En aquella decadencia que pareciera repetirse en una
constante.
El finiquito del alma, de lo humano en post de la manifestación de la radicalidad;
de lo objetivo, de lo racional y lo supuesto perfecto, de aquello que se interpreta como el suicidio del alma.
Hace un siglo el existencialismo plasmó el final de una era,
tras un siglo decadente, en el cual, tanto el odio y el amor
convergieron.
El fin del alma, y de la exaltación del Ser llegó a la
cumbre.
Podría ser una mirada,
algo especial,
un recuerdo,
un beso bajo la luna y la mirada de las estrellas,
la conexión de dos miradas bajo la construcción de un nuevo
mañana,
la unión de dos almas que se imponen ante la exigencia del
pasado…
Sólo quiero mirar un ángel,
ante la desgracia que retorna de nueva cuenta en un siglo
decadente.
Más allá del odio,
Más allá del amor,
Más allá de los recuerdos…
¿Hasta qué punto la esperanza puede sobrevivir en la
penumbra?,
¿Hasta qué momento la esperanza puede diferir de la utopía?
Si el destino permitió triunfar ante la adversidad,
Si el devenir regaló una nueva posibilidad ante la tragedia.
¿Será acaso el momento de desertar?
¿Será el tal vez el momento de volver a morir?, porque como
existe un momento para vivir también lo existe para morir…
¿Será tal vez el tiempo de renacer de las cenizas?
Si el tiempo fuera consejero pediría mil veces a tiempo
regresar al comienzo, y no dar vueltas al destino,
Pediría mil veces regresar al inicio y escuchar a las
sombras que palpitan la génesis de la existencia…
Nadie dijo que la vida era sencilla cuando ésta muestra al
edén frente a las desgracias de la vida.
Nadie dijo que la maldición sería tan fácil de sobrellevar,
cuando no existe oportunidad de revertirla.
Si el tiempo fuera consejero pediría mil veces regresar al él,
Regresar al comienzo,
Regresar al inicio de esta historia para poder vivir en
soledad sabiendo de mi ocaso,
Sabiendo de lo ajeno, sabiéndome desterrado…
¿Hasta qué momento mis cartas seguirán hablándote?
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