golpes de Estado, regímenes autoritarios,
pragmatismo político disfrazado de democracias, implementación feroz de
políticas neoliberales, omisión del desarrollo cultural de los países, omisión
de la existencia de lo humano gracias al existencialismo. Estas y muchas
características más fueron claves para que las disciplinas sociales se
tecnificaran y se instrumentalizaran a
priori de intereses económicos y comerciales. Empero, las Ciencias Sociales
lejos de propiciar beneficios en los terrenos reales, contribuyeron a agudizar
las crisis económicas, políticas y sociales de las últimas tres décadas del
siglo XX, haciendo a un lado el papel del ciudadano (sociedad civil) salvo
personajes como Hannah Arendt o el mismo Jürgen Habermas quienes miraron el
despertar de un nuevo actor en competencia dentro de la cerrazón política
mundial.
Ante
esto, las disciplinas sociales no pudieron nunca predecir la caída del muro de
Berlín en 1989 y mucho menos el fin de la URSS en 1990. Por el contrario, se
especializaron en el adoctrinamiento masivo como la conocida escuela de Chicago
o el famoso proyecto Camelot (Horowitz, 1977) que los estudiosos de la
sociología llegaron a denunciar. De la misma manera después del tan cuestionado
11 de septiembre del 2001, la justificación y el utilitarismo académico
culminaron por postular a nuevos enemigos para las potencias mundiales
occidentales, aquellos provenientes de civilizaciones
desgarradas como el Islam y como Latinoamérica. Tal fue el caso del
politólogo Samuel P. Huntington con sus obras ¿Quiénes somos? (2004) Y el Choque
de civilizaciones (2005), las cuales, al igual que en el pasado las novelas
de Julio Verne ayudaron a reconfigurar el futuro en las mentes humanas, dicha
carga de valores de la identidad occidental han permeado la política internacional y ha sido la génesis de diversos
conflictos, al igual que escenarios de guerras, principalmente como las de medio
oriente.
Se
puede afirmar sin duda que las ideas suelen ser más peligrosas si pasan
desapercibidas. Dicha génesis del radicalismo occidental sobre las sociedades desgarradas tiene hasta hoy
—y no me excuso en señalar— su mayor clímax después del caos vivido el siglo
pasado. El sorpresivo asenso en el poder por parte de Donald Trump tras la
elección presidencial llevada a cabo el 8 de noviembre del 2016 conmociona al
mundo gracias a su misoginia, xenofobia, patriotismo, ignorancia, oportunismo,
racismo, y muchos más factores desdeñables que fueron los cimientos de su
campaña.
Pero
no es de sorprenderse que el discurso enloquecido de Trump se cimbre en las profundidades de la identidad occidental
estadounidense, cuando tras años de crisis económica, política y social, el
oportunismo de este personaje haya sido exitoso frente a la peor opositora que
pudo tener su partido contrincante (demócrata) como lo fue Hillary Clinton que
sucumbió cuando se revelaron una infinidad de correos hackeados que demostraron negocios sucios y prácticas inhumanas e
inmorales. No es de sorprenderse que las virtudes de la democracia americana
como las miró en su momento Alexis de Tocqueville (2007) —al sorprenderse al
ver granjeros ocupando puestos públicos— llevaran al poder en pleno 2016 a un
personaje de la categoría del magnate machista. Cosa que puede recordarnos
otros escenarios catastróficos como el ascenso democrático de Hitler y la
instauración de la Alemania nazi.
No
es de sorprenderse que las Ciencias Sociales estén alejadas de la ingenuidad de
pensar que sirven para el beneficio humano, cuando los estudios cientificistas
pecan de formalidades y rigurosidades metodológicas que limitan la sensibilidad
humana.
No
es de sorprenderse que hoy existan más predicciones por parte de la serie
animada de Los Simpsons o la famosa
trilogía de Volver al futuro, las
cuales deberían de tener más seriedad e importancia para prevenir sucesos
futuros. ¿En qué están fallando las ciencias sociales?
Ante
escenarios críticos y perturbadores la esperanza no puede perderse. Con Trump
en el poder hoy, es la oportunidad de que México cambie y despierte. La crisis que viene azotando al mundo desde hace varios
años está llevando a los Estados al endurecimiento y a manifestar el
resurgimiento de identidades que la globalización supuso erradicar.
No hay que perder la cabeza por el miedo
de tener a un personaje de tal magnitud como presidente de uno de los países
más poderosos del mundo, si bien los colegios electorales respaldaron el
triunfo de Trump, Estados Unidos cuenta con un sistema de pesos y contrapesos
que impedirían muchas de las locuras que propuso en campaña. Aunque esto no
evite que el futuro venidero suela complicarse más.
“El presente es de
ustedes, pero el futuro, por el que tanto he trabajado, me pertenece”
Nikola Tesla
Bibliografía:
Huntington, Samuel P., (2005) El choque de civilizaciones y la
reconfiguración del orden mundial, Barcelona, Paidós.
Huntington, Samuel P., (2004) ¿Quiénes somos?: los desafíos a la identidad nacional estadounidense, México,
Paidós.
Tocqueville, Alexis, (2007) La democracia en América [1805-1859],
Madrid, Ediciones Akal.
Horowitz, Irving L., (1977) Fundamentos de sociología política,
Madrid, Fondo de Cultura Económica.
[1] Nacido
en la ciudad de Puebla, licenciado en Ciencias Políticas y maestro en Ciencias
Políticas por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla respaldado por el
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT). Actual candidato al
doctorado en Ciencias de Gobierno y Política por el ICGDE-BUAP (CONACYT).
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