Me niego a perderte cuando he sido testigo,
De aquel edén subvertido,
Que encontré en una noche estrellada al mirar tus ojos,
Y al instante en que el encuentro de dos mundos fue posible ante
un dulce contacto.
Me niego a perderte
cuando has hecho de mi vida el mejor arte,
Que detrás de una lógica forzada logré encontrarte,
Bajo mareas celestiales que transmutan la realidad a otras
partes,
Cuando me has regalado un escape distante.
Me niego a perderte desde que descubrí que me encuentro tuyo,
Y te miro mía,
Cuando luchas contra terceros que te imponen el velo engañoso,
Pero renaces ante la vicisitud con una estoica firmeza vital.
Me niego a perderte porque te sueño,
Porque me sueñas,
Porque me haces creer en lo que dejé de mirar desde antaño,
Y porque me haces ser grande con entereza.
Diría cientos
de palabras,
Escribiría
mil letras,
Negaría tu ausencia,
Nadaría contra
las nubes,
Y te
afirmaría eternamente.
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