GERARDO LOZADA MORALES[1]
Dicho en breve, la democracia a la que
me refiero considera a la sociedad civil como el espacio público por
excelencia, el lugar donde los ciudadanos cuestionan y enfrentan cualquier
norma o decisión que no haya tenido su origen o rectificación en ellos mismos;
coloca a la esfera pública política como el factor determinante de
retroalimentación del proceso democrático y como la esfera de la política
democrática; concibe al poder político como un espacio “vacío”, materialmente
de nadie y potencialmente de todos [...] (Cansino, 2010: 180)
En pleno comienzo
del siglo XXI el mundo puede encontrarse en una situación completamente caótica
gracias a la crisis que arrastra la democracia desde las últimas tres décadas
del siglo pasado, reflejándose en lo económico, lo político y en particular en
lo social. El peligro de hoy —a diferencia de otras épocas— es que la humanidad
no había experimentado con más gozo lo que representa vivir en democracia,
empero, hoy los resultados no han sido completamente satisfactorios.
Los datos suelen ser abrumadores si nos remitimos a los debates que se
encuentran en auge en la actualidad, aquellos que desenmascaran los resultados
tan escalofriantes a nivel de distribución de la riqueza y de desigualdad
social, de marginación y de pobreza, y entre muchos más que dan como resultado
críticas severas hacia la democracia (Fukuyama, 2014; Meaney y Mounk, 2014; Morris, 2015; Piketty, 2014) que si bien, algunos aseguran su retiro o caducidad (Fukuyama, 2014; Meaney y Mounk, 2014; Morris,
2015), otros ante dicho derrotero defienden a la democracia arduamente puesto
que es la forma de gobierno más óptima para vivir (Cansino, 2010; Piketty,
2014).
Ante dicha problemática en la que se encuentra la democracia, el magnífico
ensayo de César Cansino sobresale para resaltar lo que él considera como “el
otro Occidente”: América Latina, lugar en donde la democracia se ha reinventado
de diversas maneras y que a pesar de contar con rezagos más viejos que los del
Occidente europeo y el sajón, a pesar de enclaustrar sus resistencias en
ideologías obsoletas ortodoxas como el “marxismo trasnochado”, la violencia,
los golpes militares, y de pender en un hilo frágil que de romperse se encuentra
más próximo al autoritarismo. Es ahí donde la sociedad civil se impone para
redefinir el espacio público y para hacer a un lado a la democracia pragmática
que se impuso desde el siglo pasado para asesinar literalmente a los ciudadanos
de cualquier cuestión política, hasta el grado de generar que los críticos del
círculo de Frankfurt concibieran al ser como presa de la “cultura de masas”; del
consumismo, del despilfarro, de ser sociedades teledirigidas, apátics, y
subordinadas[2] —esto
similar al paradigma que inundó a la filosofía con el existencialismo
encabezado por Sartre— entre más. Esto en la actualidad, aunque parezca
increhíble mantiene gran presencia en el ámbito académico como lo es, el
cálculo y el consenso, la elección racional y la teoría de juegos (Easton, 1976; Downs, 1973;
Buchanan & Tullock, 1962; Easton, 1976).
Asimismo, el trabajo de Cansino (2010) se encuentra dividido en tres
partes, la primera nos muestra como inicio una tesis atrevida que consiste en
concebir a la democracia de América Latina en diferentes claves democráticas a
las ya existentes, principalmente en el impacto que tiene la sociedad civil en
el espacio público, mirando el malestar
con la democracia que se tiene hoy; con los conflictos para consolidar
regímenes democráticos, la crisis de representación, los “espejismos” para
medir la democracia (calidad de la democracia) que lejos de ilustrar la
realidad se ven rebasados por ésta, y los conflictos que dejó el autoritarismo
al contar con la desestatización política
(Cansino, 2010: 111) sumado a valores democráticos más apegados a las
culturas liberales de Europa y Estados Unidos. Se llegó a la época en donde el
instrumentalismo de las ciencias sociales, en específico de la ciencia política
y todos los lastres que arrastra, obligan a que la democracia tenga que
calificarse mediante parámetros rigurosos que contienen sesgos metodológicos que
contrasten y difieren con la realidad de cada país.[3]
No obstante, Cansino (2010) es claro en aclarar las diversas fallas que la
democracia ha tenido en América Latina, y de igual forma hace evidente las
dificultades que mantienen a las democracias actuales como la mexicana, la cual
no logra desligarse de su pasado y que continúa reproduciendo patrones autoritarios
(Cansino, 2010: 48) que estancaron de lleno la consolidación democrática. “Sólo
desde la ingenuidad más rampante se podría afirmar que la democracia en América
Latina se encuentra en vías de una franca y segura consolidación” (Cansino,
2010: 104-105).
De igual manera aquellas democracias
que fracasaron como lo fue el caso de Perú con la presidencia de Alberto
Fujimori o Brasil con Fernando Collor de Mello, nos remiten al presente, en
donde estos mismos países atraviesan crisis democráticas alarmantes, esto sin
hacer a un lado el caso de otros países que califican como los más corruptos
del mundo. Huelga decir que Cansino (2010) no cae en la subjetividad de
vanagloriar de forma exacerbada a América Latina o a la propia sociedad civil.
Si bien, reconoce las condiciones que se arrastran desde el pasado al presente
como el presidencialismo, el patrimonialismo, el clientelismo, el caciquismo,
el corporativismo y que históricamente seamos cuna de líderes mesiánicos y de
gobiernos populistas, es en la segunda parte donde nos aproxima a comprender La nueva cuestión social; proponiendo
nuevas claves para pensar y entender la política del continente que la mayoría
de las veces ha optado por salidas tecnócratas temporales como las políticas
públicas (Cansino, 2010: 141) o las “recetas de ajustes estructurales”
(Cansino, 2010: 375) que no aseguran ni siquiera un porvenir estable para las
decadentes economías de América Latina, y a su vez aclara que la democracia aún
no llega a su óptimo ideal puesto que se encuentra en construcción permanente
al igual que amenazada por retrocesos autoritarios. Es por eso que en América
Latina se encuentra una batalla constante en donde la sociedad civil ha ganado
terreno pese represiones violentas para asegurar espacios más democráticos.
Los ciudadanos se encuentran más activos políticamente y lidiando día a día
en contra de la difusión del control de la opinión pública que los medios de
comunicación se empeñan en construir. Hoy se tienen nuevas formas de
comunicación como las redes sociales que han dado muestra del malestar y los
descontentos en contra de las injusticias políticas y los abusos.[4] El terreno de lo político es
fundamental para salvaguardar los principios básicos de libertad y de igualdad puesto
que como propone Cansino (2010), la democracia hoy en América Latina debe
enternecerse en clave de la sociedad civil en el espacio público.
No obstante, Cansino (2010) es claro en pronunciar que la democracia no
debe concebirse “sólo como una forma de gobierno, sino como una forma de
sociedad y una forma de vida” (Cansino, 2010: 114), aunque esto contenga una
carga simbólica de valores que contrasta con las “rémoras” que dejó las cultura
nacionalistas autoritarias en el imaginario social, pero que lejos de
condicionar a los ciudadanos a nuevos derroteros en pleno siglo XXI como los
mencionados por Néstor García Canclini (1990) al definir a los “hibridajes
culturales”[5],
es necesario asumir la importancia de las victorias sociales en los espacios
públicos. Empero, también es responsabilidad darle el valor justo a la sociedad
civil que como en México se ha reposicionado ante el determinismo con victorias
democráticas como la del año 2000 que muestran a través del estoicismo y la esperanza (2012) la
capacidad excepcional que se tiene para revertir las vicisitudes políticas y
económicas que condicionan cotidianamente la vida de los individuos.[6]
Los viejos filósofos que gestaron la cultura nacionalista partieron desde
postulados eurocéntricos para concebir tanto a México y a América Latina como
sociedades que tuvieron un accidente histórico para ser insuficientes tras su
encuentro con Occidente (Hegel, 2009; Ramos, 1993; Uranga, 1952; Zea, 2001).
Ante esto, intentaron construir un imaginario social para que la ciudadanía
fuera igual a Occidente, he de ahí la cercanía de muchos gobiernos de América
Latina al fascismo, el nazismo y el
comunismo. Sin embargo, dichos intentos más allá de trascender fueron
ridiculizados más tarde con la llegada de los valores democráticos, del libre
mercado y la globalización (Monsiváis, 1987). El despertar de la sociedad civil
fue de la mano de la caída del muro de Berlín en 1989, del fin de la URSS en
1991 y de desenmascarar las viejas mitologías que se empeñaron en idealizar a
sociedades homogéneas serviles al autoritarismo.
En la tercera parte Cansino (2010) ilustra
la redefinición de lo público, de lo local a lo global y regreso para
contrastar con las definiciones democráticas imperantes que le otorgan a la
política institucional y a los representantes políticos el don de la “panacea”. “Hoy hacen falta más
investigaciones sobre nuestra historia y nuestro presente” (Cansino, 2010: 252)
a las que no les vendría mal alejarse del determinismo de la cultura política que no le hace justicia
a lo ganado por la sociedad civil.
El autor desenmascara a aquellos intelectuales cimentados en la violencia
del marxismo y de la lucha de clases que hoy se pronuncian como posmodernos:
desde culturalistas, desarrollistas, sociólogos, teólogos de la liberación
social, neomarxistas defensores del populismo. Los cuales, en conjunto representan
ser un “cáncer” para el continente y son reflejo del estancamiento intelectual
y carente de originalidad para nuestras sociedades.
Hay que abandonar las
tentaciones neomarxistas, posmarxistas posestructuralistas incapaces de
sacudirse las taras del pensamiento dicotómico del bien y el mal y los esquemas
deterministas, tan socorridos por los Bordieu, los Negri, los Zizek y los
Wallerstein, que en lugar de explicar la complejidad la significan y reducen a
esquemas autorreferenciales (Cansino, 2010: 244).
El caso de Chantal Mouffe (1999) representa de mejor forma las bases en las
que están cimentadas las “tentaciones” de América Latina, bajo la violencia y
el resentimiento, con la concepción antagónica de la política y el determinismo
de la izquierda y la derecha.[7] Bajo la concepción bien
señalada por Cansino (2010) de remitirse a un personaje que buscó justificar al
Estado de excepción, al dictador y a la lógica de “amigo vs enemigo” como lo fue
Carl Schmitt. Ya que también se apega mucho a las ideologías que hoy se
mantienen siendo incompatibles a los valores democráticos como el ya mencionado
marxismo y el propio feminismo, entre más (Schmidt & González, 2015).
Hoy la crisis de representación es reflejo del despertar de la ciudadanía y
la negación de los detentadores del poder para democratizarse realmente. Hoy
América Latina necesita de autocrítica que le permita ver los lastres que
arrastra desde el pasado y que le impiden generar alternativas originales ante
sus problemáticas. Hoy la democracia si no es vista desde la sociedad civil y
su reposicionamiento democrático en el espacio público es aceptar el suicidio, pero
también es menester finiquitar al populismo y no concebirlo como la cura de
nuestros males puesto que está más próximo al totalitarismo. El futuro para la
democracia es complicado ya no sólo en América Latina sino en el mundo. Hoy la
postura es salvaguardar a la democracia y a sus principios fundamentales de
libertad y de igualdad.
El trabajo de Cansino (2010) se presenta como una oportunidad para enteder
lo que fue y lo hay en América Latina. Su lectura es recomendable para aquellos
que apuestan y se atreven a concebir a la democracia desde distintas posiciones
y que son capaces de sobreponerse a todas las ideologías o los cánones que
contaminan su conretar simbolólico. No obstante, nos ofrece en el epílogo final
tres entrevitas contrastantes de estudiosos de América Latina para enriquecer a
lecturay comprender La revuelta
silenciosa (Cansino, 2010): Guillermo O´donell, Néstor García Canclini y
Alain Touraine para retroalimentar la lectura.
Bibliografía:
Buchanan, J.
M. & Gordon T. (1962) The Calculus of Consent, Logical Foundations
of Constitutional Democracy, Ann Arbor, The University of Michigan
Press.
Cansino, C. (2008), La
Muerte de la Ciencia Política, Argentina, Sudamericana.
Cansino, C.
(2010), La revuelta silenciosa democracia y ciudadanía en América
Latina, México, El otro occidente.
Cansino, C. (2012), El
excepcionalismo mexicano entre el estoicismo y la esperanza, México, Océano.
Cansino, César, Schmidt,
Samuel y Nares Rodríguez, Guillermo, (2013), ¿Democratizando la democracia?
De la primavera árabe a los indignados, México, Juan Pablos-BUAP.
Chantal M. (1999), El retorno de lo político. Comunidad,
ciudadanía, pluralismo, democracia radical, Barcelona, Paidós.
Downs, A.
(1973), “Teoría económica de la acción política en una democracia”,
en: Diez textos básicos de Ciencia Política, Madrid, Ariel.
Easton, D.
(1976), Esquema para el análisis político, Argentina,
Amorrortu Editores.
Fukuyama,
F. (2014), “At the End of History‟ Still Stands Democracy”, The Wall Street Journal.
Hegel, G. W. F.
(2009), La Fenomenología del espíritu
[1730-1881], Valencia, Pre-Textos.
Marcuse, H. (2010), El
hombre unidimensional [1964], Barcelona, Ariel.
Meaney,
T., & Mounk, Y. (2014), “What Was Democracy? Democracy was once a comforting
fiction. Has it become an uninhabitable one?”, The Nation, Recuperado en:
http://www.thenation.com/article/179851/what-was-democracy#1.
Monsiváis, C.
(1987) “Muerte y resurrección del nacionalismo”, Nexos, 1 de enero, en url: http://www.nexos.com.mx/?p=4721
Morris,
I. (2015), “Democracy: The Least Bad Form of Government”, STRATFOR, Disponible en: https://www.stratfor.com/sample/weekly/democracy-least-bad-form-government
Piketty, T. (2014), El capital en el siglo XXI [2013],
México, FCE.
Ramos, S. (1993),
El perfil del hombre y la cultura en
México [1934], México, Austral.
Schmidt, S. &
González T. M. (2015), Las ideologías en
el siglo XXI ¿son vigentes?, México, Instituto chihuahuense de la cultura.
Uranga, E.
(1952), Análisis del ser mexicano y otros escritos sobre la filosofía de lo
mexicano, México, Bonilla Artillas.
Zea, L. (2001), Conciencia y posibilidad del mexicano
[1952], El Occidente y la conciencia de México [1953], Dos ensayos sobre México
y lo mexicano [1952], México, Porrúa.
[1] Egresado de la
Maestría de Ciencias Políticas de la FDCS=BUAP y actualmente estudiante del
doctorado en ciencias de gobierno y política de ICGDE=BUAP.
[2] Dicha descripción la
puede ilustrar a la perfección Herbert Marcuse (2010) con El hombre unidimensional.
[3] Ante dicha
problemática también el autor es coherente a su postura sobre las condiciones
en las que la Ciencia política se encuentra, véase en: La muerte de la ciencia política (Cansino, 2008).
[4] Ante esta discusión
el autor posteriormente complementa la postura de la importancia de las redes
sociales en el trabajo intitulado: ¿Democratizando
la democracia? De la primavera árabe a los indignados (Cansino, Schmidt &
Nares Rodríguez, 2013). Las redes sociales han sido cruciales para
reconfigurar la democracia desde el espacio público, aunque éstas tengan
también su tiempo de vigencia ya que no muestran ser definitorias en el terreno
político.
[5] Canclini afirma
que hay vestigios de la modernidad como la identidad nacional, la soberanía y
el arte, que no desaparecen ni han sido borrados sino que se mantienen
latentes, “en un registro diferente” (Cansino, 2010: 150). Esta postura aparece
como determinista y de nueva cuenta flagela a la sociedad para concebirla como
poseedora de rasgos autoritarios que contrastan con los valores
democráticos.
[6] Pese a que la
crítica pueda arremeter en contra de la postura de defender y reivindicar a la
sociedad civil, es necesario comprender que si no se le da el valor que merece a ésta sería asumir una derrota que contrae finiquitar
a todos los valores democráticos y permitir la llegada del totalitarismo como
el que se vivió el siglo pasado en momentos de crisis similares a los actuales.
[7] Cansino (2010) es
contundente en desenmascarar que hoy no se puede reducir las preferencias
políticas en las vertientes ortodoxas de “izquierda y derecha” cuando contamos
con sociedades plurales y heterogéneas.
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