Mirando a las estrellas comprendí la sublime y
delicada manera en que la esencia y la sustancia del Ser se desvanecen para dar
cauce al encuentro con el Otro,
a tu encuentro conmigo para sumergirse en una
introspección donde las banalidades del presente y del pasado son despojadas para
contemplar la finalidad única de la existencia en este plano terrenal: la
felicidad.
Por debajo de un borde de mareas y de luces
nocturnas, los pasos incansables de dos espíritus que buscan superar lo
superfluo de lo humano se toman de la mano en búsqueda de algo incierto que
posiblemente se nombre: el futuro.
Algo que guarda misterios y seduce,
algo que esconde enigmas pero que apasiona y
excita,
algo que despierta miedo pero que es germen de
esperanza.
Algo que incendia dos miradas.
Son dos espíritus dentro de una estrella errante,
Son dos almas tomadas de la mano desafiando a
contracorriente la marea del tiempo y el espacio.
Dos espíritus que buscan ser fuertes.
Las confesiones,
el alma,
la autenticidad del encuentro con el Ser y con la
nada reivindican mil veces que lo trágico nos conecta con el todo con remitente
al infinito.
Dos almas que se muestran ante sí para romper la
barrera de la temporalidad,
para suspenderse en el viento y ser testigos de la
dinámica insaciable de una sociedad mundana que como una hidra se reproduce sin
cesar.
Dos almas varadas en el devenir que como robles se
mantienen estoicos ante desesperanza,
ante el caos y lo aberrante.
Dos almas por debajo de una cúpula de estrellas que
acarician lo trascendental.
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