Para sublimarse en la existencia necesitamos cinco versos,
La búsqueda de cinco letras marchitas por el tiempo,
Para encontrarse en lo complejo,
Y regresar al comienzo.
Para reencontrarnos necesitamos dar cinco veces la vuelta,
Con giros, saltos, y con caricias al viento,
Para robarnos un beso y difuminarnos en un abrazo,
Como los grandes espíritus que danzan.
Para mirar las estrellas hace falta entenderlas cinco veces como las luminarias celestes,
Danzar de manera dionisiaca ante el crepúsculo de los
ídolos,
Bajo una cúpula mítica que sostiene dos astros fusionados en
arte,
En un azul que tras el horizonte aparece como un plano
infinito.
¿Pueden cinco vidas ser suficientes?
¿Pueden dos almas sublimarse en un llano eterno?
¿Puede la danza más bella mostrarnos el nur a nuestro alcance?
Podríamos girar eternamente con la sinfonía del sol.
Podríamos vivir cinco veces libres para expresar lo nuestro,
Lo callado,
Lo secreto,
Lo prohibido.
Sólo bastarían cinco letras para alcanzar la media noche,
Cinco puestas en escena para desbordar la magia,
Sin encontrar un borde,
Pero sí una sublimación eterna.
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