De un sinnúmero de batallas.
En los sepulcros que auguran el fin de los recuerdos
encarnados en el espíritu,
En aquel espíritu humano que alejado del servilismo
científico nos hace ser demasiado humanos;
Como la danza Nietzscheana, dionisiaca, vital y sensible…
En la cual nos sublimamos ante el todo,
En la cual nos imponemos ante el tiempo,
Y nos afirmamos en la historia como la estrella polaris.
Tras el ritmo de una danza floreciste de la nada para hacer
a un lado a las sombras nocturnas de un siglo decadente,
Con la delicadeza de un Fouetté
tras la obertura de Tchaikovsky inmutaste las olas celestiales,
Coreando las formas del vitalismo de las luminarias cósmicas.
La métrica, la armonía, el ritmo, la sensibilidad, los
acordes, la música, las notas, la danza, la pasión…el silencio.
La única manera en que se desborda el enigma de la
existencia del Ser,
Con giros, saltos, caricias, y pasos.
Con la esencia y sustancia de un ballet clásico se
destruyeron paradigmas para reafirmarse en lo contemporáneo,
Habría que trascender con baile y música,
Habría que dar una vuelta a la vida,
Una roulette,
Al retorno eterno que libere las almas de la realidad.
Valdría la pena vivir de ensueños.
Vivir danzando como las mareas del cielo,
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