La
fragilidad del amor desbordado
Gerardo Lozada Morales[1]
En el siglo
XVIII un filósofo que jamás salió de su querida Könisberg (Alemania), pero que
a pesar de ello, logró consagrarse como un referente del idealismo
trascendental, Immanuel Kant (1724-1804), comprendió que la sensibilidad humana
no siempre se presenta como una virtud del ser.
Esto muy alejado a la concepción que se tiene sobre los grandes poetas,
artistas o ensayistas, por su gran capacidad de beneficiarse de ello para
brindarle a la humanidad grandes obras poéticas y literarias.
El
viejo kant, un personaje muy racional y
consciente de saber que las pasiones humanas pueden llevar a la barbarie,
expresó con su célebre obra publicada en 1871 e intitulada: Crítica de la razón pura (trad.
2015) que, el ser humano debe depurar ese estado primario de conciencia que
se conecta con la empiria, es decir; aquel conocimiento que llega a través de
la observación y de la experiencia del ser; lo que es a priori; lo que deja de ser
racional y queda en un estado de pensamiento primitivo. Dicha concepción negativa
de la sensibilidad posiblemente la encontró en las claves de los filósofos
griegos que, tras la preocupación por idear leyes universales que hicieran de
la organización humana un orden estable, tal y como lo hizo Platón (trad. 2014;
trad. 1985; trad.2001) en sus diálogos,
leyes y La república. Asimismo, Kant fue conocedor del pensamiento de
Rousseau (trad. 2015), el cual tuvo también el afán por descubrir las claves sobre
el mantenimiento del bien común y la voluntad general para perpetuar la paz
social, empero, tuvo presente que el amor mantiene la posibilidad de desbordar
las pasiones y llegar al caos; a un estado alarmante de barbarie.
Sin
embargo, es necesario aclarar que la sensibilidad cuando se relaciona con el
amor puede ser letal; cuando se habla de pureza, de belleza, de la admiración
por algo, o en palabras de José Ortega y Gasset (1941), es la atribución que el
ser le da a un objeto de manera ideológica y falsa que como consecuencia,
mantiene al ser en un abismo dicotómico entre el amor y el odio, entre una
brecha sensible que puede ser la máxima gloria humana o la peor de las
tragedias.
La
vana idealización del amor es tan trágica que puede llevar al ser humano a atribuirle
falsas virtudes a una persona que carezca tanto de sensibilidad como de
razonamiento, así como de destreza, inteligencia, o estética personal, entre más, y que gracias al sujeto idealizador,
como consecuencia a la irresponsable inmadurez de dicho suceso, culmine en la trágica situación
de ver como un ser humano intente disfrazar
sus carencias psicológicas, patológicas, motrices, físicas o
sentimentales, hasta el punto de degenerar la propia existencia humana y culminar con la insuficiencia, es decir; de accidentar
su historia frente al devenir.
Si
se sabe perfectamente que el amor y la sensibilidad aparecen como un arma de
doble filo, es preciso señalar que el propio sentimiento, sumado a la capacidad
del ser por detonar la sensibilidad,
puede desbordar una pasión altamente peligrosa y completamente repugnante por
la humanidad: el odio. El siglo pasado fue muestra
concisa de la exacerbación del amor y del odio. El amor excesivo por los falsos
ideales sucumbieron en periodos de Guerras Mundiales, gracias a los
nacionalismos y los fascismos occidentales que, como en la Alemania nazi lo fue
el volks (culto al pueblo) o el amor
desbordado a una nación y sus proyectos, mostró empíricamente una línea frágil
que culminó en el odio de unos sobre otros; un cisma radical entre el ser y el otro.
No
bastó con idealizar proyectos de nación para atrapar las conciencias ignorantes
y mediocres de sociedades que comieron y digirieron los nacionalismos. No bastó
en lo mínimo con la creación de mitologías nacionalistas para crear héroes
surgidos de la nada y menos para encontrar enemigos en el pueblo judío. De la
misma forma en que los falsos ideales conducen a la miseria y podredumbre,
dicha finalización llevó al mundo a escenarios de aniquilación humana: de
muerte.
De
igual forma, el odio como sentimiento puede conducir a un sinnúmero de
desgracias que si no se tienen presentes y se omiten, heredarán en el futuro
rémoras que como fantasmas, aparecerán cotidianamente para demostrar la miseria
y la decadencia humana muy por encima de las fantasías mundanas que impiden
tener consciencia de la realidad.
¿Hacia
dónde conduce el odio?, como un sentimiento que se detona en contraste al amor
y su afinidad por algo, menciona Ortega (1941), puede conducir a la destrucción
por el otro (del ser a la otredad). Y de igual forma, puede encontrarse la raíz
de la idealización del odio en los viejos diálogos de Platón (trad. 2014) con
el sofista, en aquel razonamiento y debate entre el ser y el otro; el ser y la
nada; lo que se es y no se es; lo que existe y no existe, porque al igual que
el amor, se encuentra enraizado en principios vulnerables de la creación,
también el odio como el contrario puede conducir a la destrucción y la
aniquilación. De igual forma, afirmó Platón (trad. 2014) en aquel debate sobre
el ser y la nada (la otredad) que ésta existe en el momento en el que uno la
piensa o la imagina, es decir; lo que no es, también es; también existe, y lo
hace porque nos encontramos idealizando su existencia. Igualmente, el
amor como sentimiento irradia de facto los temores contrarios ante la pérdida
de lo amado, y despierta la consciencia sobre lo que no se quiere vivir.
Asimismo,
el siglo XX dio muestra de la destrucción y el odio que abanderó el nacional
socialismo alemán bajo la lógica de “amigo-enemigo” promovida y teorizada por
Carl Schmitt (trad. 1999), personaje que justificó la identidad nacional y el amor exacerbado por un proyecto de nación con el fin de contrarrestar a una crisis sin parangón, hasta el grado de intentar afirmar al nazismo ideológicamente como lo hizo Adolf Hitler (trad.
2000) en Mi lucha, bajo la lógica del
odio pleno hacia la comunidad judía. Esto sin mencionar que el pensamiento de
Kant, Hegel, Schopenahuer y Nietzsche[2],
fue una herramienta indispensable para argumentar la afirmación de la raza aria
en la historia mundial.
¿Hasta
dónde se pueden desbordar las pasiones del ser humano?, la respuesta es clara
cuando se entiende que el propio ser
conserva órdenes dionisiacos en su
interior que le hacen luchar constantemente contra órdenes apolíneos, es decir; la exaltación de lo sensible y el control de
ello. La respuesta puede ser sencilla cuando sabemos que el ser humano no puede
erradicar la sensibilidad, a pesar de que la ciencia, las leyes o el orden
social, busquen hegemónicamente el racionalismo.
El
ser humano es capaz de generar amor hacia algo servil y vulgar, así como
también puede amar sin condiciones socioculturales. También puede odiar en
exceso y puede desatar las peores crisis y tragedias que no sólo se manifiestan
en el aspecto individual, sino que maximizado puede conducir a la humanidad al
caos, la destrucción, la muerte, la decadencia, y a una tragedia irrevocable:
AL ETERNO RETORNO DE LO MISMO.
Bibliografía:
Ortega y Gasset, José (1941) “Estudios sobre el amor”, en Obras completas Tomo V [1933-1941],
Madrid, Revista de Occidente.
Platón (trad. 1985), Las leyes,
México, Porrúa.
Platón (trad. 2001), La República o
de lo justo; Fedro o del amor; Timeo o de la naturaleza; Critias o de la
Atlántida; el sofista o del ser, México, Porrúa.
Platón (trad. 2014), Diálogos de
Platón : Apología de Sócrates ; Fedro o del amor ; Simposio (Banquete) o de la
erótica ; Fedón o del alma ; Protágoras o los sofistas ; Critón o del deber ;
Ion o de la poesía ; Menón o de la virtud ; Parménides o de las ideas ; Cratilo
o del lenguaje, México, Editores mexicanos unidos.
Schmitt, Carl (trad. 1999), El
concepto de lo político [1932], Madrid, Alianza.
Hitler, Adolf (trad. 2000), Mi
lucha [1925], México, Editorial del Partido Nacional Socialista de América
Latina.
[1] Nacido
en la ciudad de Puebla, licenciado en Ciencias Políticas y maestro en Ciencias
Políticas por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla respaldado por el
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT). Actual candidato al
doctorado en Ciencias de Gobierno y Política por el ICGDE-BUAP (CONACYT).
[2]
Cabe mencionar que el pensamiento de Nietzsche fue mal interpretado por los
ideólogos nazis ya que, el mismo filósofo demostró desprecio hacia los
principios del nacionalismo alemán muchos años atrás.
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