APROXIMACIÓN.
Nuestra pobreza es nuestra verdadera y única riqueza: la gente. Esa población desocupada, pasiva, ignorante, que nos parece una piedra atada al cuello, puede convertirse en brazos que trabajan e inteligencias que piensan. Si el almacén de proyectos históricos que fue Occidente se ha vaciado, ¿por qué no ponernos a pensar por nuestra cuenta, por qué no inventar soluciones? ¿Por qué no poner en entredicho los proyectos ruinosos que nos han llevado a la desolación que es el mundo moderno y diseñar otro proyecto, más humilde pero más humano y más justo?[1]
Octavio Paz.
Con mi pluma, libreta y libros a cuestas, me adentraré en las profundidades delLaberinto de la Soledad y correré el riesgo de encontrarme, encontrar al otro, al ser que me habita, sin importar que posiblemente mis temores o defectos lleguen a desdeñarme. Sin embargo, vale la pena correr el riesgo.
Tal vez mis palabras queden cortas, rezagadas, o mi conocimiento se aproxime al de la vida cotidiana u ordinaria, pero es importante rescatar al ser que ilustra Paz, así como importante es aceptar la crítica, realizar una propia, generar un autoconocimiento y no apartarse de lo que mi disciplina, la Ciencia Política ha ignorado y negado, la del Ser mexicano y nuestra realidad. Ya el poeta Paz expresaba que: “una obra de arte o una acción concreta definen más al mexicano –no solamente en tanto que lo expresan, sino en cuánto, al expresarlo, lo recrean– que la más penetrante de las descripciones”[2].
Advierto, hace algunos años tuve la oportunidad de conocer el Laberinto de la Soledaddel gran poeta Octavio Paz, y como muchos jóvenes pasionales su lectura había generado en mí un gran rencor hacia nuestra propia cultura, cosa que, tiempo más tarde la propia vida, el ver a mis semejantes, el ver al otro; reconocerlo, comprenderlo y aceptarlo, me ayudó a escapar de las telas engañosas que los prejuicios humanos son capaces de generar en nuestra persona.
Puede que mi lectura no sea la más acertada, y menos la que muchos quisieran escuchar, pero, como un espíritu libre dejaré que el mensaje de Hermes despierte en mí al Ser que llevo dentro y me ayude a generar las respuestas que me tienen en una interrogante: ¿quién soy? ¿Hacia dónde voy y de dónde provengo?
La pregunta por el Ser es algo no muy sencillo de responder, Paz menciona que esta pregunta nos puede aproximar al reconocimiento de uno mismo. Momento en el que de la niñez a la juventud nos encontramos varados en el abismo y nos vemos reflejados en un río, dándonos cuenta que, al querer saber ¿qué somos?, nos percatamos siendo parte de la nada. De una nada angustiosa, terrible, vacía y profusa, la cual, al igual que una mirada desgarradora, “las facciones se hicieron rostro y, más tarde, máscara, significación, historia”[3].
¿SE ENCUENTRA NUESTRA REALIDAD ENMASCARADA?
“[…] el caciquismo, la religiosidad y la manipulación comunicacional conducen el pensamiento de las masas. Las élites cultivan la poesía y el arte de vanguardia, mientras las mayorías son analfabetas”[4].
Octavio Paz.
Desde hace algunos años en todas partes se escucha hablar de una Crisis Mundial sin precedentes; desde lo económico, lo político y social. Dicha crisis no solamente puede abarcar estos ámbitos, sino también otros como lo son el pensamiento humano y el factor simbólico que de éste llega a emanar, cosa que puede ser totalmente invisible al ojo humano. Sin embargo, los conflictos del mundo en semejanza con nuestro país nos pueden hacer pensar que la magnitud del problema es universal.
No se puede negar que la Crisis Mundial esté presente en todas partes, y mucho menos se puede ignorar que nosotros como mexicanos estemos conectados con otros países y sus sociedades. Empero, para hacer frente a la problemática que nos atañe es preciso detenerse, hacer una pausa y reflexionar sobre nuestra existencia, nuestro ser. Sé precisamente que el mundo contemporáneo, la globalización y diversos factores nos han hecho coincidir muchas veces con las exigencias y necesidades de otras sociedades, pero a pesar de esto, encuentro que cada civilización, cada sociedad esconde a un ser auténtico, distinto al de toda imposición global.
Hace casi tres años tuve la oportunidad de estudiar Ciencia Política, la experiencia al adentrarme a una disciplina social fue agradable en un comienzo, recorriendo el mundo mítico que nos conforma; desde los griegos hasta los romanos, pasando por diversas etapas del desarrollo de mi disciplina así como de los siglos de la historia. Tiempo más tarde el gusto por la carrera universitaria me fue dejando más dudas que respuestas frente a la problemática que mi país presenta desde hace mucho tiempo. Una vasta tradición de teorías e ideas enseñadas en aulas se harían notorias cada vez con más rigor, el mundo mítico filosófico quedaría en el olvido al pasar de los años, todo desplazado por el pensamiento cada vez más racionalista, cuantificable, más descriptivo que reflexivo. No casualmente mi disciplina ha sido declarada “muerta”[5].
¿En dónde nos encontramos como mexicanos?, si haciendo un recuento de cualquier formación –primaria, secundaria, preparatoria o universidad– jamás nos enseñan a ser universales, y mucho menos auténticos. Se desplaza por completo la importancia de nuestro pasado, o simplemente se disfraza y se le pone una máscara para generar sentimientos falsos de aceptación. Por eso no es extraño escuchar a voces el decir que, muchos prefieren la historia “universal” –aquella que tiene como centro gravitacional a Occidente; tanto europeo como el sajón– que a la historia de México.
Por esta razón –y agradezco el hecho– fue como comencé a aproximarme a la literatura de grandes pensadores mexicanos, sabiendo muchas veces que me decía más una novela como el Pedro Páramo[6] y sus fantasmas, El Llano en Llamas; con el ladrar de los perros, el aire con olor humano y el olor a esperanza de la gente[7], de Juan Rulfo que todo el arsenal de doctrinas que nos vendían como espejismos, para supuestamente comprender la realidad mexicana.
La cordura no existía ya entre la reflexión y el dato, me encontré frente a un cisma abismal entre la realidad y la teoría, esto sumado a la desagradable vanidad que algunos profesores mostraban al imponer por la fuerza sus ideas y evitar que se cuestionara la utilidad de un pensamiento foráneo, o lo que es peor, recuerdo un hecho atroz vivido en una de las clases de mayor importancia formativa: a nosotros como alumnos nos habían pedido un ensayo final que hablara sobre el federalismo en México, sin lugar a dudas tomé como referencia a todos los autores vistos en clase y los complementé con aquellos que, por mi parte, dejaban aproximarme a la realidad. Recuerdo perfectamente haber citado en mi ensayo y de viva voz en clase lo que opinaba Octavio Paz al respecto del federalismo mexicano: “el federalismo en México se llevó a cabo en la pluma, mas no en la realidad”, la respuesta de mi profesor fue denostar no sólo mi trabajo sino mis ideas, diciendo que me apartara de la literatura y que hiciera bien las cosas.
Desde ese momento supe a la perfección que nuestra realidad se encontraba completamente distorsionada gracias al empeño de traer ideas de fuera e imponerlas atabula rasa, asimismo, tiempo más tarde corroboré con la obra titulada: Ingeniería Constitucional Comparada[8] –de uno de los estandartes principales de mi disciplina como lo es Giovanni Sartori– que algo no andaba bien, él mencionaba que el caso mexicano era ejemplar a comparación de países de Latinoamérica, aseguraba que en la formación de nuestro país jamás había existido una intervención militar.
Gracias a aquellos acontecimientos surgió en mí la reflexión y la curiosidad de saber qué tan distintos somos de los demás y saber a qué grado nuestras diferencias pueden aproximarnos a demostrar que nuestra realidad ha sido, con arduo empeño, negada y disfrazada.
Por la misma razón, surgió en mi interior el cuestionamiento sobre el funcionar académico de nuestro país, porque era imposible negar rotundamente nuestra condición como mexicanos, hacer a un lado la realidad que a gritos nos revela los diversos problemas y malestares que siguen sin tener una respuesta. Tal pareciera que el pensamiento de los grandes escritores mexicanos se encontraba sepultado en el panteón del olvido. De la misma manera y afirmo que, hasta el día de hoy me encuentro gracias al pensamiento de Octavio Paz buscando aproximarme a nuestro auténtico ser, aquel negado, olvidado, denostado, disfrazado y cubierto de un sinnúmero de máscaras sin importar el estatus social en el país.
[…]. La experiencia puede adoptar esta o aquella forma, pero es siempre un ir más allá de sí, un romper los muros temporales, para ser otro. Como la creación poética, la experiencia del poema se da en la historia, es historia y, al mismo tiempo, niega a la historia. El lector lucha y muere con Héctor, duda y mata con Arjuna, reconoce las rocas natales con Odiseo. Revive una imagen, niega la sucesión, revierte el tiempo. El poema es mediación: por gracia suya, el tiempo original, padre de los tiempos, encarna en un instante. La sucesión se convierte en presente puro, manantial que se alimenta a sí mismo y trasmuta al hombre. La lectura del poema ostenta una gran semejanza con la creación poética. El poeta crea imágenes, poemas; y el poema hace del lector imagen, poesía[9].
Octavio Paz.
¿Quién es Octavio Paz?, no lo puedo describir en otras palabras sino en aquellas en las que él siempre estuvo orgullosamente inmerso, la poesía. Octavio Paz Lozano (1914-1998), el poeta mexicano de un siglo, hombre de letras, reconocido no sólo en México sino en el mundo, galardonado con el premio Nobel de literatura en 1990. Creador –porque fue un artista de la pluma– de diversas obras en las que destacan: El Ogro Filantrópico, El Arco y la Lira, Tiempo Nublado, El laberinto de la Soledad, La Llama Doble, Postdata y muchas más que deben de reconocerse.
Quiero mencionar algo que percibí desde el momento en que supe la importancia de la poesía y los poetas en el mundo que nos rodea, ya muchísimo tiempo atrás podemos ser testigos de su grata existencia, sin embargo, me remito a Platón para expresar la magnitud que tienen los poetas en las sociedades –o regímenes políticos–, porque son ellos a través de su sensibilidad y con la excelsa descripción de la estética que, pueden ser capaces de plasmar, no solamente la belleza del mundo, sino la realidad misma.
Tras el pensamiento de Platón –quien puede considerarse como el padre del totalitarismo– y su búsqueda empeñada por encontrar la mejor forma de gobierno, se puede percibir que buscó arduamente regular, dar orden y controlar la vida de los individuos para obtener un buen funcionamiento social, desde la generación de leyes[10], una moral para suprimir los instintos y las pasiones humanas, hasta culminar con la República[11] ideal. Pelea eterna entre lo apolíneo y lo dionisiaco.
Los poetas fueron considerados como peligrosos ante dicha dominación y posteriormente serían expulsados de los ideales platónicos. No es casual encontrar en la historia humana el gran empeño por ahogar las voces, mermar las letras de aquellos escritores que han expresado la injusticia o simplemente han descrito a la perfección todas las aberraciones cometidas por todo tipo de gobierno, como aquellas atrocidades encabezadas por el nazismo, fascismo, la Unión Soviética y muchos regímenes más escondidos en disfraces democráticos. Asimismo, el papel que desempeñó Octavio Paz es trascendental no sólo a nivel nacional, sino mundial. Un poeta auténtico, hecho hombre mexicano y trasladado al universo gracias a su pensamiento, su poesía.
La poesía es libertad, rebeldía y pensar. Es una aproximación sensible a nuestro Ser.
EL MITO.
“Allí estaba la bestia devorando sus víctimas”[12].
Ángel Ma. Garibay K.
LA SOLEDAD, el sentirse y el saberse solo, desprendido del mundo y ajeno a sí mismo, separado de sí, no es característica exclusiva del mexicano. Todos los hombres, en algún momento de su vida, se sienten solos; y más; todos los hombres están solos[13].
Octavio Paz.
Octavio Paz mencionaba que El laberinto de la soledad se asemeja a un retrato hablado, moderno y crítico, como aquellos trabajos realizados por los moralistas franceses del siglo XVII, los cuales trataron de describir la moral social y el temperamento de sus pueblos haciendo uso prodigioso de la crítica. Asimismo el poeta especificaba que todos los pueblos son poseedores de un alma y que, a través de los fenómenos históricos se va construyendo un carácter, amén de pronunciar que de esa manera se pueden conocer los traumas de nuestros pueblos. De igual forma es posible comprender el por qué somos como somos[14].
Puede sonar con obviedad que la obra de Octavio Paz; El Laberinto de la Soledad, esté inspirada en gran parte con aquel mito griego del héroe Teseo, pero es relevante recordar sus características principales, a sabiendas que como todo mito sus relatos puedan ser diversos o confusos. Empero, me atreveré a realizar una reconstrucción del hecho y dar mi propia interpretación.
Teseo héroe griego tuvo como padres a Etra, hija descendiente de Piteo rey de Trecén, y a Egeo rey de Atenas, se llega a mencionar que su procreación fue un mal augurio dicho por el oráculo de Delfos a Egeo[15], quien al parecer se encontraba incapaz de engendrar hijos. El anuncio del oráculo a Egeo fue lo siguiente: que “no vaciara el odre de vino antes de volver a casa”[16]. Por esta razón se dice que Egeo y Etra lograron intimar gracias a que el padre de ella (Piteo) había logrado comprender el mensaje, y por consiguiente se había aprovechado de la ocasión embriagando a Egeo. Sin embargo, se llega a decir que dicho acontecimiento fue aprovechado también por el dios Poseidón, y que, gracias a esto nacería el gran héroe mitológico ateniense con una dualidad divina y humana, el cual lograría liberar de la subyugación a Atenas, impuesta por Creta.
Por otra parte, Creta se encontraba en su apogeo y dominación, teniendo sometido al pueblo ateniense. Se habla de Minos, su rey en trono y esposo de Pasifae, el cual había prometido ofrecer en sacrificio al mejor toro para el dios Poseidón, empero, admirado Minos por la belleza y perfección de un toro blanco que surgiría de las aguas tras la promesa ofrecida al dios. Minos negaría el sacrificio de tan perfecto ejemplar, y así utilizaría un toro de su propio rebaño[17]. Este acontecimiento insultaría rotundamente la imagen del dios del mar, “Poseidón en castigo de la ofensa que le había hecho Minos, encendió en nefando amor a Pasifae por el toro blanco que le debían haber sacrificado”[18].
Pasifae quedaría encantada por la belleza del toro blanco, y en su desquicio confesaría el amor que tenía por el animal a Dédalo para conseguir ayuda, el gran arquitecto que en Creta construía juguetes para la diversión del rey Minos, personaje que lograría crear una vaca de madera con piel de una real para que Pasifae saciara los deseos de ser poseída por la criatura.
Con este suceso abominable nacería la bestia, el Minotauro, cabeza de toro y cuerpo de humano, el cual, al crecer recorrería Creta cometiendo las peores atrocidades hasta que un día, se cuenta en la mitología, Heracles (Hércules) lograría apresarlo y de nueva cuenta, con el ingenio de Dédalo, se encerraría a la bestia antropófaga en un laberinto.
“Cuando Minos dominó a Atenas exigió al año un tributo de doce jóvenes, por mitad de sexo distinto, para sacrificarlos al Minotauro […]. Allí estaba la bestia devorando sus víctimas”[19].
También varía la cantidad de tributos, pero el suceso se desencadenaría cuando unos atenienses mataron a sangre fría al hijo del rey Minos, hecho que desembocaría en el castigo para Atenas, el de dar a ofrenda humanos para saciar el hambre de la bestia, como se expresa a continuación: “Como pena por haber matado a Androgeo, pidió a los atenienses un tributo de siete mancebos y siete doncellas, cada año. Era para entregarlas al Minotauro del Laberinto”[20]. En el fondo del laberinto yacía el Minotauro, producto de la traición del tirano y su castigo, parido por la aberración de su esposa. Huelga decir que, todo mito tiene héroes, en este caso sería Teseo que desde su infancia estaría destinado a salvar a Atenas, así Egeo colocaría unas chanclas y una espada debajo de una piedra, aquella piedra nombrada “piedra de Teseo”, la cual significaría que cuando el héroe alcanzara la mayoría de edad sería el momento para lograr dicha travesía.“Poco duró en Atenas. Sea por consejo de Medea, sea por otra razón, se dirigió a Creta a combatir con el toro blanco”[21].
He aquí el punto cumbre de la historia mitológica, Teseo iría a la misión completamente preparado, y al partir su padre Egeo le pediría simplemente que, si regresaba victorioso de la travesía, usara velas blancas en sus navíos para dar cuenta de su gloria. Asimismo, Teseo ya habría construido toda una estrategia para adentrarse en el laberinto, había mandado a preparar a dos afeminados, sin que les diera el sol y perfumados para engañar a Minos, tal vez humillarlo, porque el rey los tomaría como sus doncellas.
Al llegar a Creta la hija de Minos y Pasifae, Ariadna, quedaría completamente enamorada de él. Así antes de adentrarse en el laberinto, Ariadna le proporcionaría a Teseo un ovillo, el cual, el mismo arquitecto Dédalo le había proporcionado a ella para poder entrar y salir del laberinto, al dárselo le pidió a cambio cumplir la promesa de casarse con ella, cosa que Teseo aceptó. Él entró en el laberinto para dar auge a una de las leyendas heroicas más reconocidas en el mundo ateniense. En el fondo, en las profundidades del laberinto, encontraría a su destino, al Minotauro y le daría muerte.
La historia transcurre a la perfección para Teseo, héroe que sale victorioso después de haber vencido a la bestia, tiempo después desposaría a Ariadna y liberaría a Atenas. Sin embargo, se llega a mencionar que la juventud del héroe le hace olvidar un detalle, ignora por completo la petición de su padre, a pesar de su júbilo victorioso no recuerda izar velas blancas. Al aproximarse a Atenas, a lo lejos ve su padre las embarcaciones con velas negras, generándole el peor de los sentimientos al creer que su hijo había muerto y fracasado en su intento por liberara a Atenas de la tiranía de Creta. La tragedia de Egeo culmina en que, tras su desesperación se arrojaría al mar. He ahí el nombre del mar Egeo.
Dicho acontecimiento le ocasiona a Teseo un trágico paradero, por un lado la muerte de su padre gracias a su descuido y por otro, asumiría plenamente el reinado, ya que dejaría de ser príncipe para ser plenamente venerado.
De esta manera, y tras el viaje a la hazaña de Teseo, puedo dar respuesta al cuestionamiento inicial. El laberinto somos todos y es ninguno, es nuestro ser y nuestro otro. Es el país y es el hombre. Somos aquel edificio metafórico difícil de descifrar; porque somos presas y huéspedes. Blanco y oscuro; camino que ha tratado de ser develado por el gran linaje de escritores y filósofos de la mexicanidad.
En sus profundidades habita la bestia, la aberración, lo atroz, el Minotauro. ¿Quién es él?, es parte innegable de nosotros; porque somos equívocamente naturales y humanos. Es el monstruo que nos devora y, hace que devoremos al mundo, a los demás. Animal-humano, o humano-animal, antropófago el cual, si no tenemos la valentía de afrontarlo, o encararlo, nos devora.
¿Y Teseo?, ¿Quién es él?, es un héroe; humano y divino como nosotros, todos los que nos aventuramos a desentrañar las profundidades del laberinto, con nuestra soledadhaciéndola única, inigualable; con valentía y firmeza para ir a batalla, con estoicismo y esperanza ante la peor de las adversidades.
Estamos solos, sí. Pero tenemos una gran herencia que pasa por ser tan insignificante como el “ovillo” que ayudó a Teseo a salir del laberinto, es sin duda alguna el conocimiento de nuestros grandes escritores, ensayistas, poetas, literatos, intelectuales y filósofos. Este es el laberinto, nuestro Laberinto de la Soledad.
¿Quién podrá salir de él?
Alguna vez –mencionaba Juan Villoro[22]– le preguntaron a Octavio Paz cómo salir delLaberinto de la Soledad, él respondió:
“CAMINANDO”.
INMERSIÓN.
[…] Quien ha visto la Esperanza, no la olvida. La busca bajo todos los cielos y entre todos los hombres. Y sueña que un día va a encontrarla de nuevo, no sabe dónde, acaso entre los suyos. En cada hombre late la posibilidad de ser o, más exactamente, de volver a ser, otro hombre[23].
Octavio Paz.
Al encontrarnos frente al otro, nos encontramos a nosotros mismos. De igual manera Octavio Paz nos narra que durante su estadía en Norteamérica –particularmente en Los Ángeles–, y al tratar de comprender a su cultura, se encontró de frente con un personaje singular de la sociedad mexicana, con aquella otredad ahora insertada en la profundidad norteamericana, con aquel carácter que se envuelve en los colores de la negación de una sociedad: el pachuco.
Este personaje puede en primer lugar proporcionarnos el enigma que encierra el ser mexicano, también, nos puede generar un rechazo o un desdén por todos aquellos paisanos que viven, o mejor dicho, “sobreviven” del otro lado del país. El pachuco es sinónimo de negación, de ser y de no-ser, de ese juego de palabras que simplemente encontramos en el rechazo norteamericano o también el nuestro, pero que, sin lugar a dudas nos muestra a un hombre que desde sus entrañas guarda un ímpetu voluntarioso por existir y ser reconocido. Es un hombre pasional que busca ser diferente desde las entrañas de un mundo que constantemente lo niega, busca llamar la atención para afirmar que ahí se encuentra, o también se violenta al grado de ser perseguido por la justicia. Viste de manera llamativa –menciona Paz–, como “una belleza harapienta”, en la cual fusiona su caótica existencia, “rebelde instintivo” que, a pesar de permanecer años en los Estados Unidos no busca asimilarse entre lo sajón, sino todo lo contrario. Difiero con Paz cuando menciona que el pachuco habla inglés, ya que no todos lo llegan a hablar, pero tal vez sí a “masticar”.
Su existencia puede dibujarse en un folclor; formas o figuras simbólicas que inconscientemente lo hacen regresar a su origen o raíces, por esa razón difiero un poco también con Paz cuando menciona que: “El pachuco ha perdido toda su herencia: lengua, religión, costumbre o creencias”[24]. Porque es bien saber que, tanto el pachuco como muchos mexicanos más que viven apartados de su país de origen, llevan consigo lo necesario para permanecer en medio de lo desconocido. A menos que, lo que refiera el poeta sea una pérdida por arrebato o alejamiento, como aquello que caracteriza a los migrantes durante las fiestas decembrinas con el nombre de: síndrome de Ulises.
Este personaje simboliza aquella parte dionisiaca que el mundo occidental se empeñó a erradicar gracias al racionalismo, por eso se muestra como el principal atentado a la cultura sajona, así lo ha justificado Samuel P. Huntington[25] con la base teórica de las políticas raciales contemporáneas. A su vez, Octavio Paz menciona que: “Unos le atribuyen virtudes poco comunes; otros, una perversión que no excluye la agresividad. Figura portadora del amor y la dicha o del horror y la abominación, el pachuco parece encarnar la libertad, el desorden, lo prohibido”[26].
El pachuco representa un híbrido peculiar entre el contraste de dos mundos en los que existe un deber ser, a nivel lingüístico lo podemos encontrar en aquel “spanglish” tan característico de muchos mexicanos, de la misma manera pretende atrapar las miradas con salvajismo, generando miedo, estallando al menor roce con los demás, porque a través de las peleas, las persecuciones y vanas travesías, pretende encontrarse a sí mismo. Empero, todo este disfraz de miedo oculta a un ser desgarrado que lo hace sentir inferior, pero Octavio Paz asume que, a mayor medida y profundidad se encuentra su propia soledad. “El sentimiento de soledad, por otra parte, no es una ilusión –como a veces lo es el de inferioridad– sino la expresión de un hecho real: somos, de verdad, distintos. Y, de verdad, estamos solos”[27].
Puedo afirmar que el pachuco es un personaje que vive un vitalismo propio, en la actualidad se encuentra ilustrado en diversos arquetipos. Hombre suspendido en el tiempo que, si algo se le ha arrebatado es la seguridad, por esa razón en vez de negarse, se expresa, y se afirma a sí mismo; con llamativas prendas, jeroglíficos corporales, grotescos y a la vez afinados detalles, parecieran ser los murales vivientes de un pasado pintoresco y melancólico. “En su excéntrica carrera, ¿qué persigue? Va tras su catástrofe: quiere volver a ser el sol, volver al centro de la vida de donde un día –¿en la Conquista o en la Independencia?– fue desprendido”[28].
La obra de Octavio Paz puede parecer una comparación a favor de estándares eurocéntricos o norteamericanos, sin embargo, es imposible negar que las exigencias de los dos occidentes han marcado lineamientos a seguir en nuestras civilizaciones; desde la conquista, colonia, revoluciones, hasta nuestras naciones independientes y diversos momentos que han marcado el rumbo político, intelectual o económico de países como el nuestro. Por esta razón me atrevo a señalar que: ¿quién no se ha preguntado el por qué de nuestras carencias o incapacidades como país, cuando tenemos siempre el contraste de nuestra realidad con las realidades de los que se hacen llamar el primer mundo?, las diferencias entre uno y otro, entre nosotros y ellos no se reduce nada más a que “nosotros somos pobres y ellos ricos, que ellos nacieron en la Democracia, el Capitalismo y Revolución industrial y nosotros en la Contrarreforma, el Monopolio y el Feudalismo”[29].
Bien expresa Paz que la simple industrialización del país no responderá jamás a las problemáticas que nuestra cultura tiene. Me viene a la mente la Ética Protestante o el Espíritu Capitalista[30] de la cultura sajona; su capacidad para progresar mediante la acumulación de riquezas, su religión y el valor del trabajo, todo frente al horror y contraste que nos dio el mestizaje del imperio español con el catolicismo, sumado al imperio azteca.
Los Cristos ensangrentados en las iglesias pueblerinas, el humor macabro de ciertos encabezados en los diarios, los “velorios”, la costumbre de comer el 2 de noviembre panes y dulces que finjan huesos y calaveras […] Nuestro culto a la muerte es culto a la vida, del mismo modo que el amor, que es hambre de vida, es anhelo de muerte. El gusto por la autodestrucción no se deriva nada más de tendencias masoquistas, sino también de cierta religiosidad[31].
He de ahí el gusto por las famosas canciones llenas de despecho y tragedias, telenovelas serviles que hacen uso de la misma retórica oscura, al igual que las películas clásicas de Pedro Infante o Jorge Negrete que se suspenden a través del tiempo proyectándose una y otra vez, idolatrando la imagen romántica del macho mexicano, el cual muere de embriaguez por el amor o rechazo de una mujer a pesar de poseer a varias, aconsejado y respaldado por la moral de un sacerdote o de la sufrida madre. Se rechaza al trabajo porque es el castigo divino del destierro, como lo ilustra aquella frase de Cantinflas, cuando le preguntan sobre la bondad del trabajo y él responde: “si fuera bueno, ya lo hubieran acaparado los ricos”[32].
Mientras el sajón recurre al alcohol para olvidar, aquí se hace para confesarse; abrirse, desenmascararse, mientras ellos son optimistas vislumbrando lo mejor del futuro, aquí se posee un nihilismo no intelectual, irrefutable y completamente pesimista.“Ellos son crédulos, nosotros creyentes, aman los cuentos de hadas y las historias policíacas, nosotros los mitos y las leyendas”[33]. Allá nace Disney, y a pesar de que cuenten con cine de terror, aquí surgen las más grandes y lúgubres historias; el charro negro, la llorona, el coco, las procesiones malditas, el Nahual, la magia negra esotérica de los chamanes, etc.
Una conexión mística entre el pasado precolombino y el choque con el español, Octavio Paz menciona que:
Tlazoltéotl, la diosa azteca de la inmundicia y la fecundidad, de los seres terrestres y humanos, era también la diosa de los baños de vapor, del amor sexual y de la confesión. Y no hemos cambiado tanto: el catolicismo también es comunión[34].
Una comunión de sufrimiento y martirio, entre lo humano y lo divino que se forjó con el sincretismo. Fiel estampa de la divinidad de Quetzalcóatl.
“Nosotros somos tristes y sarcásticos; ellos alegres y humorísticos”[35]. Incrustan su comedia y mal sentido del humor al mundo, nos dan héroes ridículos con grandes toques egocéntricos envueltos en los colores de su bandera, aquí se canta El triste y se tiene de héroes a personajes patrios elevados por sus grandes fracasos, ya no es Hidalgo, ni Morelos, o Zapata o Villa, porque también lo puede ser el Chapulín Colorado o la selección mexicana de fútbol. Ellos mienten disfrazando una verdad por una verdad social –como lo menciona Paz–, al igual que lo hacen para disfrazar sus atrocidades difiero yo, aquí se hace por fantasía y desesperanza para ocultar la realidad, evitarla; porque duele, lastima, por eso se distorsiona peculiarmente hasta llegar a colocarle una máscara.
Dichas diferencias y contrastes entre una y otra cultura –menciona Octavio Paz– son irreconciliables, pero asume que, a pesar de nuestros lastres y de las fallas que contrae la modernización de nuestro país, mantiene –lo que yo considero– una esperanza por el hombre que es historia y que hace historia, no que simplemente esté arrojado en ella. También Paz señala el proceso en el que son sometidos los norteamericanos desde la infancia, mediante un discurso que se repite cotidianamente en radio, televisión, escuelas o iglesias, de la misma manera en que José Vasconcelos narraba su encuentro con la cultura norteamericana[36] al realizar sus estudios de la infancia enEagle Pass, encontrando una fuerte dosis de patriotismo norteamericano insertado en la educación básica, manera exacerbada de posicionar a la cultura sajona como centro de la universalidad. Esto no es diferente a la formación tan envenenada que el nacionalismo priista fomentó en sus orígenes, y que posteriormente convirtieron a un régimen autoritario en una cultura con grandes alcances de dominación. Sin embargo, la diferencia se encuentra en que, la primera mentira sigue dando frutos y respuesta a nivel mundial, mientras la otra a pesar de ser disfrazada o intentar renovarse a través de la imposición de todo orden, nos proporciona miseria y signos de desigualdades sociales más aberrantes que las estadounidenses.
Recuerdo un viaje a Norteamérica, específicamente a Miami, en aquella ocasión nos habían invitado a mi hermano y a mí, algunas amistades a realizar una obra altruista, la cual consistía en llevar desayunos a los Homeless en los suburbios de dicha ciudad. Al llegar, mi sorpresa fue impactante, eran pobres aquellos individuos, de eso no hay duda, pero a diferencia de las experiencias que había tenido años atrás en México; en lugares recónditos de la Sierra Poblana, las diferencias entre la pobreza de ellos con la nuestra era abismal. Los famosos Homeless tenían una casa, como un hospicio, contaban con cocineras, mesas, centro de diversión, gimnasio, pantallas gigantes, etc. Cosa deslumbrante, y aquí apenas la luz y la caridad de dios se hace presente.
De esta manera encuentro lo que Octavio Paz considera como una de las incapacidades para reconciliarnos con el fluir de la vida, porque el significado de “vida” nos puede traer en mente la búsqueda del propio ser, de tener sensaciones y arrojarse al límite, en cambio –y esto lo afirmo desde mi propio criterio– nuestro régimen político al igual que el norteamericano, ha tenido el afán de transgredir el ser auténtico del individuo despojándolo de sentido. La otra diferencia entre los dos fines es que, el nuestro queda en nosotros y en la capacidad de ver las desgracias que ocasiona el vivir en condiciones desdeñables durante casi ochenta y cinco años, a diferencia de Norteamérica que no sólo rechaza e impone sus condiciones hacia sus propios habitantes –como es el caso del latino, negro, chino, árabe, judío, entre muchos más– sino también de manera hegemónica a nivel internacional.
A pesar de toda la imposición y desdén por negar a la otredad, al no-ser, o a la nada,dándole significados de no existencia, existen sectores de la sociedad que se hacen presentes para reclamar el espacio vital de aquello de donde han sido arrojados, tal es el caso del pachuco como el que describe a la perfección Paz, al igual y como yo encuentro el caso de los negros luchando por su reconocimiento frente a la abominación racial sajona –I have a dream! –, sumado a diversas culturas dentro y fuera de los Estados Unidos. Con esto no expreso mi afinidad hacia los grupos violentos o anárquicos que siempre logran hacerse presentes, pero reconozco que el afán de negar a los otros es la causa primordial de muchos de los actos vandálicos; terrorismo, crimen organizado y hasta el narcotráfico. Eso sin expresar la manera tal, de cómo nuestro gobierno al igual que el norteamericano, han lucrado excesivamente con dichos fenómenos sociales.
Si bien, siempre las civilizaciones hegemónicas han tenido miedo de regresar al desorden básico existencial que proporciona el ser humano –menciona Paz–, por el motivo de seguir manteniendo el supuesto orden universal que, para muchos rige la naturaleza, sin embargo es claramente el sinónimo de una dominación hacia laotredad. Dicho orden puedo pronunciar, ha sido la característica de la imposición de unos sobre otros, negando con insistencia a la naturaleza humana; lo instintivo, o lo pasional. Es la negación del ser.
De igual forma, Octavio Paz describe a la perfección al ser mexicano que se esconde tras un sinnúmero de máscaras; el que es macho y que no se raja, el que hace inferior a la mujer por simple condición sexual, porque es hermético, cerrado y altamente desconfiado. El mexicano lucha; porque así considera a la vida, pero no es una lucha que se emprenda o se caracterice por el ataque, sino una lucha defensiva. He ahí la gran cualidad de soportar las vicisitudes de la vida, rasgo heroico y de resistencia, tanto de hombres como de mujeres. Paz señala lo siguiente:
[…] La hombría se mide por la invulnerabilidad ante las armas enemigas o ante los impactos del mundo exterior. El estoicismo es la más alta de nuestras virtudes guerreras y políticas. Nuestra historia está llena de frases y episodios que revelan la indiferencia de nuestros héroes ante el dolor o el peligro. Desde niños nos enseñan a sufrir con dignidad las derrotas, concepción que no carece de grandeza. Y sí no todos somos estoicos e impasibles –cómo Juárez y Cuauhtémoc– al menos procuramos ser resignados, pacientes y sufridos. La resignación es una de nuestras virtudes populares. Más que el brillo de la victoria nos conmueve la entereza ante la adversidad[37].
Arma de dos filos, porque se soporta todo a pesar de vivir en un derrotero, de lo estoico a la resignación e insensibilidad que trasciende en el hermetismo, de la quietud a un quimérico actuar. Lo cerrado nos muestra el gusto y tradición por la forma, característica principal de toda política ridícula; de las vastas ceremonias y festejos tradicionalistas. La forma es una máscara de engaño, de negación. Menciona Paz que así los liberales trataron de alterar la realidad del país con la constitución de 1857, dando a la post la dictadura porfirista y la Revolución de 1910. Así ahora se enmascara a la democracia, la política social, económica, agraria, educativa, electoral, financiera, energética, en fin, los ejemplos sobran.
Es innegablemente una manera de cerrarse, es la misma que ocasiona a la mentira y al engaño, a la equivalencia del macho con la madre sufrida, los dos con máscaras, insensibles e impávidos. La mentira es característica para ocultar el verdadero ser, para no abrirse, y a pesar de que el amor sea la apertura mutua entre los amantes, menciona el poeta Paz que no es nada raro encontrar diversas canciones que hablan de trágicos amores falsos. Mentira presente en todo ámbito, ejemplo bien ilustrado en la política nacional. También la mentira es disimulo, y el disimulo es el ignorarse a sí mismo, es la no existencia. “La nada de pronto se individualiza, se hace cuerpo y ojos, se hace Ninguno”[38].
Cuando se niega a alguien o a algo, se niega a uno mismo. Tal vez para ignorar la dura realidad, y es por eso que ahí nos encontramos con nuestro gusto por las fiestas; menciona Paz que somos un pueblo ritual, sólo basta con echar un vistazo a nuestro calendario plagado de celebraciones, o simplemente hacer de cualquier reunión una gran celebración sin importar “echar la casa por la ventana” para poder interrumpir el paso del tiempo.
Cada año el 15 de septiembre a las once de la noche, en todas las plazas de México celebramos la Fiesta del Grito; y una multitud enardecida efectivamente grita por espacio de una hora, quizá para callar mejor el resto del año[39].
La fiesta mexicana, de cualquier tipo y forma, sirve para desprenderse del tiempo, para el no-ser, para ridiculizar al rico, a la autoridad, a la hegemonía, porque todos son iguales, si no muestran su verdadero ser desgarrado se envuelven en otra máscara para despilfarrar las ganancias acumuladas en un ritual, como aquellos cumpleaños, años nuevos, bodas, XV años, etc. Celebraciones que ayudan a recuperar una vitalidad, una fuerza sobre humana, a pesar de que las fases de la fiesta culminen muchas veces en reproches, injurias, promiscuidades, violencia –casi igual a lo dionisiaco–, la fiesta se presenta como un ritual para la liberación del alma; de normas impuestas por todos lados. Y puedo asegurar que es la expresión máxima de un vitalismo sui generis, el mexicano. Es por ello que las fiestas son necesarias para aliviar el dolor que causa la realidad, menciona Paz que sin ellas estallaríamos. “Y es significativo que un país tan triste como el nuestro tenga tantas y tan alegres fiestas”[40]. Por ello es pecado no santificarlas.
Tenemos una herencia azteca; precortesiana, fundida en mestizaje no sólo con la española, sino con la que ésta trae detrás; como la árabe y la latina. Se han heredado no sólo las virtudes de dos “universos”, también los defectos. Se ha fusionado las diferentes formas de concebir a la vida; los sacrificios aztecas, por una parte para tener salud cósmica, y por otra, la redención católica con la muerte de Cristo, o también en el amor y el erotismo; como llama doble[41]. Asimismo, menciona el poeta Paz que en la época del siglo pasado, se perdió por completo la noción del valor de la muerte –ya no sólo de la vida porque no se vive individualmente sino de manera colectiva–, época de conflictos humanos; campos de concentración, guerras, catástrofes, pérdida del ser con la época moderna; industrialización y mercadotecnia social, lo cual hace desviar las miradas humanas, crisis de los Estados represores, entre más. Todo esto ha modificado la persecución de la vida, al igual que el de la muerte, la cual es estéril a diferencia de la cristiana y de la azteca. El mexicano –pronuncia Paz– pierde el sentido de la muerte porque también la vida le es indiferente; vive con ella a cada instante, no es el hecho de burlarse de ella pero sí de burlarla, venerarla el dos de noviembre porque también es muestra de respeto y conmemoración a los que ya se han ido.
Fiesta y velorio, vida y muerte. Siempre solos con miedo a regresar al mundo, muerte que repara, vida que se olvida, trago amargo de un sentimiento profundo que no embriaga; sí desgarra. Es preferible vivir con la puerta cerrada y esperar la muerte.
El mexicano es un enigma indescifrable. Se puede aproximar uno a él, y más cuando somos parte del mismo, pero sin lugar a dudas, hombre y mujer, permanecen en la soledad, siendo desconfiados; con disimulo. “Vivir a solas, sin testigos. Solamente en la soledad se atreve a ser”[42].
Somos producto de una historia, sí, porque también a través de ésta podemos darnos cuenta del presente paradójico en el que vivimos, el cual, permanece como constante. Bien menciona Paz que no se ha acabado la miseria de las clases sociales, y somos el reflejo claro –como el que da un río– de nuestras circunstancias. Sí la historia está dotada de hechos, también éstos están dotados de la característica humana; la problematicidad, lo caótico.
Cuando un mexicano de cualquier clase social busca abrirse, se desgarra, ya sea en la fiesta o en cualquier intento. De la misma forma le ocurre esto a los ricos; herméticos igualmente, cuando intentan abrirse sucumben en el desgarre. Es una lucha incansable por mostrarse y a la vez negarse. La lucha es ardua contra nuestros fantasmas; algunos heredados por la historia, otros creados por nosotros mismos y, sin embargo –menciona Paz–, sólo la historia puede ayudarnos a revelar nuestros fantasmas, a comprender nuestro carácter, nuestro hermetismo. “Nosotros somos los únicos que podemos contestar a las preguntas que nos hacen la realidad y nuestro propio ser”[43].
El lenguaje también revela los misterios profundos que guardamos con recelo, aquellas frases cotidianas y célebres que pueden mostrar más que un arduo estudio cientificista; porque encierra una gran carga simbólica difícil de visualizar. A esto Octavio Paz añade:
Toda angustiosa tensión que nos habita se expresa en una frase que nos viene a la boca cuando la cólera, la alegría o el entusiasmo nos llevan a exaltar nuestra condición de mexicanos: !Viva México, hijos de la Chingada! Verdadero grito de guerra, cargado de una electricidad particular […]. Con ese grito, que es de rigor cada 15 de septiembre, aniversario de la Independencia, nos afirmamos y afirmamos a nuestra patria, frente, contra y a pesar de los demás. ¿Y quiénes son los demás? Los demás son “hijos de la chingada”: los extranjeros, los malos mexicanos, nuestros enemigos, nuestros rivales. En todo caso, los “otros”. Esto es, todos aquellos que no son lo que nosotros somos. Y estos otros no se definen sino en cuánto a hijos de una madre tan indeterminada y vaga como ellos mismos[44].
Aparece la dualidad del mexicano, aquella que se refugia en la figura mítica de la madre. La madre sufrida y abnegada, como la leyenda de la llorona, aquella madre que se festeja los diez de mayo. Porque sólo aquel día merece sanar las heridas perpetuas, y lejos de representar metafóricamente la imagen materna, la chingada viene a adquirir diversos significados en diferentes partes del mundo; de éxito, fracaso, de potencia sexual, al igual que de sometimiento, del listo o el abusado, del menso o torpe, de burla y molestia, etc. “El verbo denota violencia, salir de sí mismo y penetrar por la fuerza al otro”[45].
Es el afán de introducirse en el otro, desgarrándolo inconscientemente, es la violación del candado que nos mantiene herméticos, pero es más violencia que querer descifrar nuestro ser. Es una frase masculina, sí, y agresiva a tal grado de que pasa desapercibida, porque se vuelve normal, ordinaria o cotidiana. Ayuda a reconocer en lo político, al que chinga; roba, miente, engaña, o es chingón; como el que se vuelve rico a costa de las necesidades ajenas. Herencia azteca y española, sin duda modificada hecha nuestra porque a través de ella, tratamos de ser auténticos (nosotros mismos). Dialéctica y dicotomía entre lo abierto y cerrado, posibilidad de la vida para chingar, o de serlo (chingando). “Con frecuencia nuestros políticos confunden los negocios públicos con los privados. No importa. Su riqueza o su influencia en la administración les permite sostener una mesnada que el pueblo llama, muy atinadamente, de “lambiscones” (de lamer)”[46].
Por eso ahora, al igual que siempre, el político no sólo ha representado la imagen hegemónica de la paria social, sino también la imagen de la corrupción, del denostar humano, de lo peor. El hecho de chingar se encarna precisamente en la clase política, mayormente abogados, economistas, administradores públicos, etc.; aquellos amaestrados para controlar las arcas públicas, mas no para administrarlas de buena forma. Octavio Paz menciona con certeza dicha aberración, expresando que: “[…] El servilismo ante los poderosos –especialmente entre las castas de los “políticos”, esto es, de los profesionales de los negocios públicos– es una de las deplorables consecuencias de esta situación”[47].
La chingada, se presenta como un rasgo distintivo de todas las acciones mexicanas, mientras todos están dispuestos a realizar dicha acción, a ser presas de ella, a irse muy lejos y no precisamente a China. Octavio Paz afirma que, la chingada es una palabra paradójica sin significado, vacía, hueca y que precisamente ilustra a la nada. Es característica del macho mexicano que también no es nada, pero que de la misma forma de chingar, se afirma mediante una superioridad falsa, enmascarada, diciendo“yo soy tu padre”. El macho es el gran chingón, el humorista, mujeriego, menciona Paz que posiblemente no niegue su homosexualidad haciendo uso excesivo de “la pistola” –en el albur–, simbología del falo masculino que mantiene una relación mítica directamente con la del Conquistador Español, y terrenal con aquellos personajes que someten comúnmente a la sociedad, el poeta menciona: <<Ése es el modelo –más mítico que real– que rige las representaciones que el pueblo mexicano se ha hecho de los poderosos: caciques, señores feudales, hacendados, políticos, generales, capitanes de industria. Todos ellos son “machos”, “chingones”>>[48].
El ser chingado es una imagen de veneración, no solamente se presenta con la mujer; violada y desgarrada por el conquistador español, sino también lo podemos encontrar en la afinidad por Cristo; dios hijo que a diferencia del padre –el cual representa vida– nos muestra a un ser martirizado, ensangrentado, condenado y humillado. Asimismo me atrevo a decir que dicha concepción por la imagen divina no sólo ha generado una inclinación por el martirio y no por la felicidad y la vida, como es el caso tan contradictorio de la Semana Santa; triste y tortuosa que a fin de cuentas culmina con la resurrección de Cristo; el misterio del Kerigma que engrandece al éxito o triunfo del dios de la vida. Algo completamente ignorado por nuestro gusto melancólico.
Menciona Octavio Paz que, de la misma manera la tradición mítica precortesiana –que hegemónicamente fue la azteca– se logró sincretizar con la religión traída por el español. La imagen de Cristo guarda una gran similitud con la de Cuauhtémoc (“ave que cae”), héroe caído y torturado por la ambición de Cortés, similar a la de su contraparte Huitzilopochtli; nacido de virgen, ambos jóvenes. Asimismo el gran simbolismo que guarda la imagen de la virgen de Guadalupe en la identidad mexicana es asombrosa, producto del sincretismo español-azteca, deidad fecunda ligada a los ritos cósmicos. A esto Octavio Paz describe las siguientes características:
La virgen católica también es una Madre (Guadalupe-Tonantzin la llamaban algunos peregrinos indios) pero su atributo principal no es velar por la fertilidad de la tierra sino ser el refugio de los desamparados. La situación ha cambiado: no se trata ya de asegurar las cosechas sino de encontrar un regazo. La Virgen es el consuelo de los pobres, el escudo de los débiles, el amparo de los oprimidos. En suma, es la Madre de los huérfanos. Todos los hombres nacimos desheredados y nuestra condición verdadera es la orfandad, pero esto es particularmente cierto para los indios y los pobres de México[49].
Símbolo de esperanza y unión, consuelo del martirio cotidiano, imagen con un significado tan vasto que sólo puede despertar una sensibilidad sublime al ver las peregrinaciones el doce de diciembre –fiesta nacional–. Madre de América nombrada por el papado, no casualmente en la cristiada representó heroísmo y fortaleza, dinamitando el estoicismo de la inconformidad petrificada, ilustrando la postal que el indígena regaló ante trágica escena nacional; colocando la estampa de Guadalupe al frente de su sombrero para salir a batalla.
Tristemente puedo arremeter contra aquellos que desplazaron el significado de la imagen Guadalupana –de movilización social– por la quietud y sumisión, en vez de ayudar a concebir mejor al trabajo y el éxito. Ya la historia lo corroboró con aquellos indígenas movilizados –tal vez bruscamente– gracias al estandarte hidalguense, emblema preciso de la Revolución de Independencia.
La Virgen de Guadalupe tiene su contraparte con la chingada, ésta segunda –describe el poeta Paz– es más pasiva que la primera madre mexicana. Octavio Paz señala:
Su pasividad es abyecta: no ofrece resistencia a la violencia, es un montón inerte de sangre, huesos y polvo. Su mancha es constitucional y reside, según se ha dicho más arriba, en su sexo. Esta pasividad abierta al exterior la lleva a perder su identidad: es la Chingada. Pierde su nombre, pero no es nadie ya, se confunde con la nada, es la Nada. Y sin embargo, es la atroz encarnación de la condición femenina[50].
La chingada es la mujer entregada, abierta, violada, asociada con la conquista y aquel momento en que Marina (Malinche) se entregó a los brazos de Cortés. Es la madre que abandona, traiciona, o que va en búsqueda del padre abandonando a su hijo –algo imperdonable–, imagen antagónica y complementaria a la imagen de Cuauhtémoc, elhéroe caído, hijo sacrificado. Por esta razón describe el poeta Paz el éxito de la palabramalinchista; todo aquel que se abre al exterior; al extranjero, y que por ese hecho, exaltan ser los hijos de la Malinche; de la chingada. Esto es de nueva cuenta el ejemplo del hermetismo, el rechazo al pasado que tanto Cortés como la Malinche míticamente le proporcionaron al mexicano, conflicto histórico que no se ha podido reconciliar.
El mexicano, fuertemente ligado a la madre y poseedor de un pasado doloroso, menciona el poeta Paz que, debe reconciliar lo que el proceso histórico le ha dado, igual que la Reforma Liberal que representó la ruptura con la Madre, como momento doloroso y fortuito, por ello es necesario romper con los lazos familiares que nos ha heredado el pasado, nos mantiene en el presente y nos impide realizar un futuro. “El mexicano y la mexicanidad se definen como ruptura y negación”[51]. Procesos que para Octavio Paz deben identificarse para poder trascender la soledad.
Por otra parte el poeta toma como referente a la conquista y la colonia para expresar el origen de nuestros conflictos actuales. Tras este suceso encontramos dos universos vastos y paradójicos: español y azteca, dualidades cósmicas como Quetzalcóatl y Huitzilopochtli; procedentes desde el imperio azteca que dominó y subyugó a las diferentes civilizaciones en Mesoamérica. De la misma manera, el imperio español a través de la violencia daría vida a la corona que tiempo más tarde, con la llegada de Cortés al continente, mediante la conquista y el choque de ambos imperios, generaría un mestizaje de formas, religiones, creencias, antepasados, dominación, orden político-social, económico, jurídico y muchos más rasgos que han caracterizado a la cultura mexicana. “Si México nace en el siglo XVI, hay que convenir que es hijo de una doble violencia imperial y unitaria: la de los aztecas y la de los españoles”[52].
Asimismo el catolicismo con sus pros y contras vino a darle al indígena un lugar en el mundo. Un lugar que había perdido tras la huida de sus dioses y la muerte de sus líderes, cosa que le haría quedar completamente en soledad, sin embargo, el catolicismo vendría a ser un poco más justo frente a su pasado o frente a las atrocidades del protestantismo norteamericano con el exterminio del nativo. Cabe señalar que Paz no se pronuncia a favor ni en contra de la herencia religiosa que trajo España, sin embargo hace una buena descripción de las ventajas y desventajas que contrajo dicho acontecimiento. A pesar de existir un sincretismo católico en el indígena, ni la Virgen de Guadalupe, ni la religión en general –menciona Paz–, le han quitado la fuerte unión con la tierra y el mundo, porque el indígena sigue concibiendo su salvación junto al cosmos y la sociedad. Esto quiere decir que el indígena sigue concibiendo al pueblo con lo sagrado, ni se diga, puedo asegurar que dicha relación sagrada se muestra cuando los conflictos sociales rebasan las atrocidades cometidas por los políticos, cuando el despojo de las tierras, sumado a las injusticias y diferencias sociales, levantan a comunidades indígenas de manera violenta y sangrienta. Algo característico de muchas escenas nacionales.
La conquista y colonia dejan sin lugar a dudas una herencia imborrable en los planos simbólicos del país, siendo características vivas del actuar mexicano; tanto en lo social como en lo político, económico, jurídico y más. La imagen de Sor Juana representa el intento poético del pensamiento moderno surgido paradójicamente de un convento, a esto Octavio Paz deja bien en claro que la única manera de contrarrestar el orden colonial fue a través de la ruptura, sin embargo dicha ruptura es muy difícil de encontrarla en su totalidad ya que el orden colonial siempre fue cerrado y negado al cambio, reflejo de una época en crisis que a su vez condenó al espíritu humano. Por otra parte las revoluciones emanadas en el continente, presentaron rasgos de ideales “modernos”, como ecos de lo que fue la Revolución Francesa y la Independencia Norteamericana, sin embargo, menciona Paz que dicho proceso mermó aún más las condiciones de las viejas colonias, generando ahora una multitud de repúblicas con vastos problemas económicos, políticos, entre más, ya que en vez de construir sociedades modernas perpetuaron la prolongación de sistemas feudales que, en manos de caudillos, consolidaron una tradición característica de América latina: la dictatorial.
No debe olvidarse, además, la influencia determinante de muchos de los caudillos revolucionarios. Algunos, más afortunados en esto que los conquistadores, su contra figura histórica. Lograron “alzarse con los reinos”, como sí se tratase de un motín medieval. La imagen del “dictador hispanoamericano” aparece ya, en embrión, en la del “libertador”[53].
La Revolución de Independencia fue contradictoria, por un lado Morelos e Hidalgo eran derrotados por los realistas –criollos como Iturbide– que se pronunciaban a favor de la monarquía española, empero, tiempo más tarde las circunstancias en España con el cambio de la monarquía absoluta a constitucional por parte de los liberales, ocasionó que tanto el clero, terratenientes, caudillos militares y la burguesía, se unieran a los insurgentes sobrevivientes para consolidar la independencia del país, y dar auge al nuevo imperio encabezado por Iturbide que más tarde sería derrocado.
Un siglo XIX caótico afirmo yo, y en sintonía con lo expresado con el poeta afirmo que, la influencia norteamericana se hace presente en nuestras constituciones no adecuadas a nuestra realidad, en la forma de intentar revertir nuestro centralismo con las ideas federalistas estadounidenses. Menciona Paz que la disgregación del país es tan notoria que se llega a perder más de la mitad del territorio frente a la expansión imperialista yanqui. Aparece en este suceso imborrablemente la imagen del dictador Santa Anna y la ridícula manera de mandar hacer honores a su pierna perdida en batalla. Más tarde, en 1857 se proclama una constitución liberal –menciona el poeta que es una ideología utópica–, expresión de la ambigüedad que envenenó a la formación de nuestra nación, para que de la misma manera se levantaran en armas los conservadores del país –fieles defensores de la monarquía–. <<Juárez responde con las Leyes de Reforma, que acaban con los “fueros” y destruyen el poder material de la iglesia>>[54]. Se vive la invasión francesa gracias al apoyo de Napoleón III pedido por los conservadores, se impone a Maximiliano, un liberal opuesto al dominio norteamericano –dice Paz que refleja una ambigüedad más en la escena nacional–, Juárez lo manda a fusilar emulando a la ejecución de Luis XVI en la Revolución Francesa.
“La Reforma funda a México negando su pasado. Rechaza la tradición y busca justificarse en el futuro”[55]. Es ruptura, pero también es negación. Negación del hombre en parte y su pronunciamiento por otra, no nace una burguesía liberal fuerte, sino expreso, se deja un vacío de poder muy notorio que solamente pudo culminar en una cosa, la dictadura de Porfirio Díaz. Etapa progresista sustentada en el positivismo comtiano y en el evolucionismo de Spencer, el orden y progreso científico son notorios en el país, pero también las consecuencias. Los vestigios coloniales aún siguen vivos a pesar de la modernización del país, se dan privilegios a pocos y se suprimen libertades. Es una época de mentira, menciona el poeta Paz que es de “inautenticidad histórica”; de la imposición por una creencia ya no católica. Es una máscara, porque no había nacido aquí el porfirismo sino se había imitado.
Por lo tanto, la Revolución nacería como una revelación de nuestro ser –asegura Paz–, fue la consecuencia de todo un antecedente histórico y cultural, empero, Octavio Paz apunta con certeza que no existieron intelectuales que le dieran una buena conducción, fueron diversas revueltas como diversos los nombres, y a pesar de que se creyó que era un momento auténtico y de creación en la historia mexicana, las carencias fueron gravemente notorias. Por un lado los obreros conseguían el reconocimiento a nivel nacional y mundial, por otro, los campesinos buscaron la posesión de tierras que se les había arrebatado desde la colonia, en vez de preocuparse por obtener mejores condiciones de vida, los intelectuales en las aulas habían sólo culminado con la crítica al positivismo y lo habían sepultado en una cripta, pero no habían logrado consolidar un pensamiento que unificara a las diversas demandas sociales.
Los fantasmas del pasado aparecían en la escena revolucionaria, los diversos fines reflejaban la falta de unificación nacional, no fue encaminarse a la realización de un futuro, sino como describe el poeta, fue el regreso a los orígenes. Asimismo, Paz advierte que en toda teoría revolucionaria existe un “eterno retorno”, nuestra revolución fue la explosión del dinamitar de nuestra realidad; incongruente con el liberalismo, oprimida tras la dictadura y lo que contrajo; abusos y privilegios de políticos.
La incapacidad de la “inteligencia” mexicana para formular en un sistema coherente, contrastó con la suma de las confusas aspiraciones populares, cosa que se hizo patente apenas la Revolución dejó de ser un hecho instintivo y se convirtió en un régimen[56].
Lamentablemente los fantasmas de nuestro pasado apabullaron dicha escena histórica, fueron falsas las ideas mexicanas, como falsa fue la manera de disfrazar nuestra realidad, o mejor dicho –en palabras de Paz–: la Revolución culminó en una máscaramás, como la del liberalismo, como la de Juárez y de Díaz. Máscara que culminó en un régimen de adoración a nuevos “césares”; desde Carranza hasta Obregón y Calles. Fue la reafirmación de la falsedad con los cimientos de una nueva constitución, la de 1917; la prolongación del liberalismo y la quimérica división de poderes, lo mismo con el“federalismo teórico y su ceguera ante nuestra realidad”[57].
La Revolución fue tan contradictoria que nos reveló nuestra propia soledad y la desesperación por reconciliarnos con nuestro pasado; con la historia y el origen. Contradicciones que se pueden presenciar en los diversos personajes que ilustran el acontecimiento histórico revolucionario; algunos lograron mitificarse como Zapata y Villa –fieles retratos de la tragedia y la derrota–, otros por sus atrocidades y abusos se olvidan o ignoran. Octavio Paz expresa acertadamente lo siguiente:
[…] Villa cabalga todavía en el norte, en canciones y corridos; Zapata muere en cada feria popular; Madero se asoma a los balcones agitando la bandera nacional; Carranza y Obregón viajan aún en aquellos trenes revolucionarios, en un ir y venir por todo el país, alborotando los gallineros femeninos y arrancando a los jóvenes de la casa paterna. Todos los siguen: ¿a dónde? Nadie lo sabe[58].
La Revolución desentrañó lo más profundo del ser mexicano, fue fiesta de vida y muerte, menciona Paz que fue “una súbita inmersión de México en su propio ser”[59], es la conjunción de todo, la embriaguez del mexicano, “revuelta y comunión”, fue un momento donde el ser se manifestó a pesar de su miedo. “La explosión revolucionaria es una portentosa fiesta en la que el mexicano, borracho de sí mismo, conoce al fin, en abrazo mortal, al otro mexicano”[60].
De igual manera, Octavio Paz pronuncia palabras sobre la “inteligencia” mexicana,asegurando que no son los procesos históricos los que marcan cambios en la cultura, sino viceversa, la cultura es quien va a la vanguardia, sobrepasando sin duda alguna a la historia. Es una forma más clara de concebir las falacias nacionalistas, de desmentir los disfraces y quitar las máscaras, menciona el poeta que “muchas veces la cultura se adelanta a la historia y la profetiza”. Asimismo, describe que la poesía tiende a abolir la historia, no por desdeñarla sino porque llega a la trascendencia.
De esta manera, a través de las letras, la pintura y el arte que destilaron muchos intelectuales, artistas y grandes maestros, fue como la Revolución dio un vuelco a nuestros orígenes, a ver al otro y tratar de generar una universalidad; colocar al mexicano en la cima del mundo. La Revolución carecía de ideas y de colectividad, las pocas bonanzas que dejó no fueron a través de la guerra o las armas, sino mediante las palabras, la enseñanza; la universidad. Tarea ardua que emprendieron personajes como Justo Sierra y José Vasconcelos, porque sólo a través de la buena educación el mexicano podría conciliar su pasado, presente y justificar un futuro. Tarea que hasta hoy, tristemente nos queda a deber mucho.
Ya tiempo atrás el Ateneo de la Juventud que encabezó Vasconcelos, Alfonso Reyes y Antonio Caso, buscó justificar la existencia del ser mexicano, aquella denostada y humillada con la máscara del positivismo. Octavio Paz reconoce el valor del activismo político ejercido por el maestro Vasconcelos, porque es innegable reconocer la importancia del poder político para lograr los mejores cambios, he de ahí la tragedia que contrae su mal uso, y la desgracia de quienes son incapaces de ver por sus semejantes.
Un ejemplo lo otorgó la vida del maestro Vasconcelos; el Ulises Criollo[61]; primer intento por generar autoconocimiento, y su Raza Cósmica[62]; en búsqueda por la universalidad y unidad hispana. <<El lema del positivismo, “Amor, orden y progreso”, fue sustituido por el orgulloso “Por mi raza hablará el espíritu”>>[63]. Empero, más allá del gran legado vasconceliano presente en la universidad, Octavio Paz reconoce que la obra del maestro del ateneo ya no es vigente, al igual que ahora –denuncio yo– la universidad dejó de ser un centro del conocimiento que nos aproxime a la generación de crítica libre, o de grandes creaciones literarias, intelectuales, artísticas o poéticas. Razón que justifica nuestra incapacidad creadora, aquella denunciada por Antonio Caso alguno a inicios del siglo XX[64].
La Revolución siendo ambigua y paradójica quedó a deber más de lo que se piensa, quien vino a darle justicia fue Lázaro Cárdenas mucho tiempo después, pero no representó el cardenismo la época creadora que tanto se ha anhelado en la historia mexicana, la educación dio un giro al socialismo y sucumbió en trampas, enemistades, en otra máscara llamada nacionalismo. El conflicto educativo tuvo pros y contras, si se perdió la libertad crítica, de pensamiento y reflexión, también se engendró un nuevo cáncer, el del servilismo. Por eso y mucho más, hoy por hoy no se ha logrado resolver los grandes problemas en los que se encuentra la educación mexicana, y no es extraño saber que la dominación social eficiente se da a través de ella, por esta razón menciona el poeta Paz que “el intelectual se convirtió en el consejero, secreto o público, del general analfabeto, del líder campesino o sindical, del caudillo en el poder”[65].
Cualquiera puede saber que el poder seduce, excita y también envenena. El servilismo intelectual es característico de nuestro país, porque es la avaricia que se quedó en el inconsciente gracias a las castas. Asimismo se consolidó nuestro régimen político, siempre más autoritario que democrático, y no sólo se construyó en tierra de fantasmas, sino también se fortaleció con el legado de personajes como Manuel Gómez Morín y sus compañeros pertenecientes al grupo de los 7 Sabios, todos Caudillos Culturales de la Revolución Mexicana[66].
Octavio Paz no deja de lado el tema de la identidad nacional, haciendo certeras críticas a Samuel Ramos; con El Perfil del Hombre y la Cultura en México[67], al igual que a diversas publicaciones de Jorge Cuesta, ya que, con la Revolución no sólo surgió la curiosidad de autoexplorarnos, en lo más íntimo, sino que a través de ella se crearon diversos arquetipos a partir de las castas ya existentes, sumado a que el país niega constantemente su pasado. Igualmente, Paz destaca la gran labor de personajes como Daniel Cosío Villegas y Alfonso Reyes, porque proporcionaron grandes cimientos que permanecen enterrados como magníficos tesoros para el conocimiento, la reflexión y la literatura.
Se ha buscado a través del conocimiento de nuestras características, llegar a posicionar al hombre mexicano en condiciones falsas, como aquellas que han sido imitadas, sin embargo Paz reconoce que el legado heredado por los grandes filósofos mexicanos, aparece como puertas abiertas para aproximarnos a un ser auténtico, sin necesidad de ser desgarrados. El ejemplo claro está en Alfonso Reyes, en el universo filosófico y literario que le dejó a México para buscar aproximarnos “al alma nacional”. “Soledad y Comunión, Mexicanidad y Universalidad, siguen siendo los dos extremos que devoran al mexicano”[68].
De la misma manera asegura el poeta que la historia mexicana es un intento por encontrarnos con nosotros mismos; de búsqueda y ruptura, desde la Conquista hasta la Revolución, pero estos intentos provocan que nos llenemos de máscaras y que distorsionemos la realidad. El catolicismo fue una aproximación a la universalidad, pero a la de Occidente. Si bien, pudo adoptarse la religión, ésta tiene poco de ser auténtica, sino sincretizada. De ahí los lastres los que tenemos como malestar en la cultura, y es por ello la importancia del surgimiento de una filosofía mexicana que dé respuesta al sentido de nuestra existencia, nuestra alma, moral y carácter.
A mitad de siglo XX, encontramos máscaras y disfraces que ocultan la verdadera identidad mexicana. A esto, refiere Paz que la reflexión filosófica es urgente para el pensamiento mexicano, ya que es, en gran dosis salvadora. El tema de la mexicanidadestá varado en un desierto sin forma que nos exprese, gracias al lastre de tener siempre nuestra historia vista desde ojos ajenos. Es la negación viva de nuestra realidad, cosa que no nos proporciona nada, sino –aseguro yo– tragedia continua.
Paz advierte que la mexicanidad debe afrontar nuestras ambigüedades proporcionadas por la tradición y la voluntad misma de nuestro ser, y plantearse como objetivo la universalidad. El conflicto no sólo es nacional, sino que es un malestar característico de nuestro continente, debido a esto Octavio Paz cita los estudios hispanoamericanos realizados por Leopoldo Zea, los cuales apuntan en denunciar las carencias de nuestro continente, su falta de asimilación en el mundo y tener siempre una enajenación por las civilizaciones europeas. Y no es fácil escapar de dicha problemática cuando Occidente tiene una tradición pragmática a nivel histórico, sofocando todo intento por aceptar el ser que existe en otras sociedades o en su misma periferia, empero, Paz acierta en decir que todos nos encontramos en el margen de la historia porque ya no hay centro gravitacional, las ideas o el pensamiento de grandes personajes; filósofos, escritores, artistas e intelectuales en nuestro continente es vasta, y por mi parte considero que es la oportunidad para regresar a nosotros, a nuestras circunstancias, ya que a través de este gran legado, podemos hacer frente a todos los problemas que se encuentran en nuestra realidad. La tarea no es fácil, pero debe ser una lucha constante.
CONCLUSIÓN:
“La mexicanidad será una máscara que, al caer, dejará ver al fin al hombre”[69]. Hombre que ha sido y es negado, aquel que se encuentra apartado del horizonte de las ideas contemporáneas, porque es fácil decir que como mexicanos somos diferentes, de la misma manera en que es fácil seguir utilizando el pensamiento ajeno para distorsionar nuestra realidad y proporcionar soluciones que fracasan a menudo. Somos diferentes, sí, pero también semejantes, la historia nos muestra que los grandes problemas mundiales nacen de la incapacidad de aceptarnos como diferentes y semejantes.
La obra del poeta Paz es un clásico para las ideas mexicanas, esto sin denostar el trabajo que han realizado la vasta tradición de escritores mexicanos como: Alfonso Reyes, Antonio Caso, José Vasconcelos, Samuel Ramos, Emilio Uranga, Jorge Portilla, Luis Villoro, Leopoldo Zea, Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes, entre muchos más. Es un gran parte aguas para replantear soluciones a nuestros conflictos, si bien la tarea no es fácil, pero es la mejor opción que tenemos para salir del derrotero que nos dejaron todas las contradicciones revolucionarias. Ahora compartimos lo que otros porque nos asomamos al mundo y nos dimos cuenta que la historia no la hacen algunos, sino nosotros mismos, menciona Paz que:
“El destino de cada hombre no es ya diverso al del Hombre. Por lo tanto, toda tentativa por resolver nuestros conflictos desde la realidad mexicana deberá poseer validez universal o estará condenada de antemano a la esterilidad”[70].
Al igual que ayer, nos encontramos hoy, con un sinnúmero de tareas que resolver, lamentablemente tenemos la suma de nuevos conflictos, tanto sociales como metodológicos. Ya el siglo pasado nos bastaron tres guerras para poner al borde del abismo a la capacidad de ser humanos, lejos del intelecto, la reflexión y la ciencia, lejos del progreso y el desarrollo que como naciones buscamos arduamente.
¿Hoy por hoy qué es lo que importa más? Tal vez la estructura social haya cambiado o se haya modernizado gracias a las exigencias que nos sigue imponiendo Occidente –tanto el europeo como el sajón–, pero las condiciones humanas siguen dando mucho de qué hablar. Amén de recordar que nuestros índices de pobreza son abominables, no podemos justificar que la desigualdad social sea un rasgo hasta de las sociedades más avanzadas –excusa para evadir nuestras responsabilidades como nación–, no es lo mismo un pobre norteamericano que un pobre mexicano.
Ya basta de hacer al individuo mexicano un mártir, un problema. Basta de culpar a la sociedad mexicana por las irresponsabilidades de aquellos que ejercen el poder político, basta ya de hacer una caricatura de nuestra tragedia nacional, o vender discursos mesiánicos para seguir confundiendo la mente de nosotros, los que estamos abajo. Es aberrante escuchar a niños diciendo que al crecer serán políticos o narcotraficantes, brecha no muy estrecha entre la corrupción tan singular de nuestro país. Basta de promover literatura barata que exalta nuestros defectos como humanos, ya que eso nos hunde más en el derrotero histórico del país.
La respuesta no es sencilla, porque nadie dijo que todo en la vida tendría que ser fácil. Los mejores hombres –y lamentablemente lo digo así– son sólo pocos que se levantan de las tragedias y vicisitudes de la vida, aquellos otros que cruzan la frontera para buscar una mejor condición de vida para sus seres amados, a pesar de trabajar jornadas inhumanas, aquellos que día a día se levantan con una esperanza de realizar mejor sus tareas, trabajos, estudios, amas de casa, madres solteras, padres de familia, jóvenes, hijos, hijas, hermanos, etc. No somos todos los culpables de la desgracia nacional, en nuestra tierra aún brilla lo más importante, la capacidad humana para sobresalir y superar cada obstáculo. Nuestra esperanza.
Qué tan cotidiano es ver a mexicanos triunfando en otros países, sufriendo las peores condiciones humanas en sus comienzos, ejemplo claro el caso actual de Alfonso Cuarón y Emmanuel Lubezki, paradójicamente expulsados del Centro Universitario de Estudios Cinematográfico de la UNAM en los ochentas. Pero más aberrante es ver a quienes se cuelgan del triunfo de los que salen adelante y logran superar las vicisitudes de la vida, aquellos que han logrado asimilarse y adaptar al Occidente sajón.
El ser que nos han impuesto de manera injusta es el derrotado desde antes de nacer; el injuriado, el apático, ignorante, incapaz, violento, pobre, y pregunto, ¿cuántos de nosotros asumimos dicho derrotero y cuántos luchamos día a día para superar la adversidad? Por otra parte aquellos que nos imponen a dicho ser, son los que no han dejado de imitar a Europa y Estados Unidos, no han dejado de exaltar las viejas y aberrantes tradiciones nacionalistas, creando ídolos nuevos y logrando hacer con la desgracia social, un laberinto mortuorio del que ellos mismos permanecen culpables.
Tenemos que aprender a mirar cara a cara a la realidad. Inventar, sí es preciso, palabras nuevas e ideas nuevas para estas nuevas y extrañas realidades que nos han salido al paso. Pensar es el primer nivel de la “inteligencia”. Y en ciertos casos, el único[71].
El llamado está hecho, depende de nosotros compartir dicho mensaje con los que no pueden acceder. La obra de Paz puede tener muchas críticas y muchas adulaciones, falsas o certeras. Sin embargo su legado queda vigente como el de tantos clásicos que nos trasladan en el tiempo para ayudarnos a generar una autoconciencia, generar crítica y hacerla nuestra, ver el pasado y el presente es nuestra dicha, el futuro aún no está escrito. La oportunidad es nuestra, es la ocasión perfecta para escribir nuestra propia novela, nuestro ensayo, nuestra poesía, es el momento para componer nuestra prosa, nuestras canciones, filmar nuestras películas. Es tiempo de ser auténticos y libres.
“Somos, por primera vez en nuestra historia, contemporáneos de todos los hombres”[72].
Soy el hombre, el estudiante que se adentró en el laberinto y, a través de mi soledad he descubierto las fibras más sensibles de mi existencia, he visto al Minotauro, su rostro, jamás lo olvidaré. He visto al ser y al otro, y me he visto a mí reflejado en sus ojos.
Gerardo Lozz.
*Trabajo de investigación actual en la maestría de ciencias políticas BUAP.
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[1] Scherer García, Julio, (2014), Octavio Paz voz que no se apaga, Proceso, Edición especial 44, p. 9
[2] Paz, Octavio, (2000), El Laberinto de la Soledad, Postdata, Vuelta a “El Laberinto de la Soledad”, Fondo de Cultura Económica, México, p. 12.
[3] Paz, Octavio, (2000), El Laberinto de la Soledad, Postdata, Vuelta a “El Laberinto de la Soledad”, Fondo de Cultura Económica, México, p. 12.
[4] Paz, Octavio, (1979), El Ogro Filantrópico, Joaquín Motriz, México, p. 64.
[5] Cfr., Cansino, César, (2008), La Muerte de la Ciencia Política, Sudamericana, Argentina.
[6] Cfr., Rulfo, Juan, (1993), Pedro Páramo, Fondo de Cultura Económica, México.
[7] Rulfo, Juan, (2000), El Llano en Llamas, Anagrama, España, p. 9.
[8] Cfr., Sartori, Giovanni, (1994), Ingeniería Constitucional Comparada, una investigación de estructuras, incentivos y resultados, Fondo de Cultura Económica, México.
[9] Paz, Octavio, El Arco y la Lira, p. 8 [Consultado el 7 de Abril a las 8:45 a.m.] Disponible en: https://www.google.com.mx/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&cad=rja&uact=8&sqi=2&ved=0CCgQFjAA&url=http%3A%2F%2Ffiles.poesiacolonensecontemporanea2.webnode.es%2F200000229-8e7dd8f77d%2FOctavio%2520Paz%2520el%2520Arco%2520y%2520la%2520Lira.pdf&ei=dPpFU7ypOePw2QWVzYBA&usg=AFQjCNHq001UrAyPOXO0ulI5orSOMiirxg&bvm=bv.64507335,d.b2I
[10] Cfr., Platón, Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, tomo 9, Madrid 1872, [Consultado el día 9 de Abril del 2014 a las 5:34 p.m.], Disponible en:http://www.filosofia.org/cla/pla/img/azf09007.pdf
[11] Cfr., Platón, (1989), Diálogos, estudio preliminar de Francisco Larroyo, Porrúa, México.
[12] Garibay K., Ángel Ma., (2013), Mitología Griega, dioses y héroes, Porrúa, México, p. 240.
[13] Óp., Cit., Paz, Octavio, (2000), p, 221.
[14] Texto tomado de las propias palabras de Octavio Paz en la serie: “! Silencio! Maestros Leyendo, Jóvenes lectores”, Presentado por la SEP, Cfr., Youtube, (2014, Abril21), Portal jóvenes lectores “El Laberinto de la Soledad”. Octavio Paz., (Archivo de Video), Obtenido de: http://www.youtube.com/watch?v=zwE5ZbB6OsI
[15] Si bien sabemos que era costumbre consultar el oráculo en el mundo antiguo y que este, no revelara respuestas, sino interpretaciones que, la mayoría de las veces culminaban en trágicos destinos. Cfr., Colli, Giorgio, (2009), El Nacimiento de la Filosofía, Tusquets, México.
[16] Cfr., “Mitos y Leyendas, el sitio web de la mitología y leyendas”, [Consultado el 8 de abril del 2014 a las 7:15 a.m.], Disponible en: http://mitosyleyendascr.com/mitologia-griega/teseo/
[17] Cfr., Óp., Cit., Garibay K., Ángel Ma., (2013).
[18] Ibíd., p. 241.
[19] Ibíd., p. 244.
[20] Ibíd., p. 341.
[21] Ibíd., p. 340.
[22] Cfr., Óp., Cit., “! Silencio! Maestros Leyendo, Jóvenes lectores”, Presentado por la SEP, Cfr., Youtube, (2014, Abril21), Portal jóvenes lectores “El Laberinto de la Soledad”.
[23] Ibíd., p. 31.
[24] Ibíd., p. 17.
[25] Cfr., Huntington, Samuel P., (2004), ¿Quiénes somos?, los desafíos a la identidad nacional estadounidense, Paidós, Barcelona. Y en Cfr., Huntington, Samuel P., (2005), El Choque de Civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, Paidós, Barcelona.
[26] Óp., Cit., Paz, Octavio, (2000), p. 19.
[27] Ibíd., p. 22.
[28] Ibíd., p. 23.
[29] Ibíd., p. 23.
[30] Cfr., Weber, Max, (1997), Sociología de la Religión, Istmo, México.
[31] Óp., Cit., Paz, Octavio, (2000), p. 26.
[32] Bartra, Roger, (2005), La Jaula de la Melancolía, Identidad y Metamorfosis del Mexicano, Random House, México, p. 167.
[33] Óp., Cit., Paz, Octavio, (2000), p. 26.
[34] Ibíd., p. 27.
[35] Ibíd., p. 26.
[36] Cfr., Vasconcelos, José, (2012), Ulises Criollo, Porrúa, México.
[37] Ibíd., p. 34.
[38] Ibíd., p. 49.
[39] Ibíd., p. 51.
[40] Ibíd., p. 57.
[41] Cfr., Paz, Octavio, (2003), La Llama Doble, Seix Barral, Barcelona.
[42] Óp., Cit., Paz, Octavio, (2000), p. 78.
[43] Ibíd., p. 81.
[44] Ibíd., pp. 82-83.
[45] Ibíd., p. 84.
[46] Ibíd., p. 87.
[47] Ibíd., p. 86.
[48] Ibíd., p. 90.
[49] Ibíd., p. 93.
[50] Ibíd., p. 94.
[51] Ibíd., p. 97.
[52] Ibíd., p. 110.
[53] Ibíd., p. 133.
[54] Ibíd., p. 137.
[55] Ibíd., p. 138.
[56] Ibíd., p. 158.
[57] Ibíd., p. 159.
[58] Ibíd., p. 161.
[59] Ibíd., p. 162.
[60] Ibíd.
[61] Cfr., Óp., Cit., Vasconcelos, José, (2012), Ulises Criollo.
[62] Cfr., Vasconcelos, José, (2012), La Raza Cósmica, Porrúa, México.
[63] Óp., Cit., Paz, Octavio, (2000), p. 167.
[64] Krauze de Kolteniuk, Rosa, (1971), Antonio Caso Obras completas (Tomo I- Polémicas), Universidad Nacional Autónoma de México, México, p. 93
[65] Óp., Cit., Paz, Octavio, (2000), p, 170.
[66] Cfr., Krauze, Enrique, (2007), Caudillos Culturales en la Revolución Mexicana,Tusquets, México.
[67] Cfr., Ramos, Samuel, (1993), El Perfil del Hombre y la Cultura en México, Editorial Planeta Mexicana, México.
[68] Óp., Cit., Paz, Octavio, (2000), p. 179.
[69] Ibíd., p. 185.
[70] Ibíd., p. 187.
[71] Ibíd., p. 207.
[72] Ibíd., p. 210.
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