“[…] para conservar o transformar el mundo es necesario haberlo entendido antes”Norberto Bobbio (2003: 88).
La desigualdad del pasado como constante del presente en el Estado y la economía.
El problema de la
desigualdad es algo que nos remonta a tiempos inmemoriales, y que está
altamente ligado al terreno de lo político. En la génesis de la conformación
estatal, personajes como Aristóteles sembraron la eterna discusión sobre la
desigualdad, ya que al concebir la existencia de gobernantes y gobernados
se asumió qué tanto puede el hombre ser partícipe de las cuestiones estatales.
A su vez, justificó la desigualdad como una condición natural inherente del
hombre, tal fue el caso de la esclavitud, lo político y lo civil, hasta
anclarse en la concepción económica de facto, ya que aseguró lo siguiente:
[…] la igualdad parece
derecho común, y sin duda lo es, no para todos, sin embargo, sino sólo entre
iguales; lo mismo sucede con la desigualdad; es ciertamente un derecho, pero no
respecto de todos, sino de individuos que son desiguales entre sí (Aristóteles,
2001: 106).
Asimismo, no es casual ver que lo político ha definido históricamente el
campo de batalla de las luchas sociales entre quienes poseen riquezas o el
capital, y quienes intentan subsistir mediante la fuerza de trabajo, a
sabiendas que desde la génesis organizacional del hombre, la toma de decisiones
fue un ejercicio de poder que se concentró en las clases altas que tenían la
subsistencia óptima; es decir las condiciones económicas adecuadas para
involucrarse de lleno en el ejercicio del gobierno.
De igual forma la posesión de la riqueza segregó a la humanidad, “generalmente los ricos están en minoría y los pobres en mayoría; la riqueza pertenece
a pocos, pero la libertad a todos. Estas son las causas de las disensiones
políticas entre ricos y pobres” (Aristóteles, 2001: 106). El tema que siempre
ha sido crucial, es aquel en donde se prefiere tener libertad a costa de todo,
dejando a un lado el tema de la igualdad.
Por otra parte, otra etapa que reconfiguró la organización del hombre, el
ejercicio del poder y el papel del Estado, partió de la modernidad con el triunfo de la razón (Touraine, 1994) en
donde se supuso que con el fin del oscurantismo, la humanidad alcanzaría desarrollo
y bienestar, si se tiene presente que las grandes revoluciones como la
francesa, la estadounidense y la industrial. Empero, lejos de alcanzar los
óptimos de libertad y de igualdad, culminaron como nuevas etapas
en donde se redefinió la posesión de poder y de cambios que reconfiguraron el
papel del trabajo, los obreros y los poseedores de capital.
El tema de la organización del hombre fue prevista por los contractualistas
como Hobbes (trad. 2001), Rousseau (trad. 2012), Locke (trad. 2010) y
Montesquieu (trad. 1999) como una época caótica en donde se buscó con el origen
natural del hombre, señalar cuestiones como la regulación de la actividad
humana, los temas de la propiedad privada, y en su caso, el de la actividad
económica en cuestión de la posesión de tierras. No obstante, el tema de la
producción fue primordial, puesto que se asumió su importancia en cuestiones de
subsistencia del Estado, y la preservación de los pactos y de la paz. Asimismo,
se concibió al Estado como la única organización capaz de regular la actividad
comercial, siempre con la finalidad de salvaguardad la paz y la estabilidad
humana.
No obstante, después de lo que representó la Revolución Industrial,
principalmente para Occidente, se vivieron tiempos caóticos en donde la
actividad humana quedó rebajada a la cosificación del obrero, a la explotación
y a las nuevas formas de esclavitud y de desigualdad. Nuevas formas de
producción, de mercado, de comercio, de trabajo y de consumo.
El papel del estado fue crucial ante estos nuevos mecanismos económicos,
Adam Smith (1794) vio que el comercio al liberarse podría generar productividad
y acumulación de riqueza, siempre y cuando los Estados se preocuparan por
brindarle a su sociedad las condiciones necesarias para preservar el bienestar
y la seguridad de sus individuos. Sin embargo, al hacerse presentes las nuevas
formas de consumo, también Smith (1794) cuestionó la manera en que se hizo del
hombre un consumidor potencial de productos innecesarios, o en su caso de
frivolidades (Smith, 1941).
Hizo responsable al poseedor de capital del hecho de generar utilidades
inservibles y de provocar consumidores artificiales, y apuntó que el problema
es esencialmente moral (Smith, 1941). El mercado ha generado hasta la
actualidad que el hombre se encuentre sujeto a la obtención de productos
procedentes de ciclos económicos, aunque las utilidades no sean las óptimas a
alcanzar. Ha hecho al hombre totalmente dependiente del mercado y ha desplazado
los viejos saberes de subsistencia al olvido, el caso de métodos de
autosuficiencia económica.
El Estado debería ser el principal medio para la regulación de la
organización humana, siempre respetando la actividad económica como ajena a sus
actividades en el ejercicio del poder. Empero, el Estado queda rebasado desde
el primer momento en que no se ha podido mediar la problemática de la
desigualdad social y de la distribución de la riqueza. El desarrollo comercial
y el surgimiento de la mercadotecnia han propiciado el surgimiento de
sociedades individualistas.
El engranaje crucial de la economía y el Estado, se encuentra en la manera
en que el capitalismo global se ha vuelto incompatible con la democracia
mundial y la democracia de los países, es decir, existen rasgos totalitarios
dentro del comercio mundial que atentan en contra de la estabilidad
organizacional estatal de todos los países del mundo, como bien lo afirmó en su
momento la teoría crítica de Herbert Marcuse (2001)[1].
Cabe recordar que la industrialización en el mundo acrecentó el tema de las
desigualdades sociales en determinadas épocas históricas, sin embargo
existieron momentos que más allá de demostrar épocas de convergencia económica
han sido un espejismo como señaló Piketty (2014) ¾al referirse a la curva de Kuznetz¾; el caso de la Primera y Segunda Guerra mundial del
siglo XX, y el crack financiero de 1929, etc.
En la siguiente gráfica, Piketty (2014) reconstruye datos partiendo desde 1700 para contrarrestar con la teoría maddisoniana, y cuestionó el supuesto de que a nivel mundial se haya acabado con una fase de divergencia y se le dé comienzo a una convergencia, puesto que con la Revolución Industrial tanto Europa como los Estados Unidos superaron sus niveles de producción frente a su tamaño poblacional, sin embargo, aclara que es arriesgado asegurar dicho término puesto que no se toma en cuenta una reversión económica o política del caso de China (Piketty, 2014: 75-77).
El espejismo de la convergencia se puede observar en el caso
estadounidense, puesto que es contraria la postura de Piketty (2014) al decir
que no existió tal suceso, sino que fueron parte de una época de excepción
donde las desigualdades se redujeron, sin embargo en el periodo de 1970 a 2010
la desigualdad volvió a repuntar en el vecino norteamericano. Véase en la
siguiente gráfica proporcionada por el economista francés:
Por otra parte, la literatura desarrollada en el siglo XVIII por los padres de la miseria, pueden ilustrar en
gran medida las condiciones precarias de vida que provocó la alta concentración
de la riqueza en el pasado. “Las novelas de Jane Austen y Balzac, en
particular, presentan cuadros pasmosos de la distribución de la riqueza en el
Reino Unido y en Francia en los años de 1790 a 1830” (Piketty, 2014: 16). Hoy
en día, existe una gran cantidad de datos que demuestran que la concentración
de la riqueza se ha ido apuntalando posteriormente a la época de la posguerra,
hasta el grado de situarse hoy en el 1% de la población mundual. Lo alarmante
es que, al igual que en el pasado, dichas coyunturas históricas han detonado en
un sinnúmero de insurrecciones sociales en pos de las desigualdades cada vez
más aberrantes.
No obstante, para comprender la
magnitud de la desigualdad, uno puede aproximarse a lo gestado por el
marxismo que bien reflejó que los problemas económicos nos pueden aproximar a
épocas caóticas provocadas por la desigualdad. Las obras de Engels y de Marx ilustraron
en el pasado que las desigualdades sociales al irse incrementando a lo largo de
Occidente, fueron también revelándose en una diversidad de revuelvas sociales
cobijadas en las ideas socialistas desde el siglo XIX, desde los socialistas
utópicos hasta desembocar con el pensamiento marxista que dio origen a la URSS
a comienzos del siglo XX; principalmente con el lema de la lucha de clases. “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del
comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada
para acosar a ese fantasma” (Marx & Engels, 2006: 51).
El papel del Estado fue absorbido por el peso económico. El capital privado
provocó que el papel de las naciones quedara rebasado por sus intereses y por
incidencia de la génesis de la globalización (Marx & Engels, 2006: 59). El
comercio también comenzó a hacerse mundial hasta el grado de transgredir el
papel de lo político en niveles nacionales.
El marxismo criticó de lleno al Estado considerando su lógica como servil
ante la clase dominante, como un ente que hizo salvaguardar el orden
establecido de los poseedores de capital, y como herramienta plena de
dominación. Ante esto, Marx asumió que los asuntos y poderes del Estado no
pueden recaer únicamente en la propiedad privada (Marx, 1968), y señaló que el capital tiende a concentrarse
de manera cíclica y de facto en trasgredir la vida de los individuos (Marx,
1978).
La economía del pasado y
su desarrollo nos pueden dar muestra de los conflictos que hoy no terminan de
desaparecer, sino que, por el contrario, generan problemáticas más alarmantes
puesto que nos encontramos en una época con desarrollos tecnológicos más
avanzados en donde, tanto los estados como los ciudadanos mantienen posturas
que pueden estar abismalmente separadas.
Los conflictos sociales
han respondido a malestares generados por la economía de los países. El terreno
de la economía política y su importancia para salva guardar los intereses
ciudadanos es crucial ahora como lo fue en el pasado. Se puede prevenir
conflictos que han hecho que las insurrecciones sociales transgredan la paz
nacional e internacional. La desigualdad es un factor alarmante que se puede
ver en el pasado, porque las revoluciones, más allá de ser idealizadas, nos dan
reflejo de descontentos sociales que culminaron en guerras y matanzas muy
alarmantes.
De igual forma, el
presente vislumbra nuevos escenarios caóticos, en donde el pasado puede desembocar
con la crisis que presenta el mundo en la actualidad. Como lo señaló Piketty
(2014), es necesario recuperar a la Economía Política y hacer de lo social un
punto de partida de los estudios académicos que permitan mediar los conflictos
realmente.
El economista francés
acertó en pronunciar que los Estados deben implementar medidas necesarias para
regular la excesiva concentración de la riqueza que ya rompe con parámetros
mundiales, esto sumado a que dichas riquezas suelen ser heredadas y al paso de
tiempo, tienden a concretarse cada vez más, por esta razón, pide que existan
impuestos progresivos a dicho capital, y que los Estados puedan contar con una
transparencia que pueda compartirse a nivel internacional.
Esto suena muy utópico si
tenemos presente que el poder del capital privado impera a nivel mundial sobre
los propios países, sin embargo, si no se toman las medidas adecuadas para
poder regular dicho fenómeno, podemos remitirnos a vivir episodios caóticos
como los de siglos pasados, guerras e insurrecciones sociales. La carta está
puesta sobre la mesa.
Del conflicto mundial al nacional.
Los atentados terroristas en París el pasado
13 de noviembre del 2015 nos puede remitir directamente a los conflictos que
vienen a la alza desde hace unos años atrás. La justificación de Samuel P.
Huntington en sus obras ¿Quiénes somos?
(2004) y el Choque de civilizaciones
(2005), al pronunciar tanto al Occidente sajón como al europeo como una
unidad cultural, refirió de igual forma que sociedades que consideró como desgarradas son los principales enemigos
de sus intereses nacionales.
No obstante, dichas sociedades,
en particular quien se hace responsable del conflicto terrorista como lo es el
Estado islámico, pertenecen directamente a una zona históricamente explotada
por Francia y Gran Bretaña desde mediados del siglo XX (Chomsky, 2012), en
donde los energéticos, principalmente el petróleo son y han sido los principales referentes de los
intereses, tanto europeos como estadounidenses ya desde los años setenta.
Pareciera arriesgado
afirmar lo siguiente, pero después del 11 de septiembre del 2001, el terrorismo
más allá de tener a un responsable como enemigo mundial, la consecuencia fue
inaudita con la intervención estadounidense en Afganistán e Iraq, aunque el
caso del segundo el conflicto respondió a supuestas alertas de fabricación de
armamento nuclear. Eso sin olvidar que durante la segunda mitad del siglo XX
las dictaduras en Oriente medio fueron apoyadas y financiadas por los
occidentes.
Hoy las circunstancias no
distan en demasía a las ocurridas el 11s, en las últimas semanas Francia ha
desplegado bombardeos en Siria a diestra y siniestra, sin embargo, el
reposicionamiento de Rusia también se ha sumado a la defensa de intereses
territoriales. Y por supuesto, este conflicto se ve ligado a la fuerte
problemática económica de Occidente.
Años atrás fuertes
cuestionamientos fueron lanzados sobre las formas de gobierno que promueve
Occidente desde el siglo pasado a nivel mundial. Habría que recordar después de
la segunda guerra mundial tanto Estados Unidos como Occidente europeo se dieron
a la tarea de promover el modelo democrático-capitalista en países del sur de
Occidente y América Latina (Huntington, 1994), eso sin olvidar el peso de las
intervenciones que se gestaron en Oriente medio que tanto sucumbieron a la
instauración de dictaduras prolongadas, caso similar al de América Latina
durante la segunda mitad del siglo XX.
Asimismo, acabada la
Guerra Fría se aseguró que el reinado de la democracia y el capitalismo
traerían a la humanidad buenos augurios, sin embargo, la falta de un
antagonismo real tanto político como económico ha cobrado factura para algunas
voces Occidentales. Francis Fukuyama (2014) aseguró que el fin de las
ideologías o la etapa considerada como posmodernidad, propicia el caos de las democracias en la actualidad,
puesto que desde el fin de la Guerra Fía ya no existe ningún nada que
retroalimente a las formas de gobierno
que imperan en Occidente, y por lo cual, el capitalismo ha generado más
desigualdades económicas hasta el grado de llegar a cuestionar críticamente si
esas formas de gobierno son las adecuadas o no para las sociedades.
Por otra parte, Meaney & Mounk (2014)
también señalaron que la democracia esconde en países a intereses de
oligarquías y élites que controlan no sólo a sus Estados, sino también que a
nivel mundial confluyen; es decir, la democracia es una fantasía que ha llegado
a su límite. De igual manera, aseguraron que la desigualdad cada vez es más
abismal en Occidente, y se puede tener el supuesto de que surja una nueva
oleada de autoritarismos o endurecimiento de los Estados como lo está pasando
ya en Europa, o como también ha hecho que en países del sur de América se opte
por instaurar gobiernos populistas.
En suma, la nueva guerra en
Oriente medio es la señal de la suma de conflictos económicos y políticos que
se vienen propiciando desde los finales del siglo pasado. Los Estados han
quedado rebasados por intereses económicos y por medidas políticas que distan
de proporcionar estabilidades plenas. Si a esto se le suma que el capital
privado cada vez tiene mayor concentración a escala mundial, las políticas
financieras de los países desde las medidas neoliberales se enfocan en recaudar
dinero de las clases medias.
Las advertencias de
Piketty (2014) hoy se pueden ver en los intereses que se esconden detrás de la
nueva guerra, respaldado con un sustento ideológico que en su momento construyó
y reprodujo Huntington. Fenómeno que hoy también no presenta un rostro
definido, sino que se arropa en el significado del terrorismo mundial. Ese
mismo fenómeno conocido desde el 11s.
En la siguiente gráfica,
Piketty (2014) señaló que la desigualdad de ingresos a comienzos del siglo XX
fue más notoria en Europa que en los Estados unidos (Piketty, 2014: 353).
Durante los 50´s a los 70´s la participación del decil superior fue estable, de
30-35% del ingreso nacional. Más tarde en los 70´s y 80´s la gran divergencia
se presentó hasta reapuntalarse en el año 2000-2010, donde Estados Unidos se
aproximó al nivel que tenía Europa en 1900 y 1910, es decir; se presentan
sociedades más desigualitarias después de los setentas, principalmente la
desigualdad se incrementa más en los Estados Unidos a comparación de Europa
(Piketty, 2014: 255-357)
La desigualdad también es
un factor que golpea de lleno a la estabilidad de los países, como ya señale
anteriormente, las grandes críticas que se han lanzado hacia las expectativas
que en algún momento se posicionó sobre la democracia, es un fenómeno alarmante
que bien puede coincidir con los conflictos que actualmente mantienen sobre
Oriente medio a los Estados Unidos y a Francia, mediante las viejas políticas
de guerra. Eso sin contar con la importancia geopolítica que ha generado el
reposicionamiento político de Rusia.
El futuro puede ser
alarmante si la desigualdad mundial se acrecienta en países que son los
referentes hegemónicos a seguir tanto a nivel económico como a nivel político.
Y de esto no quedan excluidos países como México en donde la desigualdad es un
tema cotidiano que nos puede remitir a un antecedente histórico colonial.
Hoy se tienen guerras con
un transformo político y económico que ha propiciado una nueva ola de
autoritarismo proveniente de Occidente y que no se aleja en demasía con las problemáticas
y serios cuestionamientos que recibe la democracia y el funcionamiento de los
Estados en esta parte del continente, salvo excepciones.
México
como ejemplo de la desigualdad
México ha sido un referente petrolero
desde el siglo pasado. La época dorada del milagro mexicano puede ejemplificar
el vasto crecimiento y desarrollo que tuvo el país, sin embargo, las malas
decisiones políticas y económicas que se presentaron en la segunda mitad del
siglo XX, se sumaron también a un sinnúmero de insurrecciones populares
principalmente ocasionadas por el decremento en los niveles de vida, hasta la
incorporación al libre mercado entre los ochentas y noventas, hasta que se
sucumbió con la crisis devastadora de los noventa y la famosa devaluación de
1994.
México ha sido un país
rentista que se ha mantenido en gran parte por los ingresos petroleros, sin
embargo los Estados con estas características suelen ser “herméticos y nada
trasparentes” que comúnmente actúan desde referentes oligárquicos en
correspondencia con élites económicas (Farfán Mares, & Celorio Morayta,
2011: 540), por esta razón, las demandas de la sociedad quedan en segundo
plano.
Asimismo, no se debe
olvidar que el pasado mexicano heredó rasgos de dominación colonial, en donde
las desigualdades sociales han sido una constante desde la segregación de las
castas. A su vez, desde la conformación del sistema político mexicano después
de 1929, México se ha caracterizado por tener una política basada en redes
clientelares, camarillas, corporativismo, entre más, que bien son el ejemplo de
que los intereses económicos y políticos, muchas veces distan de las
necesidades sociales. Esto sin hacer a un lado que durante el siglo XX la política
priísta se caracterizó por instaurar gobiernos populistas, con una economía que
fue en su mayoría rentista.
El fenómeno rentista mexicano,
puede verse como una incapacidad económica que se incremente a largo plazo,
puesto que la actividad capitalista no es bien ejercida y al paso del tiempo
genera economías atrasadas y mermadas, por esa razón el Estado mexicano tuvo la
característica de ser Estado que se enfoca en la asignación de recursos en vez
de producir bienes (Farfán Mares, & Celorio Morayta, 2011: 543). El pasado
autoritario mexicano, las ineficiencias que se gestaron a nivel político y
económico, han dejado secuelas irreversibles, hoy se tiene un país con un
atraso en un modelo capitalista, cuando el propio Estado controló las empresas
nacionales y las liberó, no se hizo con la intención de generar competencia en
el mercado internacional, sino más bien para enriquecer a personajes que hoy se
pueden encontrar en las listas de multimillonarios de Forbes como es el caso de
Carlos Slim[2].
Este fenómeno es un
síntoma de una desigualdad abismal presente en el país, la brecha es amplia
entre la riqueza de Slim que asciende a 79,600 mdd, comparado con la ganancia
profesional del salario mínimo vigente desde el 1 de octubre del 2015 en México
que asciende a los 70.10 pesos[3].
De igual forma, tras las
serias crisis que atravesó México durante la segunda mitad del siglo XX,
diversas insurrecciones sociales no dejaron de hacerse presentes, al igual que
las respuestas que los gobiernos autoritarios tuvieron para mermar dichas luchas.
Hoy la situación no es diferente, las advertencias que señaló Piketty (2014),
no muy alejadas a las de Karl Marx en el siglo XIX, pueden también ajustarse a
la situación que atraviesa el país desde hace varios años. Y que hoy mantienen
en alerta con índices elevados de inseguridad y de violencia, con una
problemática más acrecentada con el crimen organizado, narcotráfico, e
ingobernabilidad en estados como Tamaulipas, Michoacán y Guerrero.
Los bajos salarios, las
grandes facilidades que se le otorgan a empresas para tener contrataciones
temporales de trabajadores y evitar que se le asignen prestaciones de ley, han
hecho que la calidad de vida se desplome y por consecuencia, la calidad de vida
también se llegue a precarizar. México aparece en el lugar 36; en educación y
competencias, y seguridad persona, de 36 países evaluados por la OCDE. A su
vez, en lugar 35 en balance de vida-trabajo, vivienda y calidad de medio
ambiente, en lugar 32 en salud y 28 en empleo y salarios[4].
Por otra parte CONEVAL
develó un aumento en la pobreza en el país que asciende a 55.3 millones de
personas que viven en esas condiciones, así que representa el 46.2% del total en la nación, por otra parte,
la pobreza extrema mantuvo una disminución de 2012 a 2014, pasando de 11.5 millones
a 11.4 millones, así pues del total nacional, es el 9.5% de personas en pobreza
extrema en el país, frente a un total de 55.3 millones de personas se
encuentran en la pobreza.[5]
De igual manera, los
estados en donde aumentó la cantidad de mexicanos en pobreza son: Morelos,
Campeche, Sinaloa, Coahuila, Hidalgo y Baja California Sur. Por otro lado, se
obtiene que el 79.5% de la población se encuentre en vulnerabilidad, teniendo
en cuenta que los salarios se han reducido en un 3.2% de 2012 a 2014[6].
México es uno de los países más desiguales del mundo.
¿Qué peligros contrae
tanta desigualdad en un país? Lo que he venido señalando con anterioridad, las
advertencias de Piketty (2014) no pueden hacerse a un lado mientras estén
latentes problemas de violencia en el mundo y en países como el nuestro. Las
medidas que siempre se han tomado son reasignar presupuesto mediante políticas
sociales que a fin de cuentas, en vez de solucionar los conflictos de
desigualdad y de pobreza en el país, fungen únicamente como remedios a corto
plazo que van incrementando los conflictos ya señalados.
Por otra parte, los
descontentos sociales se ven reflejados también en los datos que proporcionó el Latinobarómetro en 2015, donde el
estudio de opinión pública posicionó a México como el último lugar en la
satisfacción con la democracia con un total de 19%, frente a 18 países como
Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvado,
Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, República Dominicana,
Uruguay y Venezuela. Véase el resultado en la siguiente gráfica:
*Fuente:
datos obtenidos del Latinobarómetro 2015;
http://www.latinobarometro.org/latNewsShow.jsp
|
Por otra parte, el conflicto económico-político ha trascendido a escalas
políticas. De esa manera se justifica una de las propuestas de Piketty (2014),
de retomar a la economía política y de hacer que los estudios tengan en cuenta
el factor social, para prevenir catástrofes.
En México no solamente la satisfacción a la democracia presenta índices
bajos, sino también estos se relacionan de lleno con la aprobación presidencial
y la aprobación al gobierno, donde México aparece con 35% de aprobación
presidencial, al igual que un 35% de aprobación del gobierno. Véase en la
siguiente gráfica:
*Fuente:
datos obtenidos del Latinobarómetro 2015;
http://www.latinobarometro.org/latNewsShow.jsp
|
A su vez, el apoyo a la democracia en México se encuentra
también deteriorado y en condiciones alarmantes, puesto que al arrojar un 48%,
en contraste a países como Venezuela con un 84% y Uruguay con un 76%, que
encabezan los niveles más óptimos, encontramos que el desencanto con la
democracia también ha impactado en el desencanto a la aprobación presidencial y
al gobierno en curso, esto sin contar que México atraviesa una situación
alarmante desde 2006 que se traduce como una crisis política que hoy no ha
tenido salida.
Véase el apoyo a
la democracia frente a los 18 países encuestados por el Latinobarómetro en 2015:
*Fuente:
datos obtenidos del Latinobarómetro 2015;
http://www.latinobarometro.org/latNewsShow.jsp
|
La situación que se encuentra en el país es alarmante, y se necesita tener
respuestas reales en el campo de lo político.
Se tiene a una sociedad que refleja un pasado colonial, un rechazo frente a
los gobernantes y a las formas de gobierno. Se tienen rasgos de un pasado
autoritario donde un partido político mantuvo el poder por más de 70 años y que
hoy aparece de nueva cuenta, generando el endurecimiento de la oligarquía en
relación a los intereses de élites económicas
Conclusiones
La situación que
atraviesa el mundo tiene un referente económico y político, por esa razón es
necesario el resurgimiento de la Economía Política ya que, en el caso de las
potencias mundiales que son muchas veces las hegemonías a seguir tanto política
como económicamente, han presentado problemas alarmantes de desigualdad que van
a la alza.
Por otra parte, dichos conflictos han detonado ya en una guerra que viene a
reconfigurar al mundo con el resurgimiento de Rusia y de países asiáticos.
Europa se encuentra en agonía, desde hace años atrás se cuestiona fuertemente
sus modelos democráticos capitalistas que han vendido únicamente fantasías
frente a los problemas reales de sus sociedades. Se ha acusado que la
democracia en Occidente es el disfraz de grupos oligárquicos y de élites de
poder que velan nada más por intereses propios, haciendo a un lado a los
conflictos sociales.
Lo alarmante en este fenómeno, son el sinnúmero de infecciones sociales que
bien pueden ilustrarse como la oleada de movimientos indignados como el Ocupa
Walla Street en los Estados Unidos, 15 M en España, las protestas estudiantiles
en Chile, entre más.
Las respuestas que en su mayoría se han tenido, es sofocar dichos
movimientos mediante políticas restrictivas como la regulación de redes
sociales en algunos países o con actos de violencia.
El caso mexicano no se queda apartado del contexto mundial, los datos antes
presentados nos hablan de una situación crítica que tiene altamente polarizada
a la sociedad frente a la oligarquía y las élites dominantes del país. El
Estado mexicano ha quedado rebasado y lo único que queda es el recuerdo de las
bonanzas que otorgó el ser un país rentista. Cosa que hoy se queda en el olvido
con la caída de los precios del petróleo a nivel mundial.
No es casual ver en México y el mundo el “fantasma” de movimientos de
clases similares a los del pasado. Con rechazo a sus gobiernos y a sus
representantes.
El llamado de Piketty (2014) más allá de ser utópico es responsabilidad de
académicos y de científico sociales. Se debe tener una responsabilidad social
para que los estudios no se aparten de la realidad y únicamente se enfoquen en
presentar datos de manera folclórica.
El futuro de la paz y de la democracia es incierto, pero se debe luchar
para restablecer nuevas pautas que contrasten a las olas de autoritarismo que
genera el sistema capitalista mundial y las políticas internacionales
provenientes de la hegemonía Occidental.
[…] no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas.
Tienen, en cambio, un mundo que ganar.
Marx y Engels (2006:
107) de diciembre de 1847 a enero de 1848.
Bibliografía:
Bobbio, N. (2003), Teoría general de la política, España,
Trotta.
Chomsky, N. (2012), Cómo funciona el
mundo, Buenos Aires, Katz Editores.
Farfán Mares, G. &
Celorio Morayta, G. (2011), La economía política del Estado rentista mexicano
(1970-2010), El colegio de México,
Recuperado en: http://www.jstor.org/stable/23035608
Fukuyama, F. (2014), “At the End of History‟ Still Stands Democracy”,
The Wall Street Journal. Recuperado en:
http:online.wsj.com/articles/at-the-end-of-history-still-stands-democracy-
1402080661.
Hobbes, T. (trad. 2001), Leviatán,
FCE, México.
Huntington, S. P. (1994), La tercera ola, la democratización a finales
del siglo XX, Paidós, España.
Huntington, S. P. (2004), ¿Quiénes somos?; Los desafíos de la identidad
nacional estadounidense, Paidós, México
Huntington, S. P. (2005), El choque de civilizaciones y la reconfiguración
del orden mundial, México, Paidós.
Latinobarómetro. (2015),
“Informe 1995-2015”, Chile. Recuperado en: http://www.latinobarometro.org/lat.jsp
Lock, J. (trad. 2010), Segundo tratado sobre el gobierno civil: un ensayo
acerca del verdadero origen, alcance y fin del gobierno civil, España, Tecnos.
Marcuse, H. (2001), El hombre
unidimensional, México, Ariel.
Marx, K. & Engels, F. (2006), Manifiesto
del Partido Comunista, Editores mexicanos unidos, México.
Marx, K. (1968). Crítica de la
filosofía del estado de Hegel, Editorial Claridad, Buenos Aires. Recuperado
en: https://creandopueblo.files.wordpress.com/2013/10/marx-crc3adtica-de-la-filosofc3ada-del-estado-de-hegel.pdf
Marx, K. (1978), El capital, Tomo
I, México, Porrúa.
Meaney, T., & Mounk, Y. (2014), “What Was Democracy? Democracy was
once a comforting fiction. Has it become an uninhabitable one?”, The Nation,
Recuperado en: http://www.thenation.com/article/179851/what-was-democracy#1.
Montesquieu, Ch. de S. B. de. (trad. 1999), El espíritu de las leyes,
México, Oxford university press.
Rousseau, J. J. (trad. 2012), El contralto social: o principios del derecho
político. Discurso sobre las ciencias y las artes; discurso sobre el origen de
la desigualdad, México, Porrúa.
Smith, A, (1941),
Teoría de los sentimientos morales, México,
FCE.
Smith, A. (1794),
Investigación de la naturaleza y causas
de la riqueza de las naciones, Tomo I, Valladolid. Recuperado en: https://www.marxists.org/espanol/smith_adam/1776/riqueza/smith-tomo1.pdf
Touraine, A. (1994), Crítica de la
modernidad, México, Fondo de Cultura Económica.
[1]
Cabe señalar uno de los errores de la obra de Marcuse (2001), las sociedades
industrializadas aparentemente generan a individuos apáticos y subordinados,
empero, esta afirmación queda totalmente rebasada por el tiempo, puesto que la
desigualdad y la pobreza han marcado perfectamente la historia de Occidente y
del mundo con un sinnúmero de insurrecciones sociales en búsqueda de trabajos
justos, dignos, entre más.
[2]
Personaje que continuamente se posiciona en el primer lugar de riqueza mundial,
compitiendo con Bill Gates. El dato puede consultarse en: http://www.forbes.com.mx/carlos-slim-vuelve-ser-el-hombre-mas-rico-del-mundo/
[3] El
siguiente dato puede consultarse en: http://www.conasami.gob.mx/pdf/tabla_salarios_minimos/2015_octubre/01_10_2015.pdf
[4]
México reprobado en calidad de vida de su población. Dato que puede consultarse
en: http://www.cnnexpansion.com/economia/2015/06/01/mexico-reprobado-en-calidad-de-vida-de-su-poblacion
[5]
Dato proporcionado por CONEVAL, puede consultarse en: http://www.coneval.gob.mx/medicion/Paginas/PobrezaInicio.aspx
[6]
Dato consultado en: http://www.eluniversal.com.mx/articulo/nacion/sociedad/2015/07/24/crece-pobreza-en-mexico-hay-dos-millones-mas-coneval
No hay comentarios.:
Publicar un comentario