miércoles, 6 de abril de 2016

RESEÑA SOBRE LA NUEVA DEMOCRACIA EN AMÉRICA DE CÉSAR CANSINO.

“La criatura resentida destruye lo único a que podía asirse, se alza en contra de sus principios, que 
no por odiados dejan de ser también suyos; de ser lo que podían sostener al desesperado espíritu”.
María Zambrano[1].
Algunos años atrás me encontraba hurgando el pensamiento de un personaje trascendental en el desarrollo de la democracia moderna. Alexis de Tocqueville se instauró como uno de los ilustres personajes que han logrado describir y encontrar el lado sui generis de la democracia, a pesar de saber las banalidades que nos puede ofrecer la etimología de la definición. La democracia que se forjaba en Norteamérica descrita por uno de los titanes clásicos hace casi doscientos años, puede concebirnos en la actualidad un sinnúmero de interpretaciones y cualidades para comprender la circunstancia geo política en relación a nuestro viejo vecino Estados Unidos.
Tal y como en una bella sinfonía la obra de Alexis de Tocqueville se traslada como una constante al presente que cualquier generación pudiera vivir. De ésta manera César Cansino se cuestiona cuáles son los factores principales para que una de las democracias más viejas siga dando frutos a pesar de las grandes crisis que han azotado a la nación estadounidense.

A mi parecer es algo sorprendente, desde aquel momento en que llegó a mis manos la obra de Alexis de Tocqueville, la forma en que posiblemente realizaba una crítica severa a la forma de organización democrática, muy apegada a una forma de vida desarrollada en las colonias, en aquel traslado cultural y religioso -protestante- unificador y generador de una identidad que bien ilustrado en el imaginario humano, podría ser representado como un gran motor con engranajes sólidos de la conformación de una hegemonía y dominio imperialista que tendría su clímax desde la primera mitad del siglo XX[2].
Siempre he tenido presente aquel éxito que pueden tener los países en el mundo para prosperar a favor no sólo de los intereses de sus clases dominantes, sino de sus sociedades, depende en gran medida del factor cultural y de las formas de gobierno que llegan a adoptar. De esta manera también la democracia puede diferenciarse claramente en cualquier lugar del mundo, como lo especificaba Samuel P. Huntington en La tercera ola[3]desde países asiáticos, de Medio Oriente, de Occidente Europeo o en Latinoamérica. El caso específico lo encontramos en el cisma abismal del progreso que presenta México en comparación al caso norteamericano.
Si bien no puedo apartarme de la idea Nietzscheana sobre la percepción de los valores[4], completamente relativos a cada civilización, ya que estos son importantes para conducir a las sociedades a diferentes fines. César Cansino acierta en encontrar en éstos los principales cambios culturales en el proceso evolutivo de la democracia norteamericana, generando así el concepto de La nueva democracia en América. 
Se puede decir que nos encontramos en una nueva era marcada por la reconfiguración de la moral-social norteamericana. Algo que ha impactado y establecido parámetros para las democracias de todo el mundo, como lo enuncia Cansino y como también el siglo pasado marcó un parámetro en las formas de gobierno al igual que la afirmación de Huntington[5]. Desde el lúgubre 11 de septiembre y el shock del ataque terrorista, sumado a la invención de una guerra con estandartes religiosos muy bien representado en lo que parecería la “profecía del choque de civilizaciones”[6]hasta la elección en 2008 del presidente Barak Obama que en palabras de Cansino representó el acto conciliatorio sobre los problemas raciales tan bien cimentados en el pensar estadounidense, y que de ésta manera, dio un vuelco sobre su moral y su sociedad para hacerle frente a las vicisitudes como a la crisis económica mundial.
César Cansino nos da la mención de algo novedoso dentro del capitalismo estadounidense, -algo que hace algunos días logré consultar en un periódico digital en internet[7], y que a pesar de mi extrañeza o falta de interpretación llamó mucho mi atención-, una cantidad numerosa de millonarios norteamericanos donaron gran parte de sus fortunas al Estado -algo sin lugar a dudas característico de la esencia norteamericana[8]-, lo que representa la gran identidad que posee su cultura para hacerle frente a la problemática económica-social, puesto que las donaciones fueron destinadas a obras de beneficencia. El caso en particular es el de Bill Gates, descrito de la siguiente forma:
Este hecho sin precedentes en el mundo capitalista habla de un nuevo cimiento social, un rostro más humano del sueño americano, y de paso aproxima al capitalismo a un viejo ideal del liberalismo clásico largamente ignorado en la práctica: la mayor libertad requiere cada vez de mayor equidad social. Enhorabuena[9]
Esto puede traducirse como un cambio simbólico que impacta al sistema económico-capitalista, no solo norteamericano sino también a nivel  mundial.
Después de las famosas y conocidas políticas de guerra que generó Norteamérica durante el siglo pasado, la revisión se sitúa en diversos personajes que el autor enumera, el primero es Michael Waltzer; filósofo político estadounidense crítico de las medidas norteamericanas, el cual introdujo a manera de reflexión la justificación que en dado caso puede tener una guerra, preguntando en qué situación puede ser justa o no. De igual manera nos menciona la justificación que puede existir en caso de invasión de un país a otro que me hizo recordar el acontecimiento nazi sobre Francia en el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Empero, la situación norteamericana fue un cúmulo de acontecimientos o secuelas que se enraizaron para establecer criterios de su percepción, desde las famosas intervenciones en las guerras mundiales, hasta su participación más que directa sobre lo que representó para ellos una de las peores pesadillas protagonizadas por la ideología comunista durante la Guerra Fría.
Esto se sumó tiempo más tarde con la desaparición del bloque comunista y la caída del muro de Berlín, a dar validez a “la profecía de Huntington” señalada en El Choque de Civilizaciones[10], obra publicada en 1996 pero que el 11 de septiembre de 2001 instauró un nuevo conflicto en aras de algo aparentemente superado; el resurgimiento de una guerra religiosa cristiano-católica versus el mundo islámico. Un parte aguas para poder comprender hasta hoy, la configuración de las nuevas guerras en Medio Oriente.
A su vez Cansino añade que la nueva problemática quedó corta para Huntington, puesto que no aporta lo suficiente para interpretar el 11 de septiembre, porque también reveló el conflicto “entre la tradición y la modernidad entre el arraigo y la enrancia, entre la fe y la libertad”[11]. Huntington queda lejos de comprender la magnitud del cambio simbólico (de valores), tanto en la guerra como en la democracia a la que una vez más, posiciona como referente a los Estados Unidos.
El punto de partida en las reflexiones hechas por el autor, puede tener como referencia la marca que dejó 1989 con la caída del muro de Berlín y al finalizar la guerra fría, sin embargo el altísimo intervencionismo norteamericano, como lo fue en Latinoamérica y otras partes del mundo dejó entredicho lo que el filósofo alemán Enzenberg aseguraba diciendo que nada puede generalizarse como justo: “La moral es refugio del eurocentrismo. Es tiempo de reconocer los fantasmas de una moral omnipotente[12], o al igual que Bobbio, la falta de justificación de una guerra y el largo camino que nos queda por recorrer para poder generar con organismos internacionales que exista la preservación de la paz mundial, queda muy lejos para comprender lo que el terrorismo ha pautado a nivel internacional.
César Cansino realiza una acertada reflexión sobre lo que representó el 11 de septiembre, no sólo para los Estados Unidos de Norteamérica, sino para el mundo en general. Los valores juegan siempre uno de los papeles más importantes detrás del telón en el escenario que significa el modus vivendis de todas las sociedades, así lo que representa los atentados terroristas es el ataque a la cultura que ha heredado o impuesto Occidente a lo largo y ancho de la historia. Es un ataque directo al cimiento que nos han dado los valores; a lo que entendemos como “libertad, igualdad y la tolerancia, así como contra la dignidad humana y los derechos humanos”[13]y a esto se añade, el resentimiento como el expresado por María Zambrano, de aquellos que festejaron ver la flaqueza del gigante del norte y muchos más que perdieron el sano juicio-objetivo ante la crítica de dichos acontecimientos.
Sin embargo, el autor recae en la crítica directa a las teorías de la conspiración y del relativismo cultural, y añade la falsedad de aquellos que afirman que el atentado terrorista del 11 de septiembre fue una mera obra maléfica, orquestada por el mismo gigante para echar a andar una nueva era de políticas de guerra, o bien, como el pretexto necesario para intervenir en Medio Oriente. Esto generó en mí otra reflexión, el gigante norteamericano se ha beneficiado históricamente de políticas de guerra, así como de aquellas teorías económicas mathusianas las cuales promueven prácticas como: el exterminio, epidemias y las mismas guerras para preservar la estabilidad económica de países evitando crisis.
Sin duda alguna la sospecha da más a desear, y esto lo menciono porque la reflexión puede encontrarse certera en la época actual donde gran cantidad de información ultra secreta sobre espionaje e intervencionismo -como la de la CIA y el Pentágono entre más- , ha sido revelada en filtros de información presentes en wikileaks; tal es el caso de Julián Assange o actualmente en el tan mencionado caso de Edward Snowden. Porque tras éstos escándalos sería muy fácil haber ya obtenido información objetiva que respaldara a aquellas especulaciones. Empero, lo revelado por wikileaks da la validez de otras atrocidades cometidas por Estados Unidos en el siglo XX.
Por otro lado el relativismo cultural; la gran diferenciación que existe en asumir que todas las culturas son diferentes y por ende impera la hegemonía de una sobre otras, como el cuestionar que lo realizado en una cultura es reprobable sin siquiera tener en cuenta que la nuestra se presenta como un universo completamente paralelo en su totalidad. Tal es el caso tan conocido históricamente de Occidente europeo y de los Estados Unidos, un error muy grave que ha forjado la existencia y reproducción de fundamentalismos sin sentido alguno, los cuales siempre han puesto en jaque a la propia humanidad desde tiempos muy remotos. El problema del multiculturalismo es aquel donde encuentro el mayor conflicto que atraviesa la humanidad desde aquel 11 de septiembre, y sumo aquella idea utópica que presenta la posmodernidad ilustrada en la teoría de la complejidad de Edgar Morin[14], ya que en mi punto de vista es extremadamente difícil conciliar estos problemas genealógicos que atañen a todas las sociedades, de mayor a menor escala.
El autor es cuidadoso en no dejar que se intérprete su postura a favor del fundamentalismo islámico, pero a su vez señala y acusa al fundamentalismo occidental del que muy pocos tiene la seriedad de hacer, ya que el ir en contra de una hegemonía es estar excluido en un mundo que vocifera imposiciones al por mayor. A su vez me coloco en la misma postura democrático-liberal preferida por Cansino, aquella que a pesar de ser impuesta desde Occidente europeo nos ofrece una condición más humana de vida, a diferencia de aquellas teocráticas (fanatistas o fundamentalistas) rechazadas por él y todo lo que conllevan, las cuales me recuerdan una experiencia de vida sometida a la imposición católica -al recibir una educación escolar por uno de los brazos fuertes del Yunque en México-, algo bien ejemplificado con la banalidad del mal de la que alguna vez habló Hannah Arendt[15]; manifestada en la pesadilla y terror que generó en el vivir humano el luchar o hasta matar en el nombre de un dios, de la libertad y de todo aquello que aparentemente parecía y parece ser el bien.
El 11 de septiembre golpeó a la humanidad total, inició una reconfiguración de guerra y una nueva hegemonía de valores procedentes desde Occidente y Estados Unidos, recayendo contra el terrorismo y directamente al mundo islámico. Los golpes más duros después de Nueva York los encontramos en los atentados producidos en Madrid (jueves 11 de marzo de 2004) y en Londres (7 de junio de 2005), recordando que fueron fieles seguidores de la ocupación en Irak y que tiempo después viéndose azotados tomaron posturas distintas, mientras Inglaterra redoblaba esfuerzos en la lucha contra el terrorismo, España agachaba la cabeza y retiraba sus tropas, afirma el autor. Es sin duda la cumbre de ésta reconfiguración en dónde César Cansino acusa, al igual que Agapito Maestre, a Occidente y Norteamérica de sus propios males desatados con el terrorismo, y con la declaración de guerra hacia el islam.
La nueva reconfiguración también abarca algo que siempre he considerado de extrema importancia, y que para la ciencia política dura parece haber estado en el baúl del olvido desde el momento en que el celo atroz de los politólogos duros, lograron reducir el campo de estudio de la disciplina. Así sucede con la poca importancia que se le otorga a la religión en las sociedades, factor que no puedo echar a un lado, ya que nuestro propio país vivió en carne viva la época sangrienta de la guerra cristera, la paranoia católica frente a la persecución masónica-judía-comunista a manos de grupos como el Yunque o los Tecos[16]. A pesar de las atrocidades generadas por el fanatismo en nuestro país, concuerdo con lo señalado por Cansino donde afirma que el catolicismo es la base de los valores que constituyen nuestras sociedades, así como la manera en que retoma a Gabriel Zaid, el cual afirma que la modernidad es parte del cristianismo y no viceversa, ya que el eje central de las sociedades notoriamente la hemos ido reencontrando desde el 11 de septiembre, una vez más en el conflicto religioso y en el que éste le brinda a la humanidad.
Ésta es la parte que más revuelo generó en mí, Alexis de Tocqueville observaba a una sociedad que compartía los lazos del cristianismo con la libertad y el actuar de la vida política norteamericana, y es de suma importancia admitir que Norteamérica ha sido el parámetro a seguir de todas aquellas democracias que se han logrado instaurar desde la modernidad. Esto no podría reflexionarlo sin siquiera poner a prueba la circunstancia mexicana y encontrar aquella pequeña diferencia de nuestro vecino del norte, afirmando tristemente que la configuración de nuestros valores se diferencian -como lo afirmó alguna vez Octavio Paz[17]– en el cisma de la contrarreforma católica frente al protestantismo norteamericano.
El mundo ha cambiado sin duda alguna con el esplendor del terrorismo mundial, desde este punto de partida, -y al igual que al comienzo y término de la Segunda Guerra Mundial puedo asegurar- , la diplomacia como lo menciona el autor ha desaparecido y en consecuencia se ha instaurado -después del 11 de septiembre- mediante la lucha contra el terrorismo; los aliados y enemigos del gigante americano. Así encuentro en el postulado de La nueva democracia en América que la segunda etapa de la reconfiguración que tanto he mencionado, notorio en la respuesta norteamericana; con la invasión y el despliegue militar sobre Bagdad, con la inutilidad de la ONU frente al rechazo  y su incapacidad de frenar el estallido de una nueva guerra.
La reflexión que hace Cansino sobre la violencia y el poder en la cual retoma a Arendt para diferenciar el uno del otro, -poder como consensual y violencia como individual de alguien incapaz de respetar a los demás y su entorno- me trajo en mente la Microfísica del poder de Michel Foucault[18], donde aquellas relaciones de poder se encuentran siempre en una dinámica de la convivencia humana y las puedo ejemplificar en la gran escala de sucesos de guerra desatados desde el siglo pasado, y que hoy vuelven a marcar el camino a seguir después del 11 de septiembre seguido con la respuesta hegemónica de Norteamérica.
El autor menciona y descarta grandes aspectos de las especulaciones que se generaron después del acto terrorista del 11 de septiembre, sin embargo lo que siempre quedará en la memoria será la respuesta norteamericana más preocupada por imponer el mensaje de su poderío militar que por mediar la situación. Después de los señalamientos que nos otorga el autor, recae a la perfección en asumir que todos deseamos la paz en el mundo, el problema es en sí, mantener la paz. Acierta en mencionar que se debe hacer caso a la opinión pública, y es aquí donde me atrevo a mencionar la gran influencia democrática de Hannah Arendt en la obra, puesto que en la época contemporánea los únicos que configuran el rumbo son los individuos reflejados en la sociedad civil y la opinión pública.
Cabe señalar la forma en que uno puede interpretar el sentir o malestar de la sociedad, esto sin hacer a un lado la manera en cómo España tuvo manifestaciones a favor del socialismo, casi haciendo olvidar el suceso de 1989, multitudes defendiendo incautamente a los tiranos de Medio Oriente. Pero esto se puede interpretar como el rechazo social a los gobiernos que generaron la guerra de la mano de Estados Unidos. Así también se justifica la oposición de observar y generar críticas a los acontecimientos mediante el resentimiento, porque estando de acuerdo con el autor, el resentimiento sólo generaría defender a tiranos por el simple hecho de oponerse contra el imperialismo yanqui.
Tal parece que el siglo XX pasará a la historia como el siglo del miedo, así como el XVII fue el de las matemáticas, el XVIII el de las ciencias físicas, y el XIX el de la biología. Ciertamente, el miedo no es una ciencia, pero si hay un responsable del miedo que caracterizó al siglo XX fue precisamente la ciencia y la técnica[19].
La sociedad norteamericana a diferencia de la española reaccionó de una forma diferente, y a esto añado la crítica que realiza Cansino, porque en 2004 ni la sátira barata de Michael Moore o la guerra en Irak pudieron evitar la reelección de George Bush, a pesar de las inconsistencias en el sistema electoral estadounidense. Algo que el autor señala también, es la aprobación de la sociedad que respaldó la reelección de Bush cuando se pensaba que sucedería completamente lo contrario.
Frente a estos sucesos, en 2008 encontramos un cambio que a mi parecer puede ser considerado como radical, el vuelco o giro que dio la sociedad norteamericana a sus valores y a una tradición arraigada -traducida en el famoso WASP (white, anglosajon and Protestant)- que también condicionó el siglo pasado a las democracias que seguían a Norteamérica. La elección de Obama marcó los estatutos y el ejemplo que muchas sociedades con fenómenos migratorios tardarán mucho tiempo en comprender, haciendo de los Estados Unidos no sólo el ejemplo que siempre ha impuesto sino también estar a un paso adelante de Occidente europeo. Con certeza afirmo a los eurocentristas que las pautas a seguir no se encuentran como siempre lo han afirmado: en el viejo continente.
El discurso manejado por Norteamérica después del 11 de septiembre fue respaldado por la superficialidad que describe Cansino haciendo uso de la mención de Zygmunt Bauman: “el tema de la seguridad nacional“. Sin embargo el vuelco se presentó con la imagen de Obama y  su propuesta de ir desmantelando las ocupaciones militares. Así también los anhelos de paz en la sociedad se fueron haciendo más fuertes, y es más que real la afirmación del autor en donde exalta que todos estamos cansados de ver las atrocidades que nos ha dejado los abusos de poder, el fanatismo, las guerras, la denigración del ser humano por parte de banalidades que jamás han dado soluciones. Se han encarnado las peores pesadillas en nombre de la ciencia y del progreso, de Cristo, Alá, de la libertad y la democracia contrastando sus supuestos fines con las postales de horror y muerte.
Hemos presenciado desde los reflectores el gran mensaje de reconfiguración simbólica que nos ha marcado Estados Unidos. De ésta manera, también podemos asumir las exigencias contemporáneas que adquiere el construir democrático, desde lo esencial: el conflicto y el debate público, la acción social manifestada de diversas formas, el consenso, con la dosis de la res pública que el autor señala y donde acierta en anteponer a la sociedad civil. Tiempo atrás lo afirmaba Hannah Arendt, y también Cansino aclamando la recuperación del ciudadano y del espacio público para poder escribir una nueva historia democrática en el siglo XXI, lejos de frustraciones o arbitrariedades; aquellas que el siglo pasado colocaron a la humanidad al borde de una crisis sin precedentes.
La vida del ser humano puede otorgarnos factores más allá de pesos y contrapesos del poder. Si bien todo puede politizarse, también es necesario darse cuenta de aquella nueva construcción simbólica que nos deja la democracia desde aquellos graves conflictos trágicos desatados desde el 11 de septiembre del 2001, pero que con grandes laudes esperanzadores el 4 de noviembre del 2008 nos dio la muestra de que todo puede reescribirse, dando vuelta a la ciudadanía.
La Nueva Democracia en América nos muestra el significado de la tragedia, la cual siempre estará presente para darnos la oportunidad de mejorar, de reconstruirnos o reinventarnos. Como lo ha demostrado la esencia de la cultura norteamericana que aunque algunos no quieran, seguirá marcando la pauta como en antaño a la sorpresa de Alexis de Tocqueville. La esperanza es y seguirá siendo la mejor herramienta para hacerle frente a los retos del mañana. Porque el mañana siempre estará por escribirse.
“Si Dios no existe, todo se justifica”. Así expresaba Dostoievski su escepticismo religioso en ‘Los hermanos Karamazov’, remitiendo también a una intuición moral durante mucho tiempo válida en Occidente: aquella que afirmaba que los valores religiosos son al menos un freno para los peores excesos y atrocidades cometidos por un ser humano contra otro[20].

[1] Zambrano, María, (1945), La agonía de Europa, Sudamericana, Buenos Aires, p. 52, en Cansino, César, (2013), La Nueva Democracia en América, Juan Pablos Editor, México, p. 41.
[2] Cfr., Thomson, David, (1970), Historia Mundial de 1914 a 1968, Fondo de Cultura Económica, México.
[3] Cfr., Huntington, Samuel P., (1994), La tercera ola, la democratización a finales del siglo XX, Paidós, España.
[4] Cfr., Nietzsche, Friedrich, (2005), Genealogía de la Moral, Grupo Editorial Tomo, México.
[5] Cfr., Óp., Cit., Huntington, Samuel P., (1994).
[6] Cfr. Huntington, Samuel P., (2004), ¿Quiénes somos?; Los desafíos de la identidad nacional estadounidense, Paidós, México.
[7] Cfr., Los 40 millonarios que decidieron donar la mitad de sus fortunas, [Consultado el día 5 de agosto de 2013 a las 5:45 p.m.] Disponible en:http://www.lanacion.com.ar/1291288-los-40-millonarios-que-decidieron-donar-la-mitad-de-sus-fortunas
[8] Entiéndase por esencia norteamericana a los principales valores con los cuales se fundaron los Estados Unidos, presentes en el destino manifiesto, la doctrina Monroe y el protestantismo.
[9] Cansino, César, (2013), La Nueva Democracia en América, Juan Pablos Editor, México, p. 23.
[10] Cfr. Óp. Cit.,  Huntington, Samuel P., (2004)
[11] Óp. Cit., Cansino, César, (2013), p. 36.
[12] Ibíd., Cansino, César, (2013), p. 37.
[13]Ibíd., Cansino, César, (2013), p. 43.
[14] Cfr., Morin, Edgar, (1997), Introducción al Pensamiento Complejo, Gedisa, España.
[15] Cfr., Arendt, Hannah, (2003), Eichmann en Jerusalén Un estudio sobre la banalidad del mal, Lumen, España.
[16] Cfr., Delgado, Álvaro, (2005), El Yunque, La ultraderecha en el poder, Random House, México.
[17] Cfr., Paz, Octavio, (2000), El laberinto de la Soledad, Postdata, “Vuelta al Laberinto de la Soledad”, Fondo de Cultura Económica, México.
[18] Cfr., Foucault, Michel, (1992), Microfísica del Poder, Ediciones Endymión, España.
[19] Óp. Cit., Cansino, César, (2013), p. 96.
[20] Ibíd., Cansino, César, (2013), p. 59.

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