México al igual que la mayoría de los países de Latinoamérica que fueron ferozmente conquistados por monarquías de occidente, cuentan con una vasta historia llena de barbarie y se ha descuidado la gran importancia que tiene ese sometimiento pasado, presente en el desarrollo de los distintos sistemas políticos que han surgido en Latinoamérica, en especial el sistema político mexicano. Desde la conquista bárbara de parte de la corona Española, y tras haber arrancado de tajo a la mayoría de las civilizaciones asentadas en México con el pretexto de la evangelización católica, nuestras sociedades caminarían hacia un “letargo” histórico e intelectual, dando origen a la formación de nuevas imposiciones y de sumisiones que quedaron arraigados en el inconsciente del mexicano y que afectan en la actualidad a nuestro desarrollo social.
La visión del conquistador era como lo que nos describe Leopoldo Zea; “el hombre occidental”, plagado de eurocentrismo, también dejó permanencia dentro de la cultura nata de la nación y ese mismo factor se ha transportado como rasgo distintivo del mexicano tanto cultural y dentro del sistema político, hasta el extremo de copiar vagamente todo lo desarrollado en países que son diametralmente opuestos al nuestro, al igual que la influencia norteamericana, son los factores que han hecho un mestizaje no solo racial, sino cultural y con gran resalto en el sistema político mexicano.
Mientras el español instauraba el Virreinato, las preocupaciones eran, en primera instancia, la administración y el control del dinero recaudado, el pretexto evangelizador, que paradójicamente instauraría un sistema de castas que de igual forma han pesado sobre la conciencia del mexicano hasta el día de hoy haciendo trascender las desigualdades como un rasgo notorio en el país, empero la posición jerárquica que se manejó desde el México prehispánico hasta la conformación en 1929 del Partido Nacional Revolucionario (PNR) y la circulación de élites, oligarquías, y clases procedentes algunas desde la colonia.
El sistema político mexicano con el antecedente ya mencionado, es la constante para su formación y es el “engranaje” que ha permitido ser una maquinaria eficaz de dominación dentro de los países del continente. Existen constantes dentro del marco histórico de nuestro México, uno de los que también resalta a gran escala y que en infinidad de veces, es “echado a un lado”, es sin duda la imagen del cacique; aquella imagen “patronal”, dueño de bastantes tierras, de poder inmensurable, dueño y amo de las decisiones que se toman en el país.
El cacique, de baja a alta escala, representa además de una “pirámide de poder” en nuestro sistema político, que además se refleja en la institucionalización del país en 1929 por el Partido Nacional Revolucionario o PNR, lo cual logró simpatizar con lo señalado por Carlos Loret de Mola Mediz en su obra “Los Caciques” , cabe señalar a la imagen del cacique, herencia de la época prehispánica, reproducida en cualquier persona, en nuestro país donde tristemente cualquiera puede convertirse en uno de ellos al tener un poco de éxito.
Es por esto la gran importancia y peso que tiene el cacique en el sistema político mexicano, uno de tantos factores que llevarían a Calles a promover un país de instituciones, cosa que con anterioridad tanto Juárez como Díaz lograron controlar y fortalecer en base a negociaciones, a su vez, respaldados por Norteamérica el cual también ha tenido gran peso para establecer las reglas del juego de nuestro país.
Nuestro sistema político mexicano, naciente de una pesadilla monstruosa, se levanta con “laudes” bañados de dolor y de muerte, nace una nación con un pasado que desea ser olvidado, pero que permanece más en nuestro presente como lo demuestra la hermenéutica de nuestro existir, la construcción y formación del pasado presente en el hoy.
El sistema político mexicano que se jacta día a día de la independencia de la corona española y de los imperios de Occidente, se jacta de una revolución que más allá de buscar “igualdad, libertad y justicia”, se estaciona en el “no progreso” y se asienta en la desigualdad social, sin embargo le da pauta a la unión de todas las tiranías concentrándose en las necesidades quiméricas de un pueblo explotado y la conformación deficiente de un sistema político, al igual que la mención de Escalante: “La construcción de un Estado moderno no estaba en el interés de nadie, salvo en el de la clase política, o de una parte de ella. Los pueblos, los hacendados, los militares, buscaban su espacio en alguna otra parte, en un orden que mantuviera sus privilegios y que aumentara su capacidad para obrar”.
Se podría decir que el régimen prevaleciente resultado de los despojos de la corona española, ha sabido avanzar “contra marea” durante 200 años, las élites dominantes, las oligarquías, el clero, a diferencia de la milicia que pudo ser “amansadas” por las anteriores, ya mencionadas, son una constante hoy en día y tienen un peso e importancia inimaginable en la toma de decisiones de nuestro sistema político , sobrepasando las esferas de organización social y recayendo en la conciencia del mexicano, la cual le ha hecho un pesar completamente frente a la imagen presidencial, la cual fue culminada bajo el presidencialismo tan distintivo de nuestro sistema político mexicano.
Desde la imagen misma del cacique de baja, media y alta escala, hasta lo mencionado por Cosío Villegas: “El cambio aumenta mucho el poder del presidente la creencia de que puede resolver cualquier problema con solo querer proponérselo, creencia general entre los mexicanos, de cualquier clase social que sean, si bien todavía más, como es natural, entre las clases bajas y en particular entre los indios y campesinos. Estos, en realidad, le dan una proyección divina, convirtiéndolo en el Señor de Gran Poder, como muy significativamente llaman los sevillanos a Jesucristo”.
En el año de 1929 se institucionaliza la “pesadez” de nuestra desgracia, y también casi a suplir el “vacío de poder” dejado por Don Porfirio Díaz, afamado por procurar y conservar a las clases dominantes ya mencionadas (entiéndase, élites, oligarquías, milicia), y fortalecidas en el surgimiento del Partido Nacional Revolucionario promoviendo la iniciativa privada extranjera, a respuesta el apoyo norteamericano para la construcción de un “orden”.
En contraste, el campesinado, y las clases bajas que eran mayoría, se sometían a injusticias caudillistas, a pobreza, a abusos, a explotación y miseria, las cuales se levantarían en contra del régimen haciéndose notar en 1910 canalizando las necesidades en la imagen de Zapata y Villa.
Después del exilio de Díaz tras su larga dictadura, Madero representó una “catarsis”, retomando a la no reelección, que a su vez, Díaz aprovechó fructuosamente a su llegada al poder, promoviendo la “democracia” en un país que se encontraba en guerra. Aprovecharon las leyes y el contractualismo, para tener un papel trascendental en el sistema político mexicano con la imagen de Carranza, pero no sería un buen “solvente” para los problemas desatados por la desigualdad social, cabe mencionar aquella frase tan famosa de don Porfirio al dejar el poder haciendo referencia a la entrada de Madero: “Ha despertado al tigre, a ver si puede con él”, y ese mismo “tigre” fue el que terminó con el sueño democrático de él y de su asesor directo José Vasconcelos, tras la muerte de Madero meses después de conquistar la presidencia del país .
Mientras Díaz lograba fraccionar el poder eficazmente y representando un punto de equilibrio que se vio reflejado durante su largo mandato a su salida ya mencionada, representó una problemática social, desatando una lucha sangrienta en nuestra nación, por el poder, reflejada en lo que se considera como “guerra civil de 1910”, y en los asesinatos de aquellos que tenían la osadía de proveerse en torno a la figura presidencial, es decir, a la sombra dejada por el viejo Dictador, en consecuencia, “frente a esta situación tan embrolladora, y sin duda con el recuerdo de las escisiones sangrientas de 1920 y de 1924, en las cuales había participado activamente.
Plutarco Elías Calles tuvo que optar por la solución de institucionalizar el país y de formar el Partido Nacional Revolucionario, en donde después de la primera convención saliera el candidato a presidente constitucional, que todos se comprometerían a aceptar y apoyar”. De forma efectiva, la imagen del presidente como ya la mencionamos tendría un “gran poder mesiánico” que sería parte eficiente de la consolidación de la función del sistema político mexicano.
De regreso a 1929, el PNR logra cooptar lo que Víctor López Villafañe denomina como “fuerzas sociales revolucionarias, militares, caciques, agraristas entre otros, de una forma tan eficiente que se hará prevalecer por muchas generaciones como un sistema altamente eficaz y que también continúa cooptando y centralizando todo tipo de poder de nuestra nación.
“El presidencialismo surgió a la par de la destrucción del caudillismo” retomaría Cosío Villegas de Arnoldo Córdova y Pablo González Casanova , es así como la aparición del Partido Nacional Revolucionario logró unificar el “rompecabezas”, cooptando tanto a grupos de presión como grupos de interés, campesinos, obreros, caciques, “pseudo-partidos políticos”, entre otros, incorporándolos a las filas de un gran “tren” nacionalista que no encontraría por ningún motivo un obstáculo en su camino. El proceso político nacional al final del siglo XIX y principios del siglo XX, nos menciona Cosío Villegas, que la sociedad no representaría algo importante en las decisiones, ya que el papel importante lo tuvieron: “los presidentes, sus secretarios de Estado, los gobernadores, los generales, legisladores, jueces, caciques, más de un puñado de intelectuales y escritores” , ya que únicamente ellos tuvieron influencia en lo antes mencionado.
“La magia” sorprendente con la que el Partido Nacional Revolucionario logró centralizar el poder, fue lo que representó para muchos como el estandarte que los identificaría, y que institucionalizaría las desigualdades y conflictos de la nación, llegaría a ser el mediador de un sinnúmero de disputas presentes en todo el país, mediante una serie de “eslabones” que encadenarían tan rotundo éxito y que son descritos por Cosío Villegas en el nacimiento del sistema político mexicano fueron: la promulgación de la constitución de 1917, la reelección de Álvaro Obregón y su asesinato, la creación del Partido de Estado junto con la Familia Revolucionaria, el Maximato y el exilio de Plutarco Elías Calles, el auge de la monarquía absoluta sexenal.
Primordialmente, también estructuraría la imagen del cacique mexicano, sería la “fachada” de los grupos de poder y sería sin duda alguna “la fábrica” productora de caciques y sofocadora de anarquías, el presidencialismo, al igual que el caciquismo, sería uno de esos “eslabones” que harían del sistema político mexicano una cadena férrea y “a circunstancia que para ser presidente sea preciso pertenecer a la familia revolucionaria, ha llevado al comentarista “chocarrero” a afirmar la decisión anterior diciendo que se trata de una monarquía absoluta sexenal y hereditaria en línea transversal”.
Así tras la evolución de PNR (Partido Nacional Revolucionario) después de su aparición en 1929, pasó a ser PRM (Partido de la Revolución Mexicana) y que culminaría majestuosamente como lo que conocemos ahora como: PRI (Partido Revolucionario Institucional), el cual tras su hegemonía partidista, recibió el nombre de “Partido Hegemónico Pragmático” por Giovanni Sartori . Lo anterior pudo ser posible tras la llegada al poder de Lázaro Cárdenas, pues fue la imagen principal con la que se instauró “la maquinaria presidencialista”, cabe aclarar que pudo haber sido cualquier personaje pues las disputas y conflictos y la planeación para remediarlas ya estaban casi estructuradas con anterioridad.
Surgirían también “partidos mercenarios”, que darían legitimización a las acciones del gran “imperio partidista” y sustentarían el largo dominio en el que ha estado sujeto el sistema político mexicano, ya que algunos puntos de tensión, que llegaron a presentarse en contra de la hegemonía partidista del PNR-PRM-PRI, fueron sofocadas al igual que el movimiento Vasconcelista y la represión en contra del mismo, el escándalo famoso de la elección de 1989, y la más reciente 2006, las medidas siempre empleadas han sido las caracterizadas por todo buen cacique como: violencia, represión, asesinatos, fraudes y también negociaciones respaldadas en los corporativos que fortalecían el partido y viceversa, legitimando históricamente, todas las atrocidades en el sufragio y estarían avalados por todos los grupos de poder y clases dominantes élites u oligarquías, para dar un esplendor de dominio al Partido Revolucionario Institucional.
Cabe resaltar que los partidos opositores de gran peso en contra del dominio priista, han salido de las cúpulas y han hecho de la democratización un tema altamente cuestionable, ya que la “supuesta transición” del año 2000, que más allá de ser una transición, fue una alternancia de poder sustentado bajo el mismo régimen retomando aquel estudio de Silvia Gómez Tagle “La transición inconclusa” y haciendo hincapié en lo señalado y forjando una reflexión del estudio de Mauricio Merino en “La transición votada” .
Es cuestionable hablar de democracia cuando ésta se ve destruida en el aspecto equitativo de uno de sus sinónimos, pero es una forma más de caer en un eurocentrismo o también “norteamericanismo”, si bien México, ha tenido que imitar inútilmente a países con un gran desarrollo, ya que nuestro país al igual que Latinoamérica es un “Híbrido” como lo mencionado por Néstor García Canclini en “Culturas Hibridas estrategias para entrar y salir de la modernidad” . Ahora se goza de un espectáculo cual más gran circo, plagado de campañas de desprestigio, como las ya vistas en 2006 y ocasionado a la falta de propuestas reales y adaptado al gran espectáculo que envuelve a la sociedad, “pero el caciquismo, la religiosidad y la manipulación comunicacional conducen el pensamiento de las masas. Las élites cultivan la poesía y el arte de vanguardia, mientras las mayorías son analfabetas” , mientras el pueblo sigue sofocado y palurdo a su vez por la deficiente labor de los encargados en guiar o de facilitar el progreso de nuestro país, y que es notorio en nuestra realidad, aunque para algunos no tiene importancia.
Aspectos olvidados o “echados a un lado” por muchos en las ciencias sociales practicadas en nuestro país, donde a lo largo de la licenciatura llegué a encontrar el eurocentrismo similar a lo planteado por Leopoldo Zea “esa moda proveniente de Occidente, del pensamiento traído e imitado” en nuestro país, y también de la influencia Norteamericana y que no corresponde con nuestra realidad, pero que al igual que en nuestro sistema político, es implementado y en ocasiones forzado a establecerse a tabla rasa.
A su vez las imposiciones asemejan al conquistador que es la sombra que ha subyugado a la nación, tal es lo revelado por los filtros de información de wikileaks recientemente publicados en la jornada.
Es también un eslabón más en la subordinación intelectual que se ha desarrollado en nuestro país, como ya se ha mencionado, debemos regresar a nosotros, a nuestras condiciones, a nuestras “circunstancias” dichas ya por Zea, echemos un vistazo a Octavio Paz, a Zea, a García Márquez, debemos ser los “nómadas” como menciona Canclini, y necesitamos hacer de nuestras ciencias sociales adecuadas a nuestra realidad, recuperemos la historia que difícilmente podemos tener el acceso libre y con veracidad, veamos al Paramo de Rulfo y dejar a un lado el Eurocentrismo y el pensar norteamericano, ya que las ciencias sociales contribuyen a dificultar la visión del que las estudia comparada con la realidad. “Las ciencias sociales contribuyen a esa dificultad con sus diferentes escalas de observación. “El antropólogo llega a la ciudad a pie, el sociólogo en auto y por la autopista principal, el comunicólogo en avión. Cada uno registra lo que puede, construye una revisión distinta y, por lo tanto, parcial. Hay una cuarta perspectiva, la del historiador, que no se adquiere entrando sino saliendo de la ciudad, desde su centro antiguo hacia las orillas contemporáneas. Pero el centro de la ciudad actual ya no está en el pasado”.
De la misma forma que la ciencia política incapaz de encontrar un acercamiento con la realidad se ha distorsionado en su campo de estudio, dado a su vez a algunos la necesidad de dar por muerta a la misma disciplina, y obviamente seria estremecedor si observáramos la siguiente cita en uno de los estandartes de la ciencia política contemporánea:
“Si se compara el patrón del presidencialismo de América del sur, el mexicano nunca ha sido interrumpido por golpes militares, no se ha caracterizado por oscilaciones entre excesos de poder e importancia”
Y por eso y más, la necesidad de rescatar a nuestra ciencia política, pues tenemos las armas solo falta hacer un lado la soberbia metodológica, ya que ésta no puede seguir cegada, resalto la gran paradoja encontrada en Villafañe vista como una incongruencia relevante, su estudio con “tintes racionalistas pintados con brocha marxista”. El estudio de Villafañe es de sorprender al igual que lo hace la misma Ciencia Política, de la misma forma constituye una de las cuestiones ya mencionadas pasa sin ver la importancia los personajes singulares en la política de San Luis Potosí a los que considera como políticos destacados, tal es el caso de Saturnino Cedillo y Gonzalo N. Santos, los cuales en la novela de Loret de Mola son considerados como los grandes caciques de dicha ciudad.
Es un hecho irrefutable, el ver la misma hegemonía que le ha dado vida a nuestro sistema político mexicano, la cual es desapercibida por la ciencia política, tratando de ser adaptada a estudios que no “embonan” con la realidad mexicana, así, no puedo negar de ninguna manera el poder de la sombra del Partido de Estado, que tras los estudios a distintos niveles no se puede explicar lo publicado en el diario Milenio sobre el estudio del Doctor Diego Velázquez Caballero , el cual es ahora una realidad con el gobierno en turno del Estado de Puebla, en donde señala que la fuga de priistas dan partida al “transfuguismo político”, en donde priistas pasan a las “riendas” de otros partidos y logran colocarse en los puestos públicos, tal es el caso del Gobernador electo Rafael Moreno Valle, el cual fue miembro directo del PRI, y que ahora tras el seguimiento de dicho estudio pasó a ser miembro del PAN y de muchos más que hasta a nivel nacional, dejan al priismo para incorporarse a otros partidos y ocupar puestos públicos, ha dado certeza a lo antes mencionado, y también nos hace muestra de la “dominación hegemónica” de nuestro sistema político de antaño.
Ahora es momento de cuestionar de manera relevante si la Ciencia Política ha sido capaz, con alguna de sus teorías, de responder a sucesos o acontecimientos como los antes señalados, en nuestro continente, en nuestro México, observar la incapacidad de responder a las necesidades señaladas por la sociedad actual, y exigencias del mundo posmoderno que en muchas ocasiones deja en un estancamiento de desarrollo y de progreso a nuestras sociedades. Regresemos a nuestra historia, a nuestro “vitalismo”, nuestras “circunstancias”, nuestro continente, al nuestros países, ya que las exigencias irán cambiando y no podemos quedarnos en el letargo en el que nos encontramos como científicos sociales.
Mientras el español instauraba el Virreinato, las preocupaciones eran, en primera instancia, la administración y el control del dinero recaudado, el pretexto evangelizador, que paradójicamente instauraría un sistema de castas que de igual forma han pesado sobre la conciencia del mexicano hasta el día de hoy haciendo trascender las desigualdades como un rasgo notorio en el país, empero la posición jerárquica que se manejó desde el México prehispánico hasta la conformación en 1929 del Partido Nacional Revolucionario (PNR) y la circulación de élites, oligarquías, y clases procedentes algunas desde la colonia.
El sistema político mexicano con el antecedente ya mencionado, es la constante para su formación y es el “engranaje” que ha permitido ser una maquinaria eficaz de dominación dentro de los países del continente. Existen constantes dentro del marco histórico de nuestro México, uno de los que también resalta a gran escala y que en infinidad de veces, es “echado a un lado”, es sin duda la imagen del cacique; aquella imagen “patronal”, dueño de bastantes tierras, de poder inmensurable, dueño y amo de las decisiones que se toman en el país.
El cacique, de baja a alta escala, representa además de una “pirámide de poder” en nuestro sistema político, que además se refleja en la institucionalización del país en 1929 por el Partido Nacional Revolucionario o PNR, lo cual logró simpatizar con lo señalado por Carlos Loret de Mola Mediz en su obra “Los Caciques” , cabe señalar a la imagen del cacique, herencia de la época prehispánica, reproducida en cualquier persona, en nuestro país donde tristemente cualquiera puede convertirse en uno de ellos al tener un poco de éxito.
Es por esto la gran importancia y peso que tiene el cacique en el sistema político mexicano, uno de tantos factores que llevarían a Calles a promover un país de instituciones, cosa que con anterioridad tanto Juárez como Díaz lograron controlar y fortalecer en base a negociaciones, a su vez, respaldados por Norteamérica el cual también ha tenido gran peso para establecer las reglas del juego de nuestro país.
Nuestro sistema político mexicano, naciente de una pesadilla monstruosa, se levanta con “laudes” bañados de dolor y de muerte, nace una nación con un pasado que desea ser olvidado, pero que permanece más en nuestro presente como lo demuestra la hermenéutica de nuestro existir, la construcción y formación del pasado presente en el hoy.
El sistema político mexicano que se jacta día a día de la independencia de la corona española y de los imperios de Occidente, se jacta de una revolución que más allá de buscar “igualdad, libertad y justicia”, se estaciona en el “no progreso” y se asienta en la desigualdad social, sin embargo le da pauta a la unión de todas las tiranías concentrándose en las necesidades quiméricas de un pueblo explotado y la conformación deficiente de un sistema político, al igual que la mención de Escalante: “La construcción de un Estado moderno no estaba en el interés de nadie, salvo en el de la clase política, o de una parte de ella. Los pueblos, los hacendados, los militares, buscaban su espacio en alguna otra parte, en un orden que mantuviera sus privilegios y que aumentara su capacidad para obrar”.
Se podría decir que el régimen prevaleciente resultado de los despojos de la corona española, ha sabido avanzar “contra marea” durante 200 años, las élites dominantes, las oligarquías, el clero, a diferencia de la milicia que pudo ser “amansadas” por las anteriores, ya mencionadas, son una constante hoy en día y tienen un peso e importancia inimaginable en la toma de decisiones de nuestro sistema político , sobrepasando las esferas de organización social y recayendo en la conciencia del mexicano, la cual le ha hecho un pesar completamente frente a la imagen presidencial, la cual fue culminada bajo el presidencialismo tan distintivo de nuestro sistema político mexicano.
Desde la imagen misma del cacique de baja, media y alta escala, hasta lo mencionado por Cosío Villegas: “El cambio aumenta mucho el poder del presidente la creencia de que puede resolver cualquier problema con solo querer proponérselo, creencia general entre los mexicanos, de cualquier clase social que sean, si bien todavía más, como es natural, entre las clases bajas y en particular entre los indios y campesinos. Estos, en realidad, le dan una proyección divina, convirtiéndolo en el Señor de Gran Poder, como muy significativamente llaman los sevillanos a Jesucristo”.
En el año de 1929 se institucionaliza la “pesadez” de nuestra desgracia, y también casi a suplir el “vacío de poder” dejado por Don Porfirio Díaz, afamado por procurar y conservar a las clases dominantes ya mencionadas (entiéndase, élites, oligarquías, milicia), y fortalecidas en el surgimiento del Partido Nacional Revolucionario promoviendo la iniciativa privada extranjera, a respuesta el apoyo norteamericano para la construcción de un “orden”.
En contraste, el campesinado, y las clases bajas que eran mayoría, se sometían a injusticias caudillistas, a pobreza, a abusos, a explotación y miseria, las cuales se levantarían en contra del régimen haciéndose notar en 1910 canalizando las necesidades en la imagen de Zapata y Villa.
Después del exilio de Díaz tras su larga dictadura, Madero representó una “catarsis”, retomando a la no reelección, que a su vez, Díaz aprovechó fructuosamente a su llegada al poder, promoviendo la “democracia” en un país que se encontraba en guerra. Aprovecharon las leyes y el contractualismo, para tener un papel trascendental en el sistema político mexicano con la imagen de Carranza, pero no sería un buen “solvente” para los problemas desatados por la desigualdad social, cabe mencionar aquella frase tan famosa de don Porfirio al dejar el poder haciendo referencia a la entrada de Madero: “Ha despertado al tigre, a ver si puede con él”, y ese mismo “tigre” fue el que terminó con el sueño democrático de él y de su asesor directo José Vasconcelos, tras la muerte de Madero meses después de conquistar la presidencia del país .
Mientras Díaz lograba fraccionar el poder eficazmente y representando un punto de equilibrio que se vio reflejado durante su largo mandato a su salida ya mencionada, representó una problemática social, desatando una lucha sangrienta en nuestra nación, por el poder, reflejada en lo que se considera como “guerra civil de 1910”, y en los asesinatos de aquellos que tenían la osadía de proveerse en torno a la figura presidencial, es decir, a la sombra dejada por el viejo Dictador, en consecuencia, “frente a esta situación tan embrolladora, y sin duda con el recuerdo de las escisiones sangrientas de 1920 y de 1924, en las cuales había participado activamente.
Plutarco Elías Calles tuvo que optar por la solución de institucionalizar el país y de formar el Partido Nacional Revolucionario, en donde después de la primera convención saliera el candidato a presidente constitucional, que todos se comprometerían a aceptar y apoyar”. De forma efectiva, la imagen del presidente como ya la mencionamos tendría un “gran poder mesiánico” que sería parte eficiente de la consolidación de la función del sistema político mexicano.
De regreso a 1929, el PNR logra cooptar lo que Víctor López Villafañe denomina como “fuerzas sociales revolucionarias, militares, caciques, agraristas entre otros, de una forma tan eficiente que se hará prevalecer por muchas generaciones como un sistema altamente eficaz y que también continúa cooptando y centralizando todo tipo de poder de nuestra nación.
“El presidencialismo surgió a la par de la destrucción del caudillismo” retomaría Cosío Villegas de Arnoldo Córdova y Pablo González Casanova , es así como la aparición del Partido Nacional Revolucionario logró unificar el “rompecabezas”, cooptando tanto a grupos de presión como grupos de interés, campesinos, obreros, caciques, “pseudo-partidos políticos”, entre otros, incorporándolos a las filas de un gran “tren” nacionalista que no encontraría por ningún motivo un obstáculo en su camino. El proceso político nacional al final del siglo XIX y principios del siglo XX, nos menciona Cosío Villegas, que la sociedad no representaría algo importante en las decisiones, ya que el papel importante lo tuvieron: “los presidentes, sus secretarios de Estado, los gobernadores, los generales, legisladores, jueces, caciques, más de un puñado de intelectuales y escritores” , ya que únicamente ellos tuvieron influencia en lo antes mencionado.
“La magia” sorprendente con la que el Partido Nacional Revolucionario logró centralizar el poder, fue lo que representó para muchos como el estandarte que los identificaría, y que institucionalizaría las desigualdades y conflictos de la nación, llegaría a ser el mediador de un sinnúmero de disputas presentes en todo el país, mediante una serie de “eslabones” que encadenarían tan rotundo éxito y que son descritos por Cosío Villegas en el nacimiento del sistema político mexicano fueron: la promulgación de la constitución de 1917, la reelección de Álvaro Obregón y su asesinato, la creación del Partido de Estado junto con la Familia Revolucionaria, el Maximato y el exilio de Plutarco Elías Calles, el auge de la monarquía absoluta sexenal.
Primordialmente, también estructuraría la imagen del cacique mexicano, sería la “fachada” de los grupos de poder y sería sin duda alguna “la fábrica” productora de caciques y sofocadora de anarquías, el presidencialismo, al igual que el caciquismo, sería uno de esos “eslabones” que harían del sistema político mexicano una cadena férrea y “a circunstancia que para ser presidente sea preciso pertenecer a la familia revolucionaria, ha llevado al comentarista “chocarrero” a afirmar la decisión anterior diciendo que se trata de una monarquía absoluta sexenal y hereditaria en línea transversal”.
Así tras la evolución de PNR (Partido Nacional Revolucionario) después de su aparición en 1929, pasó a ser PRM (Partido de la Revolución Mexicana) y que culminaría majestuosamente como lo que conocemos ahora como: PRI (Partido Revolucionario Institucional), el cual tras su hegemonía partidista, recibió el nombre de “Partido Hegemónico Pragmático” por Giovanni Sartori . Lo anterior pudo ser posible tras la llegada al poder de Lázaro Cárdenas, pues fue la imagen principal con la que se instauró “la maquinaria presidencialista”, cabe aclarar que pudo haber sido cualquier personaje pues las disputas y conflictos y la planeación para remediarlas ya estaban casi estructuradas con anterioridad.
Surgirían también “partidos mercenarios”, que darían legitimización a las acciones del gran “imperio partidista” y sustentarían el largo dominio en el que ha estado sujeto el sistema político mexicano, ya que algunos puntos de tensión, que llegaron a presentarse en contra de la hegemonía partidista del PNR-PRM-PRI, fueron sofocadas al igual que el movimiento Vasconcelista y la represión en contra del mismo, el escándalo famoso de la elección de 1989, y la más reciente 2006, las medidas siempre empleadas han sido las caracterizadas por todo buen cacique como: violencia, represión, asesinatos, fraudes y también negociaciones respaldadas en los corporativos que fortalecían el partido y viceversa, legitimando históricamente, todas las atrocidades en el sufragio y estarían avalados por todos los grupos de poder y clases dominantes élites u oligarquías, para dar un esplendor de dominio al Partido Revolucionario Institucional.
Cabe resaltar que los partidos opositores de gran peso en contra del dominio priista, han salido de las cúpulas y han hecho de la democratización un tema altamente cuestionable, ya que la “supuesta transición” del año 2000, que más allá de ser una transición, fue una alternancia de poder sustentado bajo el mismo régimen retomando aquel estudio de Silvia Gómez Tagle “La transición inconclusa” y haciendo hincapié en lo señalado y forjando una reflexión del estudio de Mauricio Merino en “La transición votada” .
Es cuestionable hablar de democracia cuando ésta se ve destruida en el aspecto equitativo de uno de sus sinónimos, pero es una forma más de caer en un eurocentrismo o también “norteamericanismo”, si bien México, ha tenido que imitar inútilmente a países con un gran desarrollo, ya que nuestro país al igual que Latinoamérica es un “Híbrido” como lo mencionado por Néstor García Canclini en “Culturas Hibridas estrategias para entrar y salir de la modernidad” . Ahora se goza de un espectáculo cual más gran circo, plagado de campañas de desprestigio, como las ya vistas en 2006 y ocasionado a la falta de propuestas reales y adaptado al gran espectáculo que envuelve a la sociedad, “pero el caciquismo, la religiosidad y la manipulación comunicacional conducen el pensamiento de las masas. Las élites cultivan la poesía y el arte de vanguardia, mientras las mayorías son analfabetas” , mientras el pueblo sigue sofocado y palurdo a su vez por la deficiente labor de los encargados en guiar o de facilitar el progreso de nuestro país, y que es notorio en nuestra realidad, aunque para algunos no tiene importancia.
Aspectos olvidados o “echados a un lado” por muchos en las ciencias sociales practicadas en nuestro país, donde a lo largo de la licenciatura llegué a encontrar el eurocentrismo similar a lo planteado por Leopoldo Zea “esa moda proveniente de Occidente, del pensamiento traído e imitado” en nuestro país, y también de la influencia Norteamericana y que no corresponde con nuestra realidad, pero que al igual que en nuestro sistema político, es implementado y en ocasiones forzado a establecerse a tabla rasa.
A su vez las imposiciones asemejan al conquistador que es la sombra que ha subyugado a la nación, tal es lo revelado por los filtros de información de wikileaks recientemente publicados en la jornada.
Es también un eslabón más en la subordinación intelectual que se ha desarrollado en nuestro país, como ya se ha mencionado, debemos regresar a nosotros, a nuestras condiciones, a nuestras “circunstancias” dichas ya por Zea, echemos un vistazo a Octavio Paz, a Zea, a García Márquez, debemos ser los “nómadas” como menciona Canclini, y necesitamos hacer de nuestras ciencias sociales adecuadas a nuestra realidad, recuperemos la historia que difícilmente podemos tener el acceso libre y con veracidad, veamos al Paramo de Rulfo y dejar a un lado el Eurocentrismo y el pensar norteamericano, ya que las ciencias sociales contribuyen a dificultar la visión del que las estudia comparada con la realidad. “Las ciencias sociales contribuyen a esa dificultad con sus diferentes escalas de observación. “El antropólogo llega a la ciudad a pie, el sociólogo en auto y por la autopista principal, el comunicólogo en avión. Cada uno registra lo que puede, construye una revisión distinta y, por lo tanto, parcial. Hay una cuarta perspectiva, la del historiador, que no se adquiere entrando sino saliendo de la ciudad, desde su centro antiguo hacia las orillas contemporáneas. Pero el centro de la ciudad actual ya no está en el pasado”.
De la misma forma que la ciencia política incapaz de encontrar un acercamiento con la realidad se ha distorsionado en su campo de estudio, dado a su vez a algunos la necesidad de dar por muerta a la misma disciplina, y obviamente seria estremecedor si observáramos la siguiente cita en uno de los estandartes de la ciencia política contemporánea:
“Si se compara el patrón del presidencialismo de América del sur, el mexicano nunca ha sido interrumpido por golpes militares, no se ha caracterizado por oscilaciones entre excesos de poder e importancia”
Y por eso y más, la necesidad de rescatar a nuestra ciencia política, pues tenemos las armas solo falta hacer un lado la soberbia metodológica, ya que ésta no puede seguir cegada, resalto la gran paradoja encontrada en Villafañe vista como una incongruencia relevante, su estudio con “tintes racionalistas pintados con brocha marxista”. El estudio de Villafañe es de sorprender al igual que lo hace la misma Ciencia Política, de la misma forma constituye una de las cuestiones ya mencionadas pasa sin ver la importancia los personajes singulares en la política de San Luis Potosí a los que considera como políticos destacados, tal es el caso de Saturnino Cedillo y Gonzalo N. Santos, los cuales en la novela de Loret de Mola son considerados como los grandes caciques de dicha ciudad.
Es un hecho irrefutable, el ver la misma hegemonía que le ha dado vida a nuestro sistema político mexicano, la cual es desapercibida por la ciencia política, tratando de ser adaptada a estudios que no “embonan” con la realidad mexicana, así, no puedo negar de ninguna manera el poder de la sombra del Partido de Estado, que tras los estudios a distintos niveles no se puede explicar lo publicado en el diario Milenio sobre el estudio del Doctor Diego Velázquez Caballero , el cual es ahora una realidad con el gobierno en turno del Estado de Puebla, en donde señala que la fuga de priistas dan partida al “transfuguismo político”, en donde priistas pasan a las “riendas” de otros partidos y logran colocarse en los puestos públicos, tal es el caso del Gobernador electo Rafael Moreno Valle, el cual fue miembro directo del PRI, y que ahora tras el seguimiento de dicho estudio pasó a ser miembro del PAN y de muchos más que hasta a nivel nacional, dejan al priismo para incorporarse a otros partidos y ocupar puestos públicos, ha dado certeza a lo antes mencionado, y también nos hace muestra de la “dominación hegemónica” de nuestro sistema político de antaño.
Ahora es momento de cuestionar de manera relevante si la Ciencia Política ha sido capaz, con alguna de sus teorías, de responder a sucesos o acontecimientos como los antes señalados, en nuestro continente, en nuestro México, observar la incapacidad de responder a las necesidades señaladas por la sociedad actual, y exigencias del mundo posmoderno que en muchas ocasiones deja en un estancamiento de desarrollo y de progreso a nuestras sociedades. Regresemos a nuestra historia, a nuestro “vitalismo”, nuestras “circunstancias”, nuestro continente, al nuestros países, ya que las exigencias irán cambiando y no podemos quedarnos en el letargo en el que nos encontramos como científicos sociales.
Parte Cuarta, texto obtenido de tesis de licenciatura, Cfr., Lozada Morales, Gerardo, (2011), Tragedia y Modernidad. La necesidad de nuevos paradigmas para la Ciencia Política, Tesis, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
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