Génesis de una herencia acribillada.
Génesis de una herencia acribillada.
[…] Su firme amor a la tierra, con lo que ha vivido por siglos en estricta unión y de la que ha sacado su vida misma, se ha suscitado también por la repetida influencia de inveteradas condiciones de un medio social despótico, la aversión por cuanto pueda limitar su libertad personal […]. Cuando está sumergido en la civilización que no entiende, lo hace soportar, lo vuelve estoico; pero que en cambio le da entereza extraordinaria cuando ese sentimiento de impotencia se desvanece […]. Perecen con verdadero estoicismo en los campos de batalla; en el patíbulo, sin pestañear siquiera […]. Su amor a la tierra que le da de comer, su aversión idiosincrática y laudable a todo despotismo, su frecuente inclinación a la embriaguez y su indiferencia impávida por la muerte[1].
Ezequiel A. Chávez.
Durante 1901 surgió un ensayo que consagró a un filósofo y jurista mexicano nacido en Aguas Calientes (1868-1946). Ezequiel A. Chávez heredero del positivismo comtiano y de grandes pensadores británicos como: Hebert Spencer, John Stuart Mill y E. Tichener, entre otros. Personajes que ligaron en él aquella gran intención de encontrar leyes universales que ayudaran a comprender y a encaminar a la sociedad mexicana hacia el progreso que surgía desde la dictadura de Porfirio Díaz.
Ezequiel Chávez fue el precursor principal de la búsqueda de una identidad mexicana, la cual sustentaba entre líneas la preocupación por entender “las condiciones psíquicas del mexicano”, fue sin duda alguna también respaldado por el lema positivista: Orden y Progreso. Sin embargo Ezequiel Chávez localizó la problemática que dificultaba encaminar a la sociedad mexicana a las exigencias que demandaba Occidente.
La famosa publicación desencadenaría reacciones y promovería estudios sobre lo mexicano durante todo el siglo XX, a través del ensayo que salió a la luz en la Revista Positiva (número 3, el primero de Marzo de 1901) y se tituló: “Ensayo sobre los rasgos distintivos de la sensibilidad como factor del carácter mexicano”. Por medio de este trabajo Ezequiel Chávez realizó la crítica de una problemática sobre el funcionamiento de la sociedad en el país, la cual comenzó afirmando que las condiciones psíquicas de cada país son completamente distintas, y debido a esto no era posible tener un buen funcionamiento de las instituciones políticas o educativas trasladadas a tabula rasa desde Occidente europeo a Latinoamérica.
A su vez Chávez también señalaba que dichas diferencias entre las sociedades, daban la posibilidad de su estudio y observación para lograr la adaptación de las exigencias institucionales a las circunstancias del país, mediante métodos eficaces que permitieran encaminar hacia el progreso nacional.
Al proponer Ezequiel Chávez el estudio sobre lo mexicano, se dio a la tarea de manejar conceptos como: “carácter del mexicano, condiciones psíquicas y sensibilidad del mexicano”. Los cuales también irán a la par de la clasificación que él realizó sobre las clases sociales –que a principios del siglo XX, tuvieron un gran valor para el estudio que desembocaría en la propuesta del filósofo de Aguas Calientes–, como lo son: “los indígenas, los mestizos vulgares, los mestizos superiores, los extranjeros (europeos) y criollos”, acentuando así los componentes principales del pueblo mexicano.
De esa manera realiza una descripción generando categorías sobre la forma en cómo actúa la sensibilidad en las emociones de cada uno de ellos. Si es que dicha sensibilidad despierta emociones o no, y posteriormente identificar de forma adecuada cómo se reflejan en el carácter mexicano, para poder comprender la duración y la fuerza de la sensibilidad en la vida cotidiana.
En primer lugar Chávez menciona al indígena como un personaje elemental de las sociedades latinoamericanas, sin embargo lo señala como un ser incapaz de excitar su sensibilidad frente a diversas situaciones de la vida, así como a las vicisitudes que ésta presenta. Insensible a la muerte e incapaz de romper con las cadenas que arraiga, incapacitado a cambiar sus hábitos o costumbres, su negativa se reflejada en el idioma o lingüística, algo que ni el propio catolicismo logró erradicar en él, porque el indígena sólo asimiló las formas exteriores y los ritos. Empero, Chávez denuncia al indígena como “el talón de Aquiles” del positivismo en América latina, cosa que para él, dificultó el tránsito hacia el progreso de dichas sociedades porque asumió la incapacidad del indígena para concebir a la modernidad, o en términos estrictos: el significado de nación o de Estado.
Ezequiel Chávez deja percibir en su ensayo La Sensibilidad del Mexicano, al eurocentrismo que tanto caracterizó la formación de nuestro país desde el siglo XIX hasta el siglo XX, comparando tajantemente las incapacidades del indígena en contraste con las razas mezcladas, pero hace hincapié en la mayor capacidad para experimentar emociones en extranjeros (europeos) y en sus descendientes, haciendo referencia a aquellos personajes característicos del inicio del México independiente como: Iturbide o Santa Anna.
Después hace una distinción entre mestizos: el mestizo superior y el mestizo vulgar. El primero hijo de familias mezcladas pero no muy bien refinadas, aquellos que han soportado el desgaste de las castas, más aún frente a la imagen del criollo, ya que de esa manera lograron conservar su propia posición dentro de un sistema de castas al que consideró casi invisible. En segundo lugar, poseedor de una sensibilidad variable, “los mezclados sin árbol genealógico fijo”, aquellos que buscan saciar sus apetitos próximos, los que se endeudan y despilfarran su trabajo en banalidades, inestables emocionalmente a tal grado de culminar en el engaño amoroso; aquello que los hace ser incapaces de formar familias estables o tener viviendas cómodas porque son próximos al hedonismo y pansexualismo.
Chávez nos muestra con énfasis la diferencia entre los dos mestizos que él cataloga, el vulgar; que actúa como un desheredado, carente de familia o de hogar, no espera nada de nadie, es incapaz de adaptarse, todo sumado a que su sensibilidad no llegue a ser intelectual, tal vez si cerebral pero abstracto y poseedor de deducción. El filósofo de Aguas Calientes, hace referencia a Francisco Bulnes en su ensayo –personaje perteneciente al grupo de los científicos durante el régimen de Porfirio Díaz–, para definir puntualmente la imagen del mestizo vulgar de la siguiente forma:
Es fanfarrón y valiente… Pero no es supersticioso, ni pórtico, ni semidiós… Es prácticamente polígamo, infiel a todas sus damas, a sus dioses y a sus reyes. Es un espíritu bárbaramente… Escéptico desinteresado como el indio, con una gran virtud, nada, ni nadie le produce envidia. No tiene más aspiración más que la de ser muy hombre… Ama a su patria y tiene el sentimiento de lo que es una gran nación; es fiel como un árabe, cuando promete pelear e informal como un astrólogo cuando promete saldar sus deudas… Es anticlerical, jacobino sin apetito sanguinario: se burla de los frailes sin aborrecerlos y le entusiasma todo lo que es progresó, osadía, civilización[2].
Por otro lado, señala del mestizo superior su capacidad de superación intelectual, la cual se complementa con su facilidad para experimentar todas las emociones que se avivan con ideas, las cuales tiempo después son transformadas en ideales. Han despertado en él, el sentir de la independencia, de las reformas, la educación, de los grandes cambios que lo hacen ser impaciente y pragmático. […] “Estrellándose hoy en parte con las realidades tardías, corrigiéndolas hoy mismo y sin esperar a mañana para provocar nuevas auroras”[3].
De ésta manera Ezequiel Chávez señaló el primer rasgo distintivo de la sensibilidad mexicana, enunciando lo siguiente:
[…] Por lo que se refiere a su modo de producción: superabundantemente fácil en el europeo y en el criollo, relativamente moderada en el mestizo de buena cuna, casi imposible en el indio; variable pero a menudo rápida en el mestizo vulgar[4].
Las diferencias que encuentra Ezequiel Chávez, enunciadas desde el procedente de las castas, también son para él un gran distintivo y cisma de nuestras masas sociales, lo cual impacta directamente en el pensamiento de los individuos. De esta manera trata de descifrar las características psíquicas de lo mexicano, sin embargo debo mencionar lo siguiente: Chávez le da mucha importancia al indígena por esa incapacidad de excitar sus sensaciones –como ya he mencionado antes–, por representar el problema más grande del progreso positivista, lo describe unido a la tierra, tal vez de forma ancestral y milenaria, unido a lo único que ha representado el despertar de su ser. He aquí un gran hallazgo, aquello que lo hace ser estoico desde los tiempos remotos en donde el peninsular o el criollo buscaba arrebatarle sus pobres tierras, la única posesión que le puede dar sentido a su existencia, al significado de ser históricamente la carne de cañón de las guerras que este país ha librado, y la posible gran herencia que le brindó al mestizaje. Aunque para Chávez represente una amenaza, la herencia acribillada del indígena le ha brindado al mestizaje una gran dosis de estoicismo.
Chávez describe la existencia de un sentimiento en el indígena que es más grande que la gratitud y muy próximo a la adoración. Éste es un estado afectivo hacia sus protectores como lo ocurrido en Paraguay con fray Pedro de Gante, o con la Virgen de Guadalupe en México. Un estado denigrado por la perspectiva positivista del autor, catalogado como algo irracional, pero sin duda, referente de la herencia indígena contra el sufrimiento, al despotismo y la opresión. Si el mestizo vaga con la sombra de ser desplazado por el criollo, el indígena fusiona el odio con el desprecio que recibe de la tiranía que se le impone, despertando en él, un sentimiento patriótico que muchas veces lo incita a revelarse mediante la capacidad del intelecto, tal es el caso –como lo menciona Chávez– de Vicente Guerrero, Benito Juárez, Cuauhtémoc y Morelos.
En suma el mestizaje generó para Chávez una serie de contrastes, desde los impulsos de los mestizos hasta el silencio de los inamovibles indígenas, salvo excepciones de los que llegan a superarse mediante la intelectualidad, como Juárez o Díaz. Desde la reacción en contra del sometimiento, donde el mestizo hace un revuelo pero deja intacto todo, y el indígena sólo reacciona tras el cúmulo de sentimientos, algo que lo hace siempre ser explotado por el cacique.
Todos diferentes a sus sensibilidades y a los rasgos distintivos que definen el carácter mexicano, pero también opuestos como el mestizo vulgar al indígena, donde el primero contrasta con el silencio y la inmutabilidad del segundo, terco y obstinado, sumamente impulsivo y frágil reaccionario, descrito por Chávez como “el pelado mexicano”.
En cuanto al mestizo superior, aquel que se encuentra entre el altruismo y el egoísmo, algo que para Chávez no es común en las castas. Reflexivo y poseedor de la virtud de sentir lo que otros sienten, capaces de resolver grandes problemas nacionales, ya que simpatizan notoriamente con el progreso y la moral. Ezequiel Chávez resume las características con las siguientes palabras: […]“en lo relativo a su producción: difícil para el indio, fácil para el criollo, intermedia para el mestizo superior y variable para el mestizo vulgar”[5]. Así el filósofo de Aguascalientes hace detonar el boom sobre el estudio de lo mexicano, con la firme intención de encontrar la medida adecuada para poder adaptar las características de un pueblo a sus instituciones.
Es el comienzo del siglo XX. El comienzo de una búsqueda que aparentemente no ha podido concluir, y que en la actualidad ha sido una de las grandes herramientas en la construcción y desarrollo del sistema político mexicano. Como hemos visto, Ezequiel Chávez es uno de los principales exponentes en pronunciar el estudio sobre lo mexicano, fiel promotor del positivismo, así como de su basta intención para encontrar una moral[6] adecuada para la conducción de la sociedad hacia el progreso.
*Trabajo de investigación actual en la maestría de ciencias políticas BUAP.
[1] Chávez A., Ezequiel, “Ensayo sobre los rasgos distintivos de la sensibilidad como factor del carácter mexicano”, Revista Positiva núm. 3, 1º de marzo de 1901, en Bartra, Roger, (2006), Anatomía Del Mexicano, Random House, México, pp. 32-33.
[2] Ibíd., p. 34.
[3] Ibíd., p. 35.
[4] Ibíd., p. 31.
[5] Ibíd., p., 43
[6] Cfr., Síntesis de los principios de la moral de Hebert Spencer / Ezequiel A. Chávez, [consultado el día 2 de julio del 2013 a las 3:50 p.m.], Disponible en:http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080021689/1080021689.html
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